Canadá, 16 de Junio del año 1885.
Al momento de exteriorizar sus emociones, Olivia había sido invariablemente reservada desde que era muy pequeña. Ella no tenía problemas expresando sus emociones cuando estas venían en olas ligeras, su madre no se preocupaba porque su hija se contuviera de comunicarle algún deseo, alguna necesidad o de decirle cuando algo la molestaba, la entristecía o la hacía feliz; Olivia tendía a ser brutalmente franca en esos casos, incluso con algunas emociones que su madre prefería que ocultase (o disimulara, como aprendió a hacer después). Era cuando una emoción la empapaba con la fuerza del mar en una tormenta que Olivia se cerraba como una ostra, en busca de no ahogarse entre olas que la arrastraban. Sin embargo, como las ostras que se hunden bajo el peso de una perla celosamente escondida en su interior, los sentimientos que Olivia aprisionaba dentro suyo eran tan pesados que la terminaban por hundir contra su voluntad.
Eso fue lo que sucedió luego del incidente de la librería. Tal eran los celos, la rabia y la tristeza dentro suyo que en su pecho no quedó espacio para ningún otro sentimiento. Sentía que se ahogaba, pero de su boca no salió ni una sola palabra.
Tratando de seguir adelante mientras procesaba y trataba de entender lo que sentía y por qué lo sentía, Olivia empezó a comportarse de manera mecánica, sus respuestas eran monosílabos, su entusiasmo era forzado, su ánimo era cada vez más irritable y cuando podía permitirselo, estando libre ya de sus quehaceres, se sentaba en silencio, sumida en sus pensamientos durante horas mientras trataba de desenredar el caos en su cabeza.
Naturalmente su mamá la conocía, por lo tanto no dudó en suponer que su actitud significaba que algo había pasado, y sabía por experiencia que cuando era así Olivia prefería estar sola y no ser cuestionada; ella hablaba cuando estaba lista, y si no lo hacía, sencillamente actuaba como si nada hubiera pasado y seguía con su vida normal. Su madre acostumbraba a dejar que Olivia siguiera su proceso auto impuesto, ya que normalmente duraba unos días, pero mientras los días pasaban y el fin de la pena de su hija no parecía cercano, comenzó a preocuparse.
Un día por fin se paró frente a ella y le preguntó, pero Olivia apenas la miró cuando respondió. "No me pasa nada", dijo, tratando sin éxito de lucir calmada. Su madre calló, decidió no volver a preguntar y esperó con paciencia que Olivia cediera ante el peso.
Sucedió el veinte de Mayo, casi dos meses después, en el cumpleaños número dieciocho de Olivia. Como todos los años, su mamá llegó al cuarto que compartían cargando una pequeña torta, adornada sencillamente con una vela. Compartieron un abrazo y bajaron la lámpara de la mesa de noche que compartían para dejar la torta encima, luego cada una se sentó en su cama para empezar a cantar en voz baja. Ya era de noche.
Al terminar la canción de cumpleaños su mamá se levantó y le dió un beso en la cabeza. —¿Quieres comerla ahora? —preguntó con voz tierna, y señaló la torta con un cuchillo de mantequilla. Olivia asintió efusivamente, parecía más animada, tal vez debido a que iba a la torta.
—Sí.
Su torta favorita era la de chocolate, rellena con maní y pasas acarameladas. Su madre lo sabía y de alguna forma siempre conseguía que el cocinero la hiciera para ella en su cumpleaños, pero cuando la primera rebanada de torta cayó y Olivia pudo observar el bizcocho, supo de inmediato que la torta era simplemente de vainilla.
La mujer no fue consciente de la forma en que la alegría abandonó el rostro de su hija, y tranquilamente le pasó un plato con torta para después sentarse a su lado con uno propio. No se extrañó de no oírla hablar, después de todo había estado así las últimas semanas, así que se dispusó a comer su torta, pero en el momento en el que abrió la boca para el segundo bocado escuchó sollozos silenciosos. Dejó la torta y se volteó para mirarla, Olivia sostenía el plato con la rebanada de torta aún entera, tenía lágrimas resbalando por sus mejillas.
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anatomía de una flor. [s.m.]
Fiksi PenggemarShawn Mendes, hijo y heredero del duque de Ontario, ha sido enviado a Stratford para traer de vuelta al pueblo del hoyo al que se precipita. Ahí conoce a Olivia Wright, la dueña de una tienda de jabones, una mujer de piel oscura que en apariencia es...