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Sin importancia

Dentro de Gustabo había una sensación de miedo, no tenía explicación, solo tenía miedo.
Al salir del hospital pensaba más bien sentía que lo seguían, como no, habían casi escapado de la policía, ¡Les estaba siguiendo la policía!.

-¡Horacio, frena el coche!
El grito del bajo, asustó al menor de edad, haciendo que de una vuelta peligrosa, por obra y gracia de un ser divino, no hubo heridos.
-¡Gustabo! ¡Por todos los Dioses, no grites así, casi nos matas!.
El de cresta estaba molesto, casi morían por culpa de él chico.

-¡BAJAD DEL PUTO COCHE! ¡GILIPOLLAS!.
Ambos chicos bajaron asustados.
Volkov se acercó al rubio tomándolo del brazo, esta vez lo hizo con suavidad, hablo bajito para que el menor no se pusiera mal, otra vez.
-No me hagas esto difícil, vale, sube al patrulla.
-...Vale -Gustabo estaba nervioso, pero no tanto para caer en otro ataque, se iba a mantener para no terminar otra vez en el infierno de hospital.
-¡CAPULLO! ¡ANORMAL!.
El de traje blanco, el superintendente esposaba a su amigo, miro la cara de queja, lo estaba lastimando. Tuvo suerte que Volkov fuera más blando.
-¿Te encuentras bien, Sr.Gustabo?
-Si, Agente ¿Volkof?.
-Volkov, comisario Volkov.
-Vale, Comisario. Usted es muy amable.
Hubo un ligero sonrojo en el ruso, quién ya se metía dentro del patrulla, seguido del rubio.

(...)

-Horacio Pérez y Gustabo García, son nuevos en la cuidad.
-Asi es, señor superintendente.
Pérez había contestado, ya que el rubio estaba tomando agua.
La mirada de Conway se dirigió a el Rubio, quién aún bebía agua. Le parecía un cachorro, uno al que solo con tocarlo lloraría, era un cristal para sus ojos, un cristal que él quería, para su posesión, quería que ese chico mirara solo a él.
Desvío su vista a sus agentes, para luego mirar al de la cresta, caminando alrededor de ellos.
-Segismundo García, estaba con ustedes, ¿De dónde se conocen?.

La voz les hizo saltar un poco, pues había sonado un poco más grave que otras veces.
-Cuando llegamos a la cuidad, no lo encontramos, nos enseñó los trabajos que habían. Fue muy majo con nosotros.

Por fin hablo el rubio sin titubear.
Si voz, era fina, era exquisita. Suave y segura, ¿Cuando está nerviosa era diferente? Claro que lo era, pues se escuchaba entre cortada, muy bajita y fina.

-Saben que Segismundo tenía un arma ¿No?.

El superintendente miro fijamente al rubio, quién desvío su mirada a el ruso y el otro agente. Conway solo río por lo bajo, joder aquel chico era lindo.
Daba gracias al cielo de que ninguno de los presentes vio eso.

-Si, tiene licencia de armas, está limpia, no la utilizo en ningún momento. Lo confirmo.

El rubio hablaba confiado, aquellos agentes no le incomodaban. Es más le atraía esa tranquilidad que le otorgaban esos dos agentes.
-Re confirmo.
Dijo el de cresta, mirando a Gustabo, regresando su vista otra vez a Conway.
El superintendente quería tenerlos un poco más para seguir viendo a su querido Gustabo, pero no quería incomodarlo, tampoco quería perder el tiempo pues aquel atentado era más importante que el de ojos azules.
-Bien, nenas, pueden irse. Llevense a su amigo el gallego.
Al terminar de decir eso se fijo en el rubio.
Los ojos de Gustabo se iluminaron, su vista se dirigió a el super, dedicándole una sonrisa.
-¡Gracias!.
Salieron acompañados de los dos agentes que estaban presentes.
Dejando solo a un señor de traje, quién suspiraba como enamorado, ese chico tenía algo que te hacía voltear al solo oír su voz.
-Comisario Volkov, fue un placer conocerle.
Le tendió la mano para luego ser estrechado por el contrario.
Pasando a el otro agente. Quien también estrecho su mano.
-El placer fue mío. Señor Gustabo.
Horacio vio eso, si su hermano estaba mucho mejor, tal vez aquel agente de 2 metros que por nombre lleva “volkov” le hacía bien.
-Tambien fue un gusto conocerle, comisario ivannov.
-Digo lo mismo, Horacio.

Te necesito aquí. [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora