Las llamas escarlata resplandecía alrededor del Contratista y el contratado, ardientes y crueles como los sentimientos del pequeño Conde y los deseos del demonio.
Las garras del demonio arácnido se aflojaron dejando caer al Conde Trancy. Ciel con sus temblorosas piernas intentó correr a atraparlo pero no pudo. Sebastián saltó directo atacando a Claude. El Albino dio grandes pasos y atrapó al niño.
Vio las pupilas de Alois casi sin color, la herida se abrió y la sangre comenzó a fluir. Como Dios de la muerte, sintió que el "recipiente se quedó casi sin esencia". Se lamentó en silencio, no diría nada, no viendo la expresión desesperada de Ciel acercándose a él.
-¡Alois!-. Exclamó Ciel tirándose a lado del albino. Con las manos inquietas vaciló en tocar a su precioso Alois.
-Ciel...-. Murmuró el rubio con la respiración agitada.
En silencio. Sin decir ninguna palabra. Sus mentes llenas de preguntas sin respuestas. Las lágrimas comenzaron a fluir.
-Lo siento... llegué tarde-. Dejó escapar Ciel dejando caer sus lágrimas sobre el rostro de Alois.
-No... llegaste a tiempo -. Tosio un bocado de sangre y acarició la nariz de Ciel. -¿Puedes decirme... que nunca me dejarás?-. Los dientes de Alois estaban manchados de sangre luciendo una oscura y lamentable sonrisa.
Alois comprendió los sentimientos ajenos muy pronto, pero aún así dudada de qué el sentimiento de Ciel hacia él fuera algo bueno, recién en el momento que lo abofeteó, apuñaló a la mujer y ordenó a su demonio que lo defendiera, fue entonces que comprendió que Ciel nunca se alejaría de él, nunca lo dejaría ir.
Ciel nunca se armó de valor para decir lo que realmente sentía, en su interior existía constantemente el miedo a perderlo, cuando lo dejó entrar en la mansión, sin que el Conde lo aceptara, también lo dejó entrar a su vida. Un niño terco, impulsivo y temperamental como Ciel, nunca habría permitido que su "enemigo" se alejara de él ileso, nunca lo dejaría ir,. En aquel entonces el no entendía porqué. Ahora estaba aterrado, ahora entendía esos sentimientos, y sin importar qué no lo iba dejar ir.
-Tengo miedo de perderte-. Exclamó Ciel quebrandose poco a poco.
-¿Te acostarias conmigo?-. Cuestionó con una sonrisa forzada. La sangre fluyendo por todos sus orificios faciales. -¿Ya no te doy asco?-. Alois recordó las veces que fue despreciado por Ciel, las veces que su ojo zafiro se llenó de repulsión al verlo. Esto lo llenó de dolor y sufrimiento todo el tiempo que pasó a lado de Ciel.
Ciel siempre lo trató con desprecio, sentía repulsión al verlo, pero nunca entendió porque, tal vez era odio por tomar un apellido y estatus con trucos sucios o tal vez eran celos porque él no podía tocar ese cuerpo, tan frágil y desprotegido.
-¡Dormiré contigo!-. Lo tomó de las mejillas, sus manitos delgadas y temblorosas acariciando el suave y frío rostro de Alois. -¡Así ya no tendrás miedo si solo te quedas conmigo!-. Se mordió los labios. Miró los ojos opacos del rubio. No podía aguantarlo más. Se aproximó y posó su frente contra la de Alois, su aliento rozando los labios ensangrentados del otro.
Murmuró . -Ahora tienes a alguien que te defienda-. Unió sus labios con los de Alois. Un beso suave, apasionante y lleno de amor dejando que sus corazones se liberen.
Sebastián dio un último golpe y el demonio arácnido cayó rendido... y como amo y mayordomo están unidos por un contrato de vida. El alma de Alois fue reclamada.
Su vida pasando frente a sus ojos, en brazos de la persona que amaba exclamó con su último suspiro.
-Antes de conocerte no sabía que el mundo podría ser tan brillante. Era tan feliz con tan solo mirarte. Mi corazón, aún ahora, se exalta... -. Tosió un bocado de sangre oscura, empapando las prendas de ciel.

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Entre Condes. Una Historia De Amor Inocente
Mystery / ThrillerA pesar del dolor lucharán por sus deseos, aunque el mal se interponga entre los dos no habrá distancia que los separe...