20. Deseo cumplido

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LUISITA

El tren empieza a moverse y es entonces cuando me paro a pensar de verdad en lo que estoy haciendo y una ola de inseguridades se apodera de mí. La necesidad de ver a Amelia ha sido tan grande que he comprado un billete con destino a Zaragoza y ni siquiera me he parado a pensar si a ella le va a gustar. ¿Y si llego y ella se siente incómoda? Me ha dicho que me echa de menos, pero igual no le hace gracia que me presente allí sin avisar. Sacudo la cabeza para intentar dejar de pensar en eso. Ya no hay vuelta atrás y no sirve de nada preocuparme por algo que aún no ha pasado.

Quería coger el primer tren de la mañana para llegar allí temprano. Anoche le dije que me iba a dormir pronto porque estaba cansada, pero en realidad tenía que hacer la maleta y preparar algunas cosas y si seguía hablando con ella tenía miedo de que se me escapara algo sobre la sorpresa. Además, no quería felicitarle su cumpleaños por WhatsApp, quería felicitarla en persona por la mañana.

Estuve gran parte de la noche dándole vueltas al plan. Tenía que averiguar su dirección sin tener que preguntarle a ella y quería llevarle un regalo. La primera cosa la solucioné bastante rápido. Me acordé de que hace unos días Amelia usó el móvil de su madre para llamarme porque el suyo estaba apagado. Con suerte encontré su número en el historial de llamadas y en cuestión de minutos tenía su dirección.

Miro el móvil para ver la hora y justo entra un nuevo mensaje.

[Amelia]: Buenos días, guapa. ¿Te crees que mi madre me ha levantado temprano porque dice que tengo que aprovechar el día de mi cumpleaños? A ver qué pretende que haga a estas horas. Ojalá estuvieras aquí para amenizar este día.

Sonrío de oreja a oreja y se me concentra la sangre en las mejillas. Todas las inseguridades que tenía respecto a esto se van en un segundo. Sólo quedan unos minutos para llegar a Zaragoza y estoy tan nerviosa que siento que me voy a mear encima.

Por fin me bajo del tren, pero antes de ir a casa de Amelia necesito pasar por un par de sitios para preparar su regalo. No es nada del otro mundo, pero no puedo visitarla el día de su cumpleaños y llegar con las manos vacías.

Cuando llego a su puerta estoy tan nerviosa que siento que me voy a caer al suelo. Justo antes de llamar al timbre, se me ocurre una idea. Saco mi móvil y abro el contacto de Amelia.

- Hola, dormilona. Se te han quedado pegadas las sábanas. ¿Qué tal estás?

- Buenos días, guapa - le digo al otro lado del teléfono, repitiendo su saludo del mensaje - Sí, la verdad es que necesitaba dormir.

- Ya veo - dice riéndose - ¿Y qué plan tienes hoy?

- Pues aún no lo sé, hoy me apetece vaguear todo el día.

- Qué suerte tienen algunas, a mí me espera un día muy largo por delante.

- Ya será menos, exagerada - le digo burlándome de ella.

- Oye, ¿no tienes nada que decirme? - puedo escuchar su sonrisa a través del teléfono. Es el momento perfecto para llamar al timbre - Luisita, un segundo que han llamado a la puerta.

Se escuchan unos pasos y segundos después Amelia aparece al otro lado de la puerta. Casi me caigo al suelo al verla, pero esta vez de verdad. Está increíblemente guapa. Su cara es un poema y no puedo evitar reírme.

- Feliz cumpleaños - le digo con voz tímida.

Estiro la mano para darle un girasol que he comprado antes de venir, pero ni siquiera le da tiempo a verlo porque se ha lanzado a darme un abrazo enorme.

- ¡Luisita! ¡¿Pero qué haces aquí?!

- Que no aguantaba más sin verte, Amelia - le contesto todavía en el abrazo. Da igual en qué parte del mundo estemos, estando en sus brazos yo siento que estoy en casa - Y no podía estar lejos de ti el día de tu cumpleaños.

KomorebiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora