Como un vicio que me duele

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—Bright, en este momento, un bebé tuyo se está formando en mi vientre... Es un milagro —expulsó lo último con voz rota.

La noticia al alfa le dejó incrédulo. Durante mucho tiempo ambos habían intentado de todo para tener un hijo, y justo ahora que se habían rendido —que juntos decidieron acudir a la gestación subrogada—, aquello parecía absurdo, incluso, hasta podría considerarse una broma de mal gusto.

Pero la felicidad del omega que le transmitía a través del vínculo que compartían, no podía ser una farsa; el sentimiento era tan fuerte que comenzó a asimilar la nueva información como posible.

Tendrían un bebé. Gulf y él serían padres.

—Tu cuerpo —mencionó al inspeccionarlo una segunda vez con mayor atención—. Te ves muy débil, ¿qué fue lo que dijo el médico? —Antes de aceptarlo debía asegurarse que estaría bien, que Kanawut no tendría complicaciones.

La expresión adversa se transformó de un instante a otro, una sombra tiñó de oscuridad las facciones que antes habían estado repletas de luz.

—Resistiré, quizá sea duro, pero mi determinación es más fuerte —aseguró completamente convencido de que podía lograrlo.

Vachirawit pudo descifrarlo con facilidad.

—No te arriesgaré —replicó comprendiendo la verdad tras aquella noticia que aparentaba ser una bendición—, los médicos antes nos dijeron que tu cuerpo no lo soportaría, que el riesgo era demasiado alto...

—Lo tendré, Bright, incluso si tengo que dar mi vida por él —interrumpió molesto.

Esperaba una reacción diferente de su esposo, tampoco es que lo haya imaginado gritando de emoción, pero por lo menos, una respuesta más positiva. El sueño que creyeron imposible, ahora estaba a su alcance, solo era cuestión de esforzarse, de subir la apuesta y lanzarse de lleno a su suerte. Que al menos para Gulf, estaba de su lado.

—¿Te has vuelto loco? ¿Te estás escuchando siquiera? —reclamó sujetándolo con fuerza—. ¿Cómo puedes decir aquello?

Para Vachirawit no era un acto de valentía. Por más que le retara con la mirada como asegurándole lo contrario. Era suicida.

—No me subestimes —contestó con un gesto feroz que suavizó al cerrar los ojos para calmarse, reguló su respiración y agregó—: No subestimes nuestro destino, ¿no lo puedes ver? Es una señal, nacimos para estar juntos.

Ante tales palabras el alfa quedó desarmado.

—Podemos hacerlo —insistió al ver que no parecía reaccionar—, Bright, te amo...

Negó con la cabeza un par de veces.

—El amor no es suficiente —pronunció mirando en dirección a sus manos unidas—, el amor no te salvará si tu cuerpo no lo soporta, el amor no evitará que te pierda si decido apoyarte —confesó sintiendo como su vista se nublaba.

No quería que tomara aquel riesgo por él, que evidentemente no lo merecía.

—Hey —llamó su atención al percatarse de la primera lágrima que rodó por su mejilla, limpiándola con el dorso de su mano, lo tomó después por la barbilla para obligarlo a enfrentarlo—. Será suficiente, porque este pequeño, es el más deseado y amado que podríamos imaginar, y no importa lo que tenga que enfrentar, lo haré porque así lo deseo, porque quiero darte un hijo, porque te amo. Ni los médicos, ni mi madre, ni tú, impedirán que siga el camino que ya elegí.

[...]

Los minutos pasaban y Bright seguía con Gulf. Le preocupaba el estado del omega, le angustiaba no poder hacer más que esperar, mientras el tiempo transcurría y el miedo se arraigaba a todo su ser.

Éramos indestructiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora