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×ღ×
Nadie es libre, hasta
que se encuentra
a uno mismo.
×ღ×

Como se tenía previsto, aunque un poco más tarde, María y su esposo llegaron al anochecer. Leonardo y Annetta obviamente los recibieron acompañados de otros dos sirvientes que cargaron con las pesadas cosas que traían de la Toscana.

María reviso a sus hijos y al ver que estaban durmiendo placidamente, la Auditore les felicitó además de prometerles un regalo a cada uno. Y aunque Annetta esta emociona, Leonardo parecía algo preocupado debido al rostro del marido de su ama, parecía pálido y llevaba una mirada llena de preocupación.

Leonardo entonces se le acerco lentamente mientras le preguntaba el motivo de su preocupación, a lo cual Giovanni solo le sonríe, acariciando su cabeza diciéndole que solo es cansancio del viaje, algo que Leonardo no creyó pero tuvo que aceptar pues aun no se sentía con el derecho de preguntar más sobre asuntos ajenos a él.

Al día siguiente María llevo a sus hijos, acompañada de Leonardo y Annetta, al taller de Verrocchio, un pintor, escultor entre demás disciplinas muy reconocido en toda Florencia.

Al llegar al taller y entrar, siendo recibidos por un joven estudiante, vieron a muchos otros mas jóvenes trabajando tanto en lienzos como con cerámica y piedra, moldeando distintas figuras.

-El maestro Verrocchio vendrá en unos momentos mi señora, ¿le puedo ofrecer un poco de vino?

Los niños rápidamente asintieron con sus cabezas pero la mujer negó, pidiendo solo agua. Federico, quien tomaba de la mano a su hermano, deja salir un quejido en voz alta al aire que resonó por todo el taller debido a que este estaba cerrado incluyendo las pocas ventanas visibles.

El joven aprendiz solo sonrió diciendo que los niños siempre tienen una gran cantidad de energía. María por su lado lanzo una mirada algo dura hacia su hijo mayor. El aprendiz se fue a traer el pedido de la mujer Auditore.

Leonardo, por otro lado, miro a su alrededor algo emocionado, había escuchado sobre este taller, solo los más grandes artistas que mostraban potencial y determinación podían estar aquí. Y alejándose del restro, Leonardo observo como las personas trabajaban y se emociono mucho más cuando encontró un lienzo sin usar en una parte alejada de los demás.

Tomando una pluma de la mesa, y remojando la punta con un poco de tinta del tintero de al lado, Leonardo comienza a dibujar, no era algo tan magnifico como los demás que si tenían talento pero le empezaba a gustar como iba tomando forma, era un dibujo de un águila en vuelo debido a que aun no había podido sacarse esa imagen que había visto días antes de ese majestuoso animal.

-Es un boceto interesante, he de decir.

El joven Leonardo del susto suelta la pluma y comienza a temblar, no quería darse la vuelta debido al miedo de encontrarse con una cara de enojo, quizá había utilizado el lienzo de la persona que estaba detras de él.

-Y... Yo lo siento... no quería arruinar su... lienzo.

El hombre se acerca a Leonardo hasta quedar a su lado y coloca suavemente una de sus manos sobre su hombro.

-¿Arruinarlo? ¡Hijo mío tienes talento! Es un hermosos boceto. Mis estudiantes podrán dibujar uno igual pero el tuyo tiene algo especial

Leonardo sonrió tímidamente al escuchar esas palabras. Otro de los aprendices de Verrocchio que venía hablando con la Auditore sobre futuros proyectos que tenían dentro del taller, se detuvo al ver a su maestro.

-Oh, Maestro, ¿esta ocupado? Madam Auditore esta aquí por... ¡oh! Es muy hermoso Maestro, ¿usted lo dibujo?

El aprendiz se acerco a admirar el boceto, Leonardo realmente se sentía muy nervioso pues otra persona admiraba su trabajo. Verrocchio se gira y Leonardo hace lo mismo aunque el tenía su mirada sobre suelo.

Uccello in gabbiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora