La razon número uno por la que los humanos no obtienen lo que quieren es porque no saben lo que quieren...
Pero esto era absurdo para el pequeño Conde Phantomhive el no quería a Alois, el lo odiaba, era estúpido siquiera hacerse la idea de que caería ante las provocaciones vulgares del enemigo, porque eso es lo que era el conde Trancy para el, un enemigo cobarde que atentó contra su vida de forma lamentable y alguien que obtuvo el título de manera repulsiva e inmoral. El capricho de Lizzy habia sobrepasado los limites de Ciel, pero preferia evitarse dolores de cabeza con el Marqués, su tío padre de Lizzy, accedió sin quejas en la búsqueda de Alois.
—¿Has encontrado algo inusual?—. Preguntó el de ojo zafiro al mayordomo.
—Nada, en absoluto, ni rastro de su esencia —. Replicó el de frac con los ojos encendidos en un rojo escarlata. Habian recorrido cada rincón del hotel, todo parecia tranquilo y normal. Ciel rememoró su pesadilla, a Alois siendo devorado por Claude y luego siendo arrojado al suelo como si no valiera nada y luego los ojos amarillentos lleno de deseo viendolo fijo a él. Se estremeció. —Sebastian, llevame a la habitación de Alois—.
—La señorita Paula lo ha buscado allí y dijo..—. —Es una orden—. Interrumpió el niño con ímpetu. —Yes my Lord—. Lo cargó en sus brazos y lo llevó al aposento del conde Trancy.
Ingresaron sin golpear y grande fue su sorpresa... El conde Alois Trancy, estaba allí, recostado en el sillón junto al ventanal. —¡Alois!— espetó pasmado Ciel que habia visto, en su sueño al joven rubio en el mismo lugar siendo devorado por el demonio, se cohibió y vaciló, temia que su pesadilla se hiciera realidad. Temía que realmente Alois ya no estuviera con vida.
Se aproximo al rubio, furioso y preocupado, aunque él negaba esta la sensación de angustia que se le atravesaba en el pecho. Quedó paralizado al ver su rostro relajado, sus rizos que brillaban por los suaves rayos del sol que ingresaba a través de las pequeñas aberturas de las cortinas y estos mismos parecían acariciar su hermoso rostro con total gentileza. Sus labios rojos y sus mejillas sonrojadas, sus largas pestañas castañas y su cuello expuesto también a la luz del sol. Era como un angel descansando a orillas del mar. Por un instante, le pareció que Alois emanaba su propia luz. Tragó saliva y volvió en si. Lo tomó de los hombros y comenzó a sacudirlo. —¡Alois. Alois!—. Exclamó nuevamente.
El joven Trancy entre abrió los ojos lentamente. Ciel quedó inmóvil y a la vez aliviado ya que no tendría que perder mas el tiempo buscándolo y podria pasar sus vacaciones mas sereno, eso era su excusa. Estaba mas que aliviado de ver con vida a su enemigo. El rubio se incorporó lentamente frente a Ciel mientras bostezaba. Ciel observó sus grandes ojos celestes y sintió los latidos de su corazón exaltarse. —¡Maldita Sea, ¿Donde te habias metido?—. Preguntó respirando algo agitado.
—¿ Dónde?—. Replico algo confuso Alois. Ciel inhaló profundo, sosteniendo las ganas de levantar la mano y dejar en esas sonrojadas mejillas la marca de su mano. Como una huella pensó el joven.
—La señorita Paula ha dicho que usted ya se habia marchado—. Intervino Sebastian, que notó nuevamente la ensencia cambiante de su contratista.
—¿ Marcharme?—. Se frotó su ojo derecho.
—Asi es, Paula vino a buscarte para que acompañaras a Lizzy a dar un paseo por la Isla y encontró la habitación vacía —. Suspiró Ciel, que aún no lograba aliviar esa extraña sensación en su pecho.
—¿ Vacía..?— Alois aún no lograba comprender nada.
—¿ Que has estado haciendo?—. Preguntó Ciel, intentando ocultar su enojo pero fue en vano. Alois lo vio perplejo. Los ojos de Sebastian se encendieron momentáneamente. El alma de Ciel iba cambiando constantemente. El silencio en el ambiente de sintió denso y un poco asfixiante para el demonio que ansiaba devorar a su presa, que esta a su vez, insconcientemente devoraba al joven rubio con la mirada desafiante.
El grito los sacudió. Alertando que alguien se aproximaba. —¡Shieruuu!—. Era la joven Lizzy. Quedó de en la entrada, Sebastian se hizo a un costado, Ella vio al rubio sentando en el sillón y como era de esperarse esa reacción infantil que tanto odiaba Ciel. Corrió hasta Alois y se abalanzó sobre él, dandole un abrazo e inesperado beso en la mejilla. En ese momento Ciel sintió como toda la sangre de su cuerpo aumentaba de temperatura y fluia con rapidez. Sebastian lo vio de reojo y esbozo una leve sonrisa. Ciel estaba celoso, pero no de que su prometida abrazara y besara a otro, si no, por ese otro que era besado y tocado por alguien mas que no fuese él. Inspiró hondo y se alejó de ambos, aproximandose a Sebastian. Ambos, Amo y mayordomo se vieron fijos a los ojos, y los ojos de Ciel decían mucho.
—¡Lo siento!—. Irrumpió una tímida voz. Era la señorita Paula. —En la mañana confundi de aposento— . se vio los pies y arrugaba la falda de su vestido. —No recordé bien el número y me perdi por unos minutos, cuando me di cuenta me encontré una habitación identica a la del Amo Alois, que resultó de ser de alguien mas—.
Ciel sintió como todo por fin iba calmandose a su alrededor, pero ese hormigueo aún continuaba en su pecho.
—¡Paula como puedes ser tan necia!—. Gritó lizzy y fue junto a su dama a pellizcarle las mejillas.
—Agradezco la preocupación señoritas, pero si me permiten—. Intervino Alois, que se puso de pie —Debo alistarme para ir con vosotras a dar un paseo, cierto?—. Ambos jovencitas se ruborizaron, asintieron tímidamente y salieron del despacho. Alois observó a Sebastian, algo temeroso pero hizo un gesto para que se marchara también —¿Y ustedes que esperan?—. Se cruzó de brazos esperando que Ciel y compañía se retirasen.
—Reirate Sebastian—. Ordenó Ciel, este asintió y sin quejas salió de la habitacion, cerrando la puerta detrás de él.
Ambos jovenes cruzaron sus miradas un largo rato.
—¿Donde has estado?—. Rompió el silencio Ciel.
—Sigues con eso Ciel. No sé a que te refieres—. Se giró y fue sacandose el saco para luego lanzarlo a la cama. —Recuerda que no soy tu sirviente para que estes al pendiente de lo hago —. Se desabrochó el frac y lo arrojó al suelo, luego la camisa y antes de que se desvistiera por completo sintió una mano acariciando su herida. —¿Que estas haciendo?—. Volteó y vio a Ciel.
—No me molestaría hacerlo mas grande—. Nuevamente acarició la herida. Alois se estremeció y se alejó de Ciel.
—Deja de estar jugando conmigo Alois, sabes que no me puedes engañar, sé que te has revolcado toda la noche con el hombre del otro dia—. Ciel no quería decir eso, el no comprendia siquiera lo que estaba diciendo. Él, por alguna razón, queria hacer llorar al rubio.
Alois se cubrió con su camisa e inesperadamente abofeteó a Ciel. —¡Lo siento!—. Se disculpo inmediatamente e intentó tocar al peliazul pero este, le devolvió la bofetada. Y se cumplió lo que tanto quería, Alois comenzó a llorar. —¿Que te sucede Ciel?—.
—Realmente crees que jugando a este juego de acecho, mandando a tu demonio para que me haga tener pesadillas, viendo como eras devorado por él... Hará que pierda... Realmente crees eso?—. Ciel se retiró los guantes y los arrojó.
—Ciel... No entiendo lo que esta pasando, pero sabes que yo nunca permitiria que Claude se acercara a ti...—.
—¿Quien mencionó a Claude...?—. Esto tomó por sorpresa a Alois, ya que el único que queria aproximarse a Ciel era Claude, no Hannah, era descabellado que ella también quisiera robarse el alma de Ciel, pero aún no entendía el punto del joven peliazul.
—¿Que es lo que quieres?—. Tomó del cuello a Alois y lo llevó hasta la pared.
—¿A que te refieres?—. Preguntó toscamente Alois mie tras sentia como su gargante se iba cerrando por la presión ejercida en ella.
—Dilo... Que es lo que quieres Alois—. La voz de Ciel se torno algo suave, algo ansiosa, como si esperara oir lo que realmente quería oir.
—A ti... Te quiero a ti, Ciel Phantomhive—. Replicó sollozando, la mejilla le ardía por la bofetada y su cuello parecia que iba a quebrarse. —¿Y tú?— con gran esfuerzo preguntó a Ciel. Este retiró sus manos del cuello de Alois. —Quiero que hagas desaparecer esta extraña sensación dentro de mi y luego que te largues de mi vista —. El extraño sentimiento se fue expandiendo por todo el cuerpo del joven Ciel, la sangre ya no fluia con rapidez por los celos, si no, por algo mas que el no lograba comprender.
—Entonces...¿ Que esperas?—. Espetó Alois. —Matame de una vez, y continua con tu hermosa vida pacífica—. Las lágrimas no dejaban de caer por las mejillas del rubio.
Esto realmente frustraba a Ciel, que ni él entendia porque el rostro lamentable de un enemigo tan vulgar le parecia tan conmovedor. —No creas que haré lo que tu me pidas, yo sé lo que quiero y es lograr mi venganza —. Dicho esto, se abalanzó contra el rubio y posó sus labios sobre los suyos.
En una habitación iluminada por los cálidos rayos del sol, Ciel, lentamente iba enredandose mas una red de sentimientos extraños que se negaba a aceptar, mientras que Alois, iba siendo despellejado vivo por el cruel y duro trato que obtenia de su preciado Ciel.Continuará.
ESTÁS LEYENDO
Entre Condes. Una Historia De Amor Inocente
Misterio / SuspensoA pesar del dolor lucharán por sus deseos, aunque el mal se interponga entre los dos no habrá distancia que los separe...