Capítulo cuatro: "Desde la piel"

418 45 11
                                    


Parece que el tiempo no prescindía de esa larga ducha que arrojó espeso vapor a los verduscos y pálidos azulejos del encogido baño de su estrecha casa. Bajo las alargadas gotas que silenciaban su atropellada respiración, Maddy no logró alcanzar el placer que necesitaba y creía que iba a encontrar. Ni siquiera sabía lo que hacía, sus instintos y recuerdos de lo ocurrido la noche anterior, la obligaron torpemente a consolar con sus dedos, esas zonas sensibles que la harían navegar como si de una droga se tratase. Forzaba su mente, jalaba su recuerdo con afilados ganchos sujetos a largas cadenas para atraerlo. Sin embargo, no ocurrió nada, sólo consiguió una molesta irritación, una triste y vacía irritación en sus partes más ocultas.

La cama y la noche habrían sido las llaves indicadas para desatar aquél acto de desahogo. Pero el tan sólo agitar de sus gemidos, podrían delatarla durante el silencio de la opacidad estrellada, en donde hasta el aire presenciaba susurros en los oídos de cualquiera. Tenía miedo de ser descubierta y que ya no la miren de la misma forma. Aunque no tenía una idea clara de cómo realmente era vista ahora.

Derrotada por la impotencia y la frustración, deslizó la cortina que dejó al descubierto su menudo cuerpo. Aquél diminuto capullo que luchaba con su propia carne por rociarse en la luz del sol, crecer y elevarse para abrirse ante lo que le esperaría.

Caminó unos pocos pasos, marcando el suelo con un innecesario camino de huellas mojadas, hasta encontrarse con la reveladora pieza de vidrio sujeta en la pared.Diez minutos ocurrieron de esta vida, y para Maddy sólo pasaron segundos y aún no había terminado de entender lo que estaba viendo en el espejo. Quizá tardaría años en hacerlo. Y como si de un ritual se tratase,de nuevo estaba ahí, su cuerpo desnudo y empapado se hallaba reflejado bajo el severo juicio de su mirada azulada. Todo esto era como un lenguaje nuevo para ella, algo reflejado en su piel que no podía entender y que había algo más adentro, pero que la oscuridad no le permitía ver.

El primer recorrido había comenzado por su espalda. Fue en ese momento, cuando su aburrida cara de inspección, cambió al instante por una de aterrada molestia. El hecho de descubrir como una fina capa de bello en ese lado, que subía por su cuello hasta perderse en su larga cabellera, la envolvió en un desesperado acto de tomar la rasuradora de su madre e iniciar una serie de apresurados movimientos para desaparecerlo, provocándose un tajo en uno de sus omóplatos.

-¡Ayyy! ¡Basura de mierda!- El ardor no tardó en aterrizar por esa zona, dándole el impulso de agarrar el artefacto y arrojarlo furiosamente, el cual encestó accidentalmente en el retrete. Algo que haría reír a muchos, menos a ella. Luego se tendría que encargar de poner en marcha la desagradable "misión de rescate". Dejó caer en sus manos unas gotas del grifo para limpiar la cortada.

Sus ojos, en compañía de sus manos, pasaron al plano de su abdomen. Esa pequeña y delicada montaña de piel que temblaba cada vez que le propinaba golpecitos con las yemas de los dedos, algunos más fuertes que otros, dejando algunos rastros colorados en su piel. Era como si de alguna forma, el dolor compensara esos errores que día a día, amanecen junto a ella, y procuran aferrarse a su cuerpo. Era un atroz castigo que creía ser digna de merecer, aunque internamente, quisiera correr lo más lejos posible de él.

Tanteó sus senos que fácilmente desaparecían en sus curiosas manos. Un día despertó y esos montículos comenzaron a dolerle para ir tomando forma con los días, días que no parecen llegar nunca.

No sabe en qué momento convirtió la tortuosa rutina en un normal hábito, un azotador ritual corporal que la agotaba demasiado, pero del que no podía alejarse. Los ojos de un hombre habían caído ante su cuerpo, pero el temor convirtió la sensación de sentirse deseada, en un inmenso oleaje de dudas: "¿Realmente me estaba mirando a mí?", "¿Qué tal si me confundió con alguien más?", "¿Qué tal si había olvidado sus anteojos antes de salir y malinterpreto mi cara?", "¿Se habrá olvidado de mí?". Esas eran las preguntas que despertaban en su cabeza después de atravesar esos excitantes momentos de adrenalina, esos momentos que rara vez se presentan en la vida para romper por unos segundos con la repetitiva situación cotidiana. Un pequeño cambio en ese libro de cien páginas que siempre parecía relatar las mismas palabras, una y otra vez.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 12, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

"Despertar en Hemlock Grove" -Roman GodfreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora