IV: Moldes.

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Capítulo IV.

Canadá, 21 de Marzo del año 1885.

Desde que había llegado a Stratford, Shawn sentía los días lentos y al mismo tiempo rápidos. Extrañaba a su familia y a sus amigos, y no había tenido noticias de ellos más que por cartas que duraban una eternidad en llegar. Quería saber cómo estaba su mamá ese día, a esa hora, en ese instante, quería saber si había terminado de leer el libro que tanto la había estado apasionando los días antes de su partida. Quería escuchar su voz mientras les contaba, quería ver a su papá suspirando cansado porque seguro que su mujer lo había estado acosando con cada detalle y quería reír por su hermana ironizando sobre la forma en que su mamá parecía olvidarse de todo lo demás.

Se preguntó con un poco de melancolía si volvería a tener esa vida de vuelta. Cuando su papá le dijo que lo iba a enviar ahí, él realmente no había pensado en lo que supondría, no es que tuviera la opción de decir que no tampoco, pero ahora se preguntaba si acaso luego de terminar ahí, iba a volver a vivir bajo el techo de sus padres con su pequeña hermana molesta, si iba a retomar su vida anterior...

Los sirvientes de la mansión notaban cuando él estaba decaído, porque pedía que llevaran su comida arriba y se quedaba ahí. Pero luego de unas horas, el enérgico y amable chico que tanto había estado atormentado a Philipe volvía, bajaba corriendo las escaleras y empezaba a supervisar todo, metiéndose aquí y allá.

La mansión estaba repleta de gente, en lo pisos habían sábanas pegadas al borde de la pared y el aire era irrespirable por la pintura champagne que esparcían los hombres en las paredes. Afortunadamente los últimos vestigios del invierno habían desaparecido y la primavera empezaba a asentarse, de modo que podían abrir las puertas y ventanas de par en par, pero ni siquiera saliendo al patio se podía conseguir tranquilidad, porque había otro par de hombres trabajabando en los muebles de la casa, lijandolos y pintandolos.

Cuando se aseguraba que todo iba bien, se encerraba durante horas escribiendo cartas solicitando, entre otras cosas, que comenzara el proyecto de cableado en el pueblo, también definía los proyectos para expandir y explotar los negocios del pueblo, e ideaba nuevos a futuro; Y cuando no estaba en eso, se alistaba y salía cabalgando a su finca, que ya comenzaba a andar sobre ruedas, y regresaba oliendo a abono y animales.

Estaba almorzando cuando recibió una carta, le pedían que llevara a la ciudad planos detallados del pueblo para iniciar con la electrificación. Alzó las cejas, eso había sido rápido. Aunque con su padre siendo uno de los Duques más importantes de Canadá, no era de extrañar.

Como debía viajar, le pareció que era una buena oportunidad para hacer que los jabones de Olivia lo hicieran también, así que se montó en su carruaje y salió en dirección a su casa. Era ya tarde, casi las seis de la noche, así que se imaginó que ella ya estaría allí. Subieron por la montaña y unos minutos después llegaron hasta el lugar, era una cabaña rodeada con una cerca de madera y un jardín a los lados del camino de la entrada. Se bajó de un salto del carruaje y caminó a la entrada, haciendo muecas por los ruidos de los insectos, que lo hacían estremecerse con asco y también con miedo de que en cualquier momento saltara alguno desde la oscuridad y lo atacara. Su lacayo se adelantó y tocó la puerta. Luego volvió a tocar. Y otra vez. Sin respuesta.

-¡Señorita Wright! -llamó en un grito Shawn, golpeando insistente la puerta, pero nadie salió. Esperó unos minutos muy impaciente, pero finalmente desistió, pensando en buscarla en la tienda.

Volvió sobre sus pasos al carruaje, puso un pie en el escalón y justo entonces escuchó una maldición, había sido un sonido bajo, pero reconoció la voz femenina. Rodeó la casa, a unos metros de la terraza el terreno bajaba con una inclinación irregular. Se asomó, la luz de las estrellas le permitieron visualizar el arroyo que pasaba en la zanja que había entre las dos montañas, y un poco más arriba en la montaña estaba ella, agachada mientras jalaba su vestido.

anatomía de una flor. [s.m.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora