Prefacio

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      El invierno se paseaba por HighTown, recorriendo cada ventana y carretera de aquella gran ciudad; brindando un espectáculo de copos de nieve, que danzaban con gracia y sin prisa; escribiendo un recuerdo único en las memorias de aquella peque...

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      El invierno se paseaba por HighTown, recorriendo cada ventana y carretera de aquella gran ciudad; brindando un espectáculo de copos de nieve, que danzaban con gracia y sin prisa; escribiendo un recuerdo único en las memorias de aquella pequeña familia; que se calentaba entre mantas y bebidas tibias, mientras se deleitaban con la elegancia de la naturaleza.

      En aquel ventanal se encontraba un padre que acurrucaba a su pequeño hijo entre sus leales piernas, entre sus acogedores brazos; una madre y esposa, atenta y amorosa, agradecida por su familia y momentos como aquellos; y un niño que se sentía el ser más afortunado del mundo por tan perfecta familia. Mirando las estrellas, soñando con cuentos, contando con sueños.

      —Observa las estrellas, querido hijo; las estrellas que nos observan a nosotros desde el cielo, siempre atentas a nuestros caminos. ¿Qué crees que está pasando allí?

      —No lo sé, no parece ser muy interesante —contestaba el pequeño niño perdido en su confortable taza de chocolate humeante.

     —¿Ah, no? —Bufó su padre —¿Qué harías tú si fueras una estrella?, si estuvieses allá como ellas...

     —Las estrellas no hacen nada papá, solo son puntos en el cielo — continuaba argumentando su inocencia, ignorando todo lo que faltaba por contarle, todos los sueños que aún no había tenido.

     —¿No te parece que haya algo de mágico en ellas? —su criatura negó —pues hay mucho que debes saber jovencito. Te crees muy inteligente, pero apuesto a que no habías escuchado de la ciudad que literalmente no duerme...

     »Y a todos nos parece de verdad una locura, porque es la ciudad de los sueños, y está justo sobre nosotros. Esas estrellas no son puntos en el cielo, son su chispa; esas pequeñas luces son aquellas que iluminan las calles del cielo, por donde se pasean y trabajan los ángeles de los sueños; pero no solo son lámparas, no; su energía viene de los mismos sueños en sí, y mirarlas debería darte esperanza.

     —¡Wow! — se sorprendió el niño de las cosas que su padre decía, mirando embelesado con otra perspectiva su alrededor.

     —Algún día yo seré parte de esos Ángeles, también. Cuidando tus sueños y velando por ellos. Solo asegúrate de mantener una estrella bien encendida para mí; y así, cada vez que yo la vea, sabré que eres un gran soñador, y que ni siquiera el mundo ha podido detenerte. Y cuando tú la veas, sabrás que yo estoy allá arriba, velando por tí, y cuidando de tus sueños.

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𝐀𝐥𝐚𝐢𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora