23. Asuntos familiares

2.3K 182 17
                                    

LUISITA

Han pasado un par de días desde que apareció Alejandro y Amelia acabó en el hospital. Hemos quedado con él esta tarde y tengo que admitir que tengo un poco de miedo por Amelia. Sé que es necesario aclarar todo, ambos necesitan dar respuestas a muchas preguntas, pero este es un tema muy delicado para Amelia y me duele verla sufrir. Al menos lo más fuerte ya lo ha pasado, espero que el resto no le resulte tan difícil.

Ahora estoy en casa de mis padres, es domingo y no perdonan la reunión familiar de cada semana. Como siempre los pequeños están correteando por todos lados, Marisol y Manolín ambos inmersos en sus móviles y los adultos descansando en el sofá, tomando café después de tanta comida.

Los pequeños terminan por irse a jugar a la habitación y Marisol y Manolín han quedado con unos amigos, así que sólo quedamos el abuelo, mis padres, María y yo.

- Pues yo tampoco voy a tardar mucho en irme, mamá - le digo cuando me termino el café.

- ¿Y eso por qué, hija?

- Porque he quedado con Amelia esta tarde para un asunto personal suyo.

- ¿Le pasa algo? - contesta mi padre con tono protector.

Desde que conocieron a Amelia todos la tratan como a una más de la familia. Una de las veces que vino a casa acabó hablando con mi padre de su propio padre. Para mí fue una sorpresa, sabía que para ella ese tema era muy privado y nunca hablaba de ello con nadie. Pero ese día mi padre le regaló una entrada para que fuese con él a ver un partido del Atleti. Amelia se puso loca de contenta y por alguna razón empezó a hablarle de su padre y de todas las cosas que nunca hizo por ella. Desde entonces mi padre tiene un instinto protector con ella que solo tiene con su familia cercana.

- Hace un par de días vino su hermano a visitarla.

- No sabía que Amelia tenía un hermano - dice María extrañada. El resto están igual de confusos.

- Ni tú ni nadie, María. Resulta que su padre tuvo otro hijo y ninguno de los dos sabía que tenía un hermano por ahí.

- Qué me dices - salta mi madre con los ojos como platos.

- ¿Y cómo se lo ha tomado ella? - pregunta el abuelo.

- Le dio un ataque de ansiedad, así que te puedes imaginar. Acabó en el hospital porque no conseguía calmarse.

- ¿Cómo? ¿Y a ti no se te ocurre avisarnos? - mi padre se levanta como si fuese a salir corriendo por la puerta - ¿Dónde está ahora?

- Papá, relájate. Está bien, sólo estuvo un rato, luego me la llevé a casa. Siéntate, por favor - cuando se sienta sigo hablando - No dije nada porque sabía que hoy os iba a ver y pensaba contaros todo. Sólo fue un susto. El tema de su padre le causa mucha ansiedad y cuando apareció aquel chico diciendo que era su hermano pues no supo gestionarlo. Pero ahora está perfectamente, se siente preparada para hablar con él, por eso vamos a verle esta tarde.

- Santo niño del remedio - dice mi madre - Espero que todo acabe bien porque esa chica no se merece que su padre siga haciéndole daño incluso estando muerto.

- Qué fuerte todo esto, Luisi - salta María - Desde luego que lo mejor que puede hacer es aclararlo todo, claro que sí.

- Y está muy bien que estés a su lado en todo esto, charrita - dice el abuelo con su tono sabio como siempre - En estas situaciones uno siempre necesita a la gente que quiere más cerca que nunca.

- Eso no lo dudes, abuelo - respiro hondo y lo suelto - No pienso dejar sola a mi novia cuando pasa por un momento delicado.

De repente se hace un silencio ensordecedor en el salón. María abre los ojos cómicamente y se tapa la boca antes de que se le escape una carcajada. El abuelo me mira con una sonrisa que me indica que sabe más de lo que nos hace creer. Y mis padres se miran fijamente el uno al otro, sin decir nada.

KomorebiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora