Capítulo dos: "Detrás de la cortina"

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Los días de verano empezaban a alejarse de a poco. El otoño llegaría pronto y las vacaciones se consumieron hasta que sólo quedó un simple día libre. El ahora se estaba recuperando de un ayer que hizo caer una gruesa lluvia, que hoy, descansaba como simples gotas en la ventana de la melancólica habitación de la planta alta de la vieja mansión Godfrey. En su interior, un joven observaba, con un cigarro entre sus blancos dedos, a través de esos cristales que permitían que se filtren los claros rayos en su grisáceo cuarto.

Roman Godfrey, no sentía culpa o remordimiento al pasar cierta parte de su largo receso, husmeando la rutina de los nuevos inquilinos más cercanos. La vista que tenía de ellos, no era de lo más definitiva. Pero su borrosa visión, le parecía más fiel que las nefastas y mediocres historias que pasaban de boca en boca; de las hambrientas bocas con las que también debía lidiar cada vez que su presencia se hacía notable ante ellas.

Hace tres semanas que la familia Rumancek se había instalado en la ciudad, y se hablaba mucho acerca de ellos. Claramente, eran más rumores que afirmaciones. O mejor dicho, sólo eran rumores que fácilmente se disfrazaban de verdad, armados a través de las hábiles lenguas que nacieron para construir vidas propias con bloques ajenos.

Podría decirse que el chico era un experto en diferenciar entre las mentiras que crecían salvajemente como raíces, y las verdades que permanecían congelándose bajo la helada niebla de ignorancia que regía en su ciudad natal. La práctica hace al maestro cuando la propia vida personal es arrojada como un trozo de carne a los perros, que con sus afilados dientes, la moldean a su antojo. Por algún lado, un destello de empatía hacia los extraños recién llegados, se hacía presente en su cabeza de vez en cuando.

En ocasiones, se entretenía jugando con la triste imaginación de su mente, aplicaba sus propias historias, sus propios diálogos sobre aquellas personas que vivían cerca suyo. Era como una película mental que creaba para su entretenimiento personal, un juego infantil del que él solo formaba parte. De alguna manera ¿El muchacho Godfrey también podría ser marcado como otro perro que moldea el pedazo de carne a su propio antojo? Pues, un juego que sólo está en la conciencia de uno, parece no hacer daño a los demás. Era una de sus tantas fugas que le permitían abandonar la realidad que se envolvía pesadamente en sus espaldas.

Roman también sentía que ver los lejanos paisajes boscosos que decoraban su ventana, eran la tentación y la fantasía que lo invitaban a escapar de toda esas indeseables cosas que lo encadenan a ese oscuro castillo en el que vivía. Se preguntaba si del otro lado, había una tranquila ciudad que lo envolvería cálidamente entre sus brazos, y lo dejaría dormir despreocupadamente... para siempre. O a veces, tenía la ardiente necesidad de cortar toda esa presión que corría por su sangre. Le agradaba el deseo de contemplar ese veneno escurriéndose de su piel, como tiernos hilos rojos que colgaban gelatinosamente, convirtiéndose en profundos hormigueos de placer.

Era difícil saber quién era cuando se escondía e intentaba bloquear todos esos deseos que desesperadamente desgarraban su cuerpo para poder florecer libremente. Sobre todo, era difícil descubrirse cuando esa posesiva sombra cadavérica, degustaba de cada movimiento, cada palabra, cada pensamiento de su vida. No pasó mucho tiempo cuando el fantasioso escape fue interrumpido por la inquietante voz de ese ser que hizo su aparición. Roman ya no se encontraba solo en su habitación.

-¿Se puede saber por qué mi bello niño aún se encuentra merodeando por la ventana de su recámara?- Le preguntó esa voz, que en ninguna ocasión, por más que lo intentase, sonó maternal.

-Sólo estoy mirando afuera.- Contestó secamente ante la presencia de la fría mujer que aparentaba preocupación. Se tomó un momento para inhalar y dejar que el intenso humo de su cigarro haga ese habitual recorrido por sus pulmones, exhaló y volteó con una mirada retadora hacia su madre, para continuar con sus palabras -¿Acaso ahora también te molesta que haga eso?

A pesar de que ese tono grosero le molestó a Olivia, sus facciones bien cuidadas demostraron lo contrario, reflejando una sonrisa. Con su natural cuidado, se sentó en la cama que ahora era un simple desastre. La huella de un alto y holgado cuerpo quedó dibujada entre las sábanas. Palmeó su lado vacío y estiró la otra mano para que su hijo se siente cerca suyo, imitando el gesto amoroso que una buena madre tendría.

Él obedeció a su pedido, dejó su cigarro sobre el cenicero que reposaba en la vieja cómoda azul. Sus escasas ganas de ir, relucieron a través de su innecesario empeño en dejar bien prolija y cuidada la posición del fino objeto de papel.

-Claro que no me molesta, cariño. –La mirada tosca y el rostro cansado del chico, ayudaban a enfriar ese momento. -Pero creo que debes saber que no está bien y que no es una costumbre digna de esta familia, husmear lo que hacen los ajenos que habitan cerca de nuestro alrededor.- La mujer prosiguió, cruzando sus alargadas piernas, y sacudiendo su espesa, marrón y casi rojiza cabellera. -¡No actúes como si no tuvieras una vida! La tienes, y está aquí, con tu madre.- Colocó una mano sobre su mejilla, la acariciaba con sus huesudos y afilados dedos.

-¿Qué estás diciendo? –Fingía como un niño ingenuo, con una sonrisa forzada y alzaba sus hombros. Pero su semblante volvió a ponerse serio - ¿Qué te hace pensar que no tengo una vida fuera de aquí?...-

-¡Además!- Remarcó sin prestarle atención alguna a su pregunta. Se levantó para caminar hacia donde anteriormente estaba él, tomó el mismo cigarro y lo probó entre sus labios por un instante- Estás perdiendo tu tiempo y malgastando energía ocular en hacer eso- Soltó una pesada neblina. Dirigió su mirada hacia la ventana, contemplando la pequeña casita de gastada madera- ¡Gente inmunda!- Escupió con esas palabras cargadas de intenso desprecio, acompañado de aquél humo alimentado por el tabaco.

Cansado de oír sus habituales quejidos, dió fuertes zancadas hasta donde ella se encontraba, y en un rápido movimiento, cerró abruptamente las cortinas, bloqueándole la vista a su madre.

-¿Se te ofrece algo más?- Cuestionó toscamente.

-¿Te parece que esa es la forma apropiada de hablarle a tu madre?- Cuestionó atónita ante su burdo acto.

-Tengo que cambiarme. Le prometí a Letha que la llevaría a la feria.- Comenzó a buscar su ropa. Eran las cuatro y media de la tarde, y todavía llevaba puestas sus prendas de dormir.

-¡Sabes perfectamente que mañana comienzas la escuela!- Olivia conocía del apego especial que Roman tenía hacia su prima. Aunque también sabía que esa era una excusa para estar lejos de ella; como la obsesión de encerrarse por horas en su habitación, para luego irse en su Jaguar rojo por ahí, llevándose alguna compañía femenina a un oscuro cuarto de un algún grasiento motel de la ciudad.

-¿Y?- Demostró indiferencia ante sus palabras. -

-Haz pasado una mitad del verano encerrado en tu habitación, "espiando a tus vecinos"- remarcó con los dedos -y la otra mitad por ahí afuera, haciendo lo que sabemos que se te da muy bien ¿Y justo ahora se te ocurre escoltar a tu prima a la feria? ¿Puedes pensar en tu madre por una vez?- El lenguaje cargado con formales palabras, hundidas en un hirviente mar de drama, era algo necesario en la vida de Olivia Godfrey ¡Era algo vital!

-No te preocupes.- Le enseñó esa sonrisa sarcástica tan familiar-. Cuando las clases comiencen, vas a tener todo el tiempo del mundo para esperarme en medio de la entrada para fastidiarme con tus tontas preguntas de "¿cómo me fue en la escuela?", y después, tendrás más tiempo de interrogarme en la cena.

Olivia reprimió sus enormes deseos de dejar los blancos dientes de Roman desparramados por todo el suelo de caoba. El muchacho se había descarriado hasta tal nivel, que a ella no le faltaban los motivos para estamparle la mano en el rostro. Pero hoy se lo dejaría pasar, ya lo corregiría a su debido tiempo.

- Creo que es mejor que te deje solo.- Su aspecto se volvió pálido y caído. -¡Adiós, cariño!- Besó su frente y salió de su habitación para dejar que se cambie... y que se esfume de una maldita vez.





¡Hola a todos!

Aquí les traigo el segundo capítulo de esta historia. Espero que les haya gustado.

¡Hasta el próximo capítulo! ¡Abrazos para ustedes!

"Despertar en Hemlock Grove" -Roman GodfreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora