Capítulo III.
Canadá, 10 de Marzo del año 1885.
Sentada como indio sobre la cama de su habitación, Olivia removía los diferentes accesorios que fueron desparramados por ella desde el cofre de madera. Sus dedos juegan con unos sencillos pendientes bañados en plata mientras los mira con una mezcla de curiosidad y desinterés, antes de empujarlos a las demás cosas. Emille está frente a ella, sentada en la butaca que está junto a su ventana, con la carta del hijo del Duque en sus manos. Debía ser ya la quinta o la sexta vez que la leía.
—Lord Shawn Mendes —susurró, lo suficiente alto para ser escuchada pero ignorada. Olivia inspira por su nariz de forma ruidosa, toda su atención puesta en las pequeñas cintas elásticas que hay entre sus manos. Emille mueve la vista de la carta a su cara y achica los ojos—. ¿No quieres hacerte unas trenzas, verdad?
En realidad, Olivia pensaba en hacerse una simple trenza francesa, pero la mirada de horror en la cara de su amiga le dijo que ella creía que se iba a hacer trenzas africanas (que amaba hacerse) y simplemente no pudo resistirse. Una sonrisa arrogante se expandió en su cara al mismo tiempo que levantaba la barbilla. —Por supuesto que quiero. ¿Cuál sería el problema?
Sin esperar su reacción, se levantó y fue hasta su espejo, colgado junto a él estaba el vestido que utilizaría para visitar al duque. Era sencillo en comparación a los vestidos que se usaban pero le parecía precioso, era de un bonito color melón, con cuello alto y ajustado en el pecho y la cintura, la falda era de caída sencilla, apenas abombada por el armazón y tenía pliegues verticales en el frente con detalles de flores bordadas.
Tomó la tela entre sus manos y suspiró alegremente. Cuando había recibido la carta del hijo del Duque, en la que rezaba una invitación "... Para conecernos y hablar de negocios. La espero a las once y media, para el almuerzo", su mente había volado al vestido que había visto en el escaparate de la modista, y ahora mientras lo veía, a unas horas del encuentro con el hijo del Duque, lo sentía perfecto.
—Por dios, Olivia. —refunfuñó su amiga de repente, sacándola de la nube de encanto en la que se había sumergido. Emille se levantó, se acercó y trató de arrancar las cintas de sus manos—. Vas a ir a ver al hijo de un Duque.
—Lo sé, es por eso que quiero que mi cabello esté bajo control. —se justificó, reprimiendo una risita y fallando. Estiró la mano, dejando las colitas en cuestión fuera del alcance de su enana amiga. Localizó un clavo salido en la altura y las colgó de ahí.
-Pero, va a ser algo formal. -la rubia lloró, y percatándose de que estaba siendo (otra vez) ignorada, dejó caer los brazos a sus lados y bramó- Deberías arreglarte o se te hará tarde.
-¿Perfumas mi vestido, por favor? -Olivia mordió su labio mirándola con súplica. Emille movió la mano dando por sentado que lo iba a hacer, ya moviéndose a su peinadora para buscar un perfume. Sonrió y se dio la vuelta.
Una hora después, terminó de hacerse la trenza (francesa, para el alivio de Emille), esta caía sobre su hombro y algunos mechones se salían dándole un aire infantil. Su amiga estaba revoloteando a su lado como un mosquito, le alcanzó su abrigo y sus guantes, los dos color champagne, buscó unos zarcillos en el desorden de su cama y volvió para ponérselos.
-¡Yo me los pongo! -exclamó Olivia, con los nervios crispados ante la agitación de su amiga. Arrancó los zarcillos de sus manos y se los puso con cuidado.
Cuando terminó de arreglarse el sonido de cascos de caballos comenzó a hacer eco hasta sus oídos. Miró con confusión a su amiga, que se encogió de hombros con una mirada en lo absoluto arrepentida.
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anatomía de una flor. [s.m.]
FanfictionShawn Mendes, hijo y heredero del duque de Ontario, ha sido enviado a Stratford para traer de vuelta al pueblo del hoyo al que se precipita. Ahí conoce a Olivia Wright, la dueña de una tienda de jabones, una mujer de piel oscura que en apariencia es...