01. Incoloro & 02. Colorido

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Habría que preguntarse porque los humanos tienen la necesidad de encontrar algo que los apasione, que los motive a seguir adelante, que los haga sentir que viven y no sólo existen. Por qué ellos no pueden vivir por puro instinto, así como los animales, por qué son capaces de quitarse la vida, por qué se preguntan cuál es la razón para estar aquí en este momento, en este instante, respirando, por qué andan buscando su lugar en la sociedad.

Capítulo I

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01. Incoloro

De pronto respira hondo. Se talla los ojos y mira a su alrededor. Todo parece estar pintado de blanco sucio, escalas de grises y negro. La escena le resulta verdaderamente repugnante por lo que hace una mueca y soba su estómago durante unos segundos. Cierra los ojos, intentando rememorar los colores pero nada viene a su mente. Sus dedos presionan sus parpados, buscando aquellos destellos coloridos que usualmente provoca la acción.

Nada aún.

No hay color.

Abre los ojos, toma la silla que está cerca de él y la lanza contra el suelo con toda su fuerza.

Hay algo.

Hay ira. Pero no hay color todavía.

Ruidos. Pájaros cantando, autos transitando cerca de ahí, vecinos cuchicheando, el aire golpeando contra las ventanas y la silla cayendo para luego romperse.

Hay ruido.

Pero el color no llega, parece que ha tomado la ruta incorrecta y por eso su retraso.

Sabor amargo en su boca. ¿Será porque el enojo lo está embargando? ¿O es que acaso se ha mordido la lengua y no se dio cuenta?

Hay sabores.

¿Y el color? ¿Lo ha abandonado? ¿Es acaso que el color no lo considera digno?

Exasperado pasa sus manos por su cabello para peinarlo. La puerta se abre; es su madre la que está entrando y la que lo contempla con lastima. Lo único que Sasuke puede hacer es rechistar y desviar la mirada, esa que ya no parece ver nada más que un mundo en blanco sucio, gamas de grises y negro.

—¿Cómo estás? —pregunta Mikoto con un tono cariñoso.

—Esa es una pregunta muy cruel —responde Sasuke. Su semblante ha sido cincelado por la tristeza en los últimos días.

Mikoto baja el rostro, contempla la silla rota y suspira suavemente. No sabe qué decirle a Sasuke para consolarlo, por primera vez en años siente que está fallando en su papel de madre.

—He contratado a alguien —dice Mikoto, rompiendo con la atmósfera silenciosa—, para que te haga compañía y te ayude a salir del letargo al que te has sumido.

—No necesito que hagas tal cosa. Ni de una persona.

—Lo haces, hace días que no sales de esta casa, ¡has dejado de ir al trabajo! ¡De visitar a la familia! ¿Cómo es que puedes decir que no necesitas tal cosa cuando pareces tan solo cada vez que te visito? No entiendo lo dura que es tu perdida. Nunca lo entenderé, no está dentro de mis posibilidades, Sasuke, pero si puedo hacer que te encuentres con alguien que sí puede imaginar lo triste que es, entonces lo haré. —Mikoto respira trabajosamente. Hace años que no alza la voz, sus hijos siempre fueron unos muchachos verdaderamente ejemplares. A menudo los vecinos le dicen cuanto la envidian por ello.

—Inútil —murmura Sasuke—, tu esfuerzo es inútil, pero si crees que puedes hacer una diferencia, no te detendré.

Mikoto se queda en silencio. Cierra las manos, formando puños, sus nudillos se tornan blancos por la fuerza empleada y sus uñas se entierran en las palmas de sus manos. Duele. Pero le duele más ver a su hijo destrozado.

02. Colorido

De repente exhala profundo. El sol brilla con tanta fuerza que lastima, su cuerpo se siente caliente y la ropa comienza a parecerle una pegajosa molestia, el deseo de zambullirse en una piscina lo embarga.

"Ojalá que por la tarde llueva", piensa mientras baja la cabeza para evitar que la luz le dé de lleno.

Naruto ha escuchado días atrás de la amiga de su madre la historia de un pintor que ha perdido su capacidad para percibir el color. No puede evitar pensar que es algo horrible, si a él le ocurriera, ¿qué haría? Tal vez pensaría en la muerte como una alternativa pues es incapaz de imaginarse un mundo en blanco y negro, su idea podría sonarle radical a cualquiera pero...

Deja de lado aquello en cuando nota que ya ha llegado a su destino. Está enfrente de la casa de Uchiha Sasuke, el pintor que por años impacto al mundo del arte con sus coloridas obras. El pintor que ahora causa lástima por su situación. Toca el timbre de la casa dos veces y espera. Nadie responde. Toca de nuevo y vuelve a esperar. Siguen sin responder. Mikoto Uchiha le advirtió que esto podría pasar así que le dio una copia de la llave de la casa.

Con cierta inseguridad, Naruto inserta la llave en la cerradura y abre, mira a todos lados, buscando señas de vida.

—¿Hola? —Pregunta al aire—. ¡Hola! —dice más alto, mientras camina para adentrarse en aquel lugar.

—¿Quién eres? —alguien responde con otra pregunta.

Naruto se detiene al instante. Enfrente de él está un hombre de cabellos negros, piel pálida y estatura promedio, sus ojos oscuros expresan confusión e irritabilidad. El rubio asume que tal persona es Sasuke Uchiha. Medita que el tipo le está dedicando la mirada que le daría un animal herido a un invitado no deseado en su madriguera.

—Uzumaki Naruto, Mikoto-san me contrato —se presenta, inclina levemente la cabeza—. O mejor dicho, yo vine por mi propia cuenta.

Sasuke no puede evitar hacer una mueca.

—No te necesito, vete.

Naruto frunce el ceño, pensativo.

—Mi madre dice que la gente iracunda dice cosas sin sentido, ¿está usted enojado?

Uchiha respira hondo, nunca ha maldecido a su madre pero por primera vez en su vida tiene ganas de hacerlo.

—Vete, ¿qué no entiendes con palabras?

—Soy algo denso, me han dicho que entiendo mejor los mensajes mediante golpes... o pinturas. Soy Uzumaki Naruto, estudiante de artes de la universidad de Konoha. —El rubio repite la reverencia, esta vez inclina su cuerpo y no sólo la cabeza.

Sasuke se siente contrariado. Algo en su interior se remueve y le grita que tal vez el chico será capaz de entender su perdida. Se queda mirando a Naruto pues los rayos de sol que se han colado por la ventana están iluminando su figura de una forma que le cuesta describir. Después de unos instantes llega a una conclusión: "es como ver una explosión nuclear". Se queda callado, por primera vez, desde que sufrió el accidente que le arrebato lo más preciado que tenía la vida no le parece tan insoportable.

Y no sabe a qué se debe.

A lo mejor es porque la explosión que acaba de presenciar le ha destrozado y ahora tiene un nuevo objetivo: reconstruirse y buscar otra cosa que le dé sentido a su vida.

Notas finales:

En el año de 1995, Oliver Sacks, un reconocido neurólogo y escritor británico pública el libro de divulgación científica An Anthropologist on Mars, donde se recopilan siete relatos de personas con enfermedades neurológicas, uno de ellos aborda la teoría del color y la historia de un pintor de 65 años, si mal no recuerdo, con acromaptosia cerebral. La acromaptosia cerebral se define como "pérdida de la visión de los colores como resultado del daño de la corteza visual extraestríada".

Hace un tiempo leí el libro y pensé en lo interesante que sería escribir sobre esto.

Mr. Monster & Mr. SunshineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora