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•Capítulo 2•

La vida 
se define 
por momentos, 
incluso los que 
dejamos escapar. 

—El curioso caso de 
Benjamin Button  




Una semana ha pasado desde que llegué a Nueva York, y no ha ido tan mal. Bueno, descontando alguna que otra pesadilla que he tenido; éstas estaban relacionadas con Joey y, a decir verdad, no eran nada agradables. Volvía a recordar todas aquellas veces en las que llegaba borracho a casa y me pegaba o simplemente me decía cosas malas para hacerme sentir peor de lo que ya estaba. Al principio de nuestra relación, durante dos años, la cosa fue bastante bien, no había ningún problema, pero entonces cada vez llegaba más tarde a casa, aveces no se presentaba. Yo creía que era normal, que el trabajo lo mantenía bastante ocupado, pero con el paso del tiempo empezé a sospechar, pero no quería mencionarle nada por el miedo a lo que me podría llegar a decir. Así pasó un año, entonces comenzó el infierno de verdad.

Me gustaría decir que mi vida ha sido muy buena y feliz, pero me estaría engañando. Aveces me culpo a mi mismo por no haberme dado cuenta de que todo aquello me hacía mal, pero era tan ciego que seguí adelante soportandolo todo día a día. Durante siete largos años no he sido nadie, nadie importante, nadie para mí y nadie para todo el mundo.

Suena la campana de la puerta de la cafetería mientras me encuentro ordenando los platos, vasos y cubiertos ya limpios. Levanto la cabeza de lo que estoy haciendo y me encuentro con cuatro chicos, y uno de ellos es James Hetfield. Supongo que me equivoqué al pensar que probablemente jamás lo volvería a ver, mierda. Mary sale de la cocina con su delantal negro junto con el logo, caminando hasta mi.

—¿Te importaría atenderles? —me pregunta con voz cansada, yo me pongo nervioso—. Tranquilo, yo me encargo de esto. Toma la libreta para apuntar.

Camino hasta la mesa donde se han sentado los cuatro. Al llegar no me prestaron atención, ya que no notar mi presencia, algo que me ha pasado desde siempre. En mi infancia siempre era el invisible, no me hablaba con nadie, hasta que llegó el instituto y en esos últimos tres años cambiaron totalmente cuando de que no me conociesen a ser el centro de las burlas del rubio y sus amigos. Les miro y me doy cuenta de que dos de ellos son Kirk y Lars, los mejores amigos del alto. Puede que os preguntéis que como es que me acuerdo de tanto, ya que fué hace muchos años; y, bueno, la cosa es que, aparte de tener buena memoria, es un tema muy delicado y que te deja huella, algo que es imborrable.

—Buenas, ¿os puedo tomar nota? —pregunto, ahora se giran a verme y fruncen los tres que reconozco fruncen el ceño.

—Yo te conozco —mencionan el de rulos y el bajito a la vez, Kirk y Lars respectivamente.

—Que raro, ya que hace poco llegué a la ciudad —explicó algo rápido, pero sé que me logran entender, y nervioso.

—Yo si te conozco, fuiste el que me chocó el jueves por la mañana—recuerda el ojiazul apretando los puños.

—Si, sobre eso, me disculpé de inmediato y lo vuelvo a hacer. En serio lo siento mucho —mi voz suena algo temblorosa, pero los cuatro sueltan una carcajada que hace llamar la atención del resto de clientes.

Giro mi mirada hacia mi lado izquierdo, que es donde se encuentra Mary en la barra, haciendo lo que yo hacía antes. Nos miramos y ella mueve los labios diciendo: lo siento. Levanto los hombros queriendole decir que no pasa nada, que no se preocupe. Vuelvo a mirar a los amigos frente a mi y estos me miran expectantes.

Broken Heart © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora