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Capítulo IX.
Canadá, 10 de Mayo del año 1885.
Él todavía seguía enfermo para el día que debían reunirse con su abogado. Aunque después de haber tomado una infinidad de infusiones y remedios, suministrados por la alianza entre la señora Cambert y su doctor de cabecera, parecía haber mejorado. Su nariz ya no necesitaba ser limpiada cada pocos segundos a causa del moco aguado, sus fosas nasales estaban casi completamente libres, su garganta solo con un ocasional picor que lo hacía toser y en general se sentía mucho mejor. Pero eso no impidió que cuando oyera su puerta ser tocada, él rebuscara la voz más lastimera para responder.
—Adelante. —dijo, sonando sin aliento, el sonido siendo casi un murmullo.
Antes de que la puerta se abriera, él abandonó su postura derecha, y se recostó en la silla en la que estaba, llevando una mano hasta su frente de manera que lucía como si estuviera sufriendo un fuerte dolor de cabeza o algo similar.
Phillipe entró a la habitación, hizo una reverencia y se paró a su lado, luciendo imperturbable por su dolor, dobló el periódico que Shawn leía para ponérselo debajo del brazo y con un gesto de manos ordenó que retiraran los platos vacíos de su desayuno.
—¿Qué pasa? ¿Por qué me interrumpes?
—Disculpe, joven amo. El señor Jenkins está aquí y desea hablar con usted.
Shawn arrugó la boca. El señor Jenkins era el encargado del proyecto de electrificación, un hombre muy competente pero muy hablador.
—¿Ahora? Sabes que debo salir.
—Ya se lo informé, joven amo. Dice que será rápido.
El señor Jenkins venía a decirle que las estaciones eléctricas ya estaban listas así que podían empezar el proyecto de electrificación del pueblo. Shawn se alegró tanto que por un momento perdió la actuación ante las miradas cómplices de la señora Cambert y Phillipe. Se despidieron cuando uno de los lacayos entró para informar que el carruaje esperaba.
La oficina de su abogado quedaba en el segundo piso de un edificio del centro de la ciudad. Como siempre, Shawn fue acompañado por Phillipe. Los dos subieron y el abogado los recibió siendo muy atento, ofreciéndole esto y lo otro como era habitual, aunque también lo estaba siendo porque Shawn había retomado su actuación de hombre convaleciente. Sin embargo, Shawn lucía ligeramente inquieto y ansioso. Notaba la ausencia de la señorita Wright como un peso en su estómago, revisando una y otra vez su reloj.
Quería verla y al mismo tiempo, temía verla.
—Vuelvo un momento. —dijo levantándose.
—¿Pasa algo, Lord Mendes? —preguntó el abogado. Shawn sacudió la cabeza al mismo tiempo que se estiraba para recoger del perchero su abrigo y su sombrero. Se puso el sombrero y le entregó el abrigo a Phillipe para que lo ayudara a ponérselo.
—Esperaré a la señorita Wright, no quiero que se pierda.
El abogado quiso acompañarlo pero Shawn declinó el ofrecimiento con voz suave. Salió, Phillipe iba detrás de él, un poco fastidiado con la decisión de ir afuera para esperar a esa mujer. Según lo que había visto de ella, era completamente capaz de llegar sola sin problemas.
Shawn ajustó la bufanda que envolvía su cuello y el sombrero en su cabeza. Llevaba encima un traje habitual de tres piezas, más un abrigo, porque a pesar de que el clima fuera cálido (entre lo que cabe, ya que en ese momento específico llovía), él todavía se sentía frío. Frotó sus manos y las subió a su cara para soplar en ellas, mientras sus ojos inquietos corrían de un lado de la calle al otro.
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anatomía de una flor. [s.m.]
FanfictionShawn Mendes, hijo y heredero del duque de Ontario, ha sido enviado a Stratford para traer de vuelta al pueblo del hoyo al que se precipita. Ahí conoce a Olivia Wright, la dueña de una tienda de jabones, una mujer de piel oscura que en apariencia es...