Tell me if I'll ever know a blessing in disguise

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Estrés. Fiebre psicógena.

Era la respuesta al episodio de aquella espantosa madrugada.

Ahora que iban de regreso a la lujosa propiedad de los Chivaaree, el omega no podía mirar a Bright a los ojos. Seguro en ese momento pensaba que lo había preocupado por una tontería, que él era una molestia con problemas estúpidos a los que les daba una importancia inmerecida. Que el mundo real tenía verdaderas dificultades por ofrecer, y que debía aprender a controlar sus infantiles emociones.

Pasó frenéticamente su lengua por su labio inferior, en un acto inconsciente por tragarse los remordimientos que se retorcían sin piedad en su interior, tampoco pudo evitar morder sus uñas, y habría continuado así por el resto del camino de no ser porque el alfa detuvo el automóvil y se giró para observarlo.

—Win, sabes que si algo te está incomodando puedes decirme. Intentaré ayudarte. Lo haré —pronunció a la vez que su expresión se volvió más suave.

Sorprendido por sus amables palabras negó con la cabeza.

—Todo está bien conmigo, es solo que a veces pienso en cosas inútiles y...

—No me gusta eso de ti, que siempre minimizas tus sentimientos —dijo cortando su explicación de tajo con voz firme—, me importa lo que sucede contigo, quiero que estés bien, y sé mejor que nadie que si algo te preocupa es por una buena razón. Así que no pienses en quedarte callado y fingir, que no funcionará.

Al terminar de hablar apretó sus manos en puños, impotente ante la situación. No podía hacer más si Metawin no se lo permitía.

Permanecieron en silencio los siguientes segundos, en que el ruido de sus respiraciones fue lo único atreviéndose a irrumpir en el vacío que se había formado entre ellos.

Los autos que pasaban al lado, eran prueba de que el tiempo no se había detenido. Al menos no habían quedado atrapados.

—Lo lamento, en verdad no es nada —insistió cerrando los ojos.

Prefería que lo reprendiera a que intentara entenderlo, porque si lo hacía descubriría los sentimientos que albergaba en su corazón por él, y que jamás podrían ser correspondidos. Tenía a Gulf, no lo necesitaba ni un poco.

—Sal del auto —dijo con las manos en el volante y mirando al frente. Al escucharlo, Win abrió los ojos de golpe, asustado por su repentino cambio de actitud—. Anda —demandó.

Con la cara pálida obedeció, después de todo, ¿qué podía hacer él? Ni siquiera aferrarse era una opción, no tenía nada a lo cual hacerlo. No poseía más que su nombre, el apellido por el que antes respondía ya ni le pertenecía.

Sintiéndose pequeño, como si el mundo lo aplastara con todo su colosal peso, empujó la portezuela y retrocedió.

No tenía a dónde ir, no tenía un celular —mucho menos a quién llamar—, no había traído consigo su cartera, sin embargo, en ningún momento pensó en protestar.

Dio un paso más hacia atrás y el golpe de su espalda contra algo —o alguien—, le hizo encogerse.

—Vamos —escuchó a su espalda la voz del alfa—, daremos un paseo.

Su mano fue presa por la de Bright, que entrelazado sus dedos le arrastró consigo.

Sin comprender lo que sucedía se dejó hacer, demasiado perdido para reaccionar. No prestó atención a su alrededor, ni al ruido furioso de la ciudad, tan solo se enfocó en el calor que incrementaba en su palma y que era transmitido por Vachirawit.

De un instante había pasado de tener nada a tenerlo todo.

Continuaron caminando, Win sin saber el destino que le deparaba, pero si era guiado por el adverso, entonces le daba igual si le conducía al infierno.

Éramos indestructiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora