Invierno. La peor estación del año. Podría ser verano, o primavera. Pero invierno... Qué asco.
Me levanté con los ojos rojos, y unas ojeras enormes. Me dirigí al baño y me miré en el espejo. Qué horror. Yo era una chica normal y corriente. Tenía algunos amigos, iba al instituto... Lo que se suele hacer con quince años. Pero no me veía especialmente guapa. Rubia, con ojos azules. Pero nada más. Encima esas ojeras afeaban aún mas mi rostro.
Me quité el pijama y me metí en la ducha. No había clase, estábamos en las vacaciones de Navidad, así que podría ducharme durante todo el tiempo que quisiera. Abrí el grifo y el agua salía fría. Me gustaba, pero no podía ducharme con ella fría. Así que giré el grifo y sentí como las gotas de agua caliente se deslizaban por mi piel. Esos momentos me encantaban. Me sentía libre, allí podía ser yo misma.
- ¡Bea! ¡Baja a desayunar!
Mi madre. Siempre igual. Salí de la ducha y volví a colocarme el pijama. No me apetecía vestirme aún. Bajé las escaleras, y encontré a mi madre en la cocina.
- Buenos días Bea - me dijo dándome un beso en la mejilla.
- Buenos días mamá.
Me senté en una silla junto a la mesa. Mi madre colocó una taza llena de leche delante de mi. Aunque yo no quería nada, le di las gracias por ese gesto amable. Seguidamente, sacó una bolsa de galletas y otra de bizcochos y las puso sobre la mesa. Mi madre sabe que no me apetece comer nada por la mañana, pero siempre lo consigue. Cogí un bizcocho y me lo comí con la leche. Cuando acabé, le di un beso en la mejilla a mi madre y me fui a mi habitación.
Cogí mi iPhone y revisé mi Whatsapp. Tenía algunos mensajes de Cris, Lu y Dani. Son mis mejores amigos. Les respondí, y después bajé al salón.
- Bea, voy a trabajar, luego llámame.
- Vale mamá.
Se fue. Entonces yo encendí la tele pero no había nada que me gustase. Así que fui a mi habitación. Me tumbé en la cama y, sin querer, me dormí.
Sonó el timbre y me despertó. ¿Por qué llaman si tienen llaves? Bajé.
- Hola Bea.
- Hola papá - le dije, y le di un abrazo.
- Hola cielo, al final no me llamaste.
- Ya, mamá. Me quedé dormida - le dije, y también le di un abrazo.
- Bueno, voy a hacer la comida - dijo mi padre, y se fue a la cocina.
- Tengo algo para ti.
- Mamá...
- Te va a encantar, vamos a tu habitación - dijo sonriendo, y fuimos.
Sacó un vestido negro, precioso, de una bolsa. Era de tirantes, corto, por encima de las rodillas.
- ¿Te gusta?
- ¡Me encanta! Gracias mamá.
- Pruébatelo, te espero en la cocina.
Salió de la habitación. Me puse el vestido y me miré en el espejo. Qué bonito era ese vestido. Qué buen gusto tenía mi madre. Bajé.
- ¡Bea, estás preciosa!
- Gracias mamá - Sonreí.
- Se te van a tirar todos los tíos encima.
- Papá - me reí - , sabes que no me gustan esas cosas.
- Ya, ya... Tu madre también decía eso.
Reíamos todos juntos. Después de comer, mi madre se fue a trabajar y mi padre la acompañó. Ahora tendría que buscar a alguien con quien quedar esa tarde, que un dos de enero no es fácil. Lu no está en Ponferrada, Cris está enferma, y Dani me dijo que solo podía salir por la noche. Y bueno, ya no tenía muchos más amigos. Decidí no quedar con nadie. Sonó el pitido de mi iPhone.
"Bea, hay una fiesta esta noche. ¿Vienes, nena?"
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Soñando el mismo sueño
Teen FictionMi nombre es Bea. Soy una persona "normal" de 15 años. ¿Adolescente? Si. ¿Rara? Aparentemente no. Mi vida es totalmente aburrida. Todos los días lo mismo. Hasta ese año...