Capítulo 3

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Su regocijo no puede ser mayor al sentir su cuerpo reaccionar, después de lo que para él ha sido una eternidad finalmente es dueño de su cuerpo, pero tal premio dado por la vida tiene un alto precio. Sus nervios empiezan a mandar impulsos haciendo captar a su cerebro que se encuentra más vivo que nunca.

Nota la rigidez de sus articulaciones, la gravedad de la tierra se hace presente haciendo que su peso sea abrumador y por si no fuese poco inicia un dolor incesante a  aumentar queriendo llevarlo al desespero.

Carla sigue luchando, pero su lucha no es contra aquellos labios de aquel hombre que se encuentra delante de ella, es algo más profundo, algo que nadie puede ver, una grieta que surge en su interior tan profunda que ella misma niega a creer que exista, solo busca subsanar aquello a través de sus acciones inmediatas, quiere que su mente lentamente se sumerja en un mar de emociones y ahogue su razón oscureciendo la presencia de su huésped.

El beso transcurre sin ser gran cosa, tan plano en emociones como una llanura, pero para Carla no es de extrañar que sea así, ya se resignó a creer que aquellos relatos en bocas ajenas sean reales, se ha cansado de buscar esas famosas mariposas que dicen que existen en el estómago y salen a revolotear cada que se tiene el mínimo contacto con la persona indicada.

Una lengua intenta explorarla de forma brusca y tosca, tan diferente a su estilo que termina siendo molesto, pero acepta su solicitud, en el afán de la lengua contendiente  de complacerla los dientes de ambos chocan empujándola a ese recuerdo donde dio su primer beso.

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Un día cualquiera a sus 12 años de edad, en medio de aquella sala que había existido para ella desde que tenía uso de razón, se encontraba junto aquel chico que era quizá más familiar que la mismísima sala. Sus manos transpiraban, quería decir que era debido a la chimenea encendida que se encontraba en medio de la habitación pero el tener el corazón inquieto contradecía tal excusa.

Estaba por descubrir que se sentía, por vivir aquello que sus amigas le contaban ya haber experimentado y ella en medio de su curiosidad descubriría con aquel que poseía el título de su novio.

Podía sentir que aquellos nervios que tenía eran compartidos con el chico, era extraño que el ambiente estuviese cargado de tal sensación pues prácticamente lo habían compartido todo, juegos, secretos, experiencias, y una amistad. 

Podía ver sus ojos tan inquietos como los de ella, lo que no sabían era que cada uno tenía una inquietud diferente, ambos juntaron sus manos algo pequeñas y temblorosas para dar un paso a lo desconocido.

Un beso cargado de inocencia y curiosidad, Carla al sentir los labios de aquel chico que había estado presente toda su vida debido a la cercanía entre sus padres no pudo ignorar que no sintió ni el mínimo destello de emociones que sus amigas le habían contado, por primera vez descubrió el vacío que hallaba en los besos y si fuese poco la torpeza de la niñez termino en un choque estruendoso entre sus bocas inexpertas que quizá causo mayor conmoción que el beso en sí mismo al menos para ella.

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El dolor sigue aumentando a cada segundo transcurrido pero realmente prefiere esto a volver a ese abismo del que trataba de huir. 

Los signos vitales marcados por el monitor empiezan a fluctuar dando aviso de que las cosas van mal. El aviso llega al par de oídos que se encuentran presentes en la habitación algo ajenos a la situación.

Carla al escuchar el sonido inmediatamente se separa para confirmar que está sucediendo. Mientras Manuel sigue en una sola pieza pues esta tan sumergido en sus deseos que ninguno de sus sentidos estaba dispuesto a separarse de la silueta de ella.

Carmuel: Perfectamente imperfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora