Capitulo 8: Primera vez en batalla

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Una noche lluviosa azotaba a una pequeña la ciudad de Grecia y caminando por las calles más pobres que cualquiera se pudiera imaginar, un joven niño se encontraba entrando a una pequeña cafetería con el estómago vacío. El niño entra debilitado al establecimiento con intenciones de conseguir algo de comer antes de este cerrara, en el establecimiento solo se encontraban la dueña; la cual parecía ser una mujer muy amable, junto su pequeña hija; que la ayudaba siempre atender a los clientes. Una vez que el joven niño ha entrado la mujer y su hija lo miran mientras que este parecía esforzarse para poder decir una palabra, pero la debilidad que su aspecto demostraba era tan evidente que se podía fácilmente deducir que este no había comido en varias noches y como consecuencia; justo antes de que aquel niño pudiese emitir al menos una oración cae profundamente desmayado sobre el suelo de la cafetería.Tiempo más tarde aquel niño despierta solo para darse cuenta que estaba en una habitación extraña recostado sobre la era la cama de la hija de la dueña de la cafetería, una vez que este se mueve para bajarse de la cama, descubre que a los pies de esta se encontraba la pequeña niña recostada; con los ojos entre cerrados, pero al sentir los movimientos del chico esta se despierta de su frágil sueño solo para terminar emocionada por ver al debilitado niño despierto.

-Niña- ¡Oh, qué bien, ya despertaste! –Al decir esto la niña observa como aquel niño con expresión triste no le daba repuesta alguna– Ya veo, Eres muy tímido...

-Niño- ¿Donde?... –Pregunta con un tono de voz algo tenue–

-Niña- ¿Ah?

-Niño- ¿Dónde estoy?...

-Niña- Ah, eso. Estas en mi cuarto, mi mamá cuando te desmayaste... ¡Cierto, tengo que decirle que ya despertaste!

-Niño- ¿Me desmaye?...

-Niña- Si... ¡Por cierto, antes de decirle a mi mamá que has despertado tienes que decirme tu nombre!... ¿Tú tienes un nombre? –Ante esta pregunta el niño simplemente responde asintiendo con su cabeza– ¡Eso es buenísimo! ¿Y cuál es?

-Niño- Stefano...

-Niña- ¿Stefano? ¿Te llamas Stefano?

-Stefano- ...Si...

-Niña- Es un placer conocerte Stefano, mi nombre es Perséfone.

-Stefano- Perséfone... Nunca había oído un nombre tan hermoso.

Esta historia era contada por Perséfone al bebe que llevaba en su vientre; como si de un cuento de hadas se tratase, al recordar como ella había al ya difunto padre de su hijo, la tristeza, el dolor y la ira se apoderaban ella mientras que acariciaba su vientre.

-Perséfone- Ese fue el día que conocí a tu padre y después de ese día el siguió comenzó a ir a la cafetería de mi madre diariamente. En ese entonces no me imaginaba que lo amaría tanto.

-Albértos- Joder, que buena historia. –Dice interrumpiendo el relato de Perséfone al donde se encontraba ella mientras que este cargaba con él un curiosa mochila negra–

-Perséfone- ¿Albértos?... ¿Vienes a reírte un rato?

-Albértos- Y a ver una amiga.

-Perséfone- Tu y yo no somos amigos, ni siquiera te conozco bien.

-Albértos- Y aun así, me duele la muerte de Stefano. El padre de tu hijo.

-Perséfone- Eso no es cierto, sé que la muerte de Stefano no te molesta en lo más mínimo, si algo te incomodara seria el hecho de que ahora estamos una clara desventaja contra el equipo de Londres.

-Albértos- ¿Y dices que no me conoces bien?

-Perséfone- Tal vez me equivoque.

-Albértos- En fin... ¿Por no me acompañes a darle el reporte de mi misión a la capitana? –Dice dándole la espalda para marcharse– Además, así esperas a que sea tu momento de pelear y cuando llegue ese momento, te sugiero que luches teniendo en mente que si mueres tu hijo jamás podrá ver el resplandor del sol. –Se marcha tras decir esto último–

La Guerra de los soldados caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora