No me puedes engañar.

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El carruaje iba deprisa, cruzando los zancos de agua, chocando contra las ramas de los árboles, los caballos estaban al limite...

-Deprisa, Llevame con él-. Se quejaba un joven rubio, de ojos azules y con una grave herida en el estómago. -No dejes que te atrape-. Insistió el joven.

En una grandiosa mansión, un Amo y su mayordomo se encontraban en el despacho, uno leyendo algunos papeles mientras que el otro servia un aromático té verde.

-Joven amo, parece que tiene visita-. El mayordomo bajo la taza de té sobre el escritorio y sin moverse observó hacia la ventana. Pudo distinguir un carruaje dañado y reconoció rápidamente a la persona que lo conducía.

-¿Que? No tenia nada planeado para hoy o si?, Sebástian-. El joven de pelo azul y parche en el ojo derecho tomó la taza de té y la llevó a su boca para beberlo pero se detuvo. -No me digas que él está aquí-. Dejo sobre el plato la taza de té, se puso de pie y se dirigió a la puerta. -Ven, Sebástian-.

-Yes, my lord-. El mayordomo de traje negro hizo una leve reverencia y siguió al niño.

En la entrada de la mansión, los leales sirvientes esperaban armados a los intrusos:

-Se atrevió a venir aquí aún después de lo que pasó, Debí haberlo matado cuando pude-. Se quejaba el niño.

-Joven amo, usted ha tenido un buen duelo entre el Conde-. Alagaba el mayordomo a su amo.

Se oyó el chirrido del carruaje frenando acompañado delo relinches de los caballos y luego se oyó el golpeteo en la puerta principal:

-Ciel! ¡Ciel! Abreme la puerta, dejame entrar ¡Ciel! ¡Ciel!-. Las suplicas del joven rubio saco de quicio al Conde.

-Sebástian, aparta a los tres. Te encargarás de él. Ordenó el de ojos zafiro.

-Como desee-. El de traje negro se aproximo a los sirvientes y ordeno que cada uno volviese a sus labores. -Bard, tú has la cena, Meyrin prepara las porcelanas importadas de Alemania, Finnian, recoge algunas flores del jardín y adorna la mesa de esta noche, Tanaka... solo beba su té-. Dicho esto los sirvientes se esparcieron rápidamente a sus mandatos. Luego el mayordomo se acercó a la puerta y la abrió.

-¡Ciel! ¡Ciel!-. con ayuda de su sirviente trataba de ponerse de pie y acercarse al conde, pero el mayordomo los detuvo. -Hazte a un lado, debo hablar con Ciel-.

-Mi joven amo no permite que usted se le acerque-. Expresó el de frac.

-Ciel dile que no estorbe, debo hablar contigo, sobre tus padres, yo no los mate, yo ni siquiera los conocía, ¡Ciel!, ¡tienes que creerme, Por favor, confía en mi!-. Exclamaba desesperado el rubio, empujó a su sirviente y cayó al suelo, inútilmente trato de levantarse pero perdía demasiada sangre por la herida. Ciel ni se inmuto y observo desde lejos al rubio. -Por favor, tienes que creerme-. Suplicó Alois y quedó inconsciente en medio de los dos sirvientes.

Pasaron dos días desde la llegada inesperada de Alois Trancy junto con su sirvienta Hannah en la mansión Phantomhive. El joven chico descansaba en uno de los tantos aposentos de la mansión, el joven conde había permitido que este se quedara, para así asegurarse de lo que el rubio le había dicho era verdad.

-Sebástian,¿ aun sigue durmiendo?-. Ciel se encontraba en su cama bebiendo su té matutino mientras su mayordomo acomodaba sobre la cama la ropa que el conde vestiría.

-No, ¿quiere que lo despierte?-. Levantó la camisa blanca e inspeccionó si había algún hilo suelto.

-Dejalo descansar, lo necesitara para cuando comience a jugar con él-. El de pelo azul esbozo una sonrisa maliciosa, lo mismo hizo su mayordomo.

Mientras el conde era vestido por su mayordomo un grito los alarmó:

-¡¡¡Aarrrgghhhhh!!!-.

Dicho grito provenía de la habitación donde yacía Alois. Ambos se dirigieron deprisa al lugar, cuando llegaron allí, vieron al joven rubio arrastrandose en el suelo en dirección a la puerta, luego vieron una familiar sombra fuera de la ventana, era la del mayordomo de Alois, Claude Faustus, el demonio arácnido que había hecho un contrato con el joven herido pero por alguna razón este no quería que se le acerque.

-Sebástian, sacalo de aquí-. Ordeno el pequeño de traje azul. El mayordomo Obedeció y se dispuso a atrapar al intruso.
El joven rubio continuaba en el suelo, murmurando tembloroso, Ciel se acercó a él y este lo empujó con brusquedad, el del parche molesto le dio una bofetada.

-¡Reacciona Alois Trancy!-.

El rubio pareció volver en si, observó fijo a Ciel., se aproximó a él y rodeó su brazo en la cintura del otro. Ciel se sorprendió ante el acto de Alois, este solo balbuceaba cosas sin sentido.

-Yo ordené a Claude que te arrebatara de sebástian haciéndolo creer que él tendría tu alma, pero eso es mentira Ciel, yo te quería para mí, solo para mí, no como un hermano ni como un amigo, Ciel, yo te quiero para mi-. Presionó sus manos contra la espalda del otro.
Ciel pareció disgustarse con aquellas palabras, lo volvió a empujar pero el rubio de nuevo se abalanzó sobre él y lo arrojó al suelo.

-Sé que te parezco alguien sucio y asqueroso, pero lo tenia que hacer, para que alguien me quiera, lo tuve que hacer-. Las lágrimas que comenzaron a brotar de sus ojos caigan sobre el rostro del conde, este solo lo miro confuso.

-Suficiente Alois, no estas en buena posición para tratar de engañarme, sé como eres-. Intentaba apartarse del rubio.

-Entonces me crees, verdad, crees que te quiero, verdad-. El rubio se mordió fuerte el labio inferior y acarició los labios del otro.

-¿Que haces?-. El de pelo azul le dio otra bofetada, pero Alois ignoró ese hecho.

-No es momento de bromas, Alois, te lo advierto dejame ir o-. Sus quejas fueron interrumpidas por el inesperado beso que el rubio le había dado en la frente.

-¿O que?-.Alois observó desafiante al conde, este solo chasqueo con los dientes y se aproximó al otro haciéndolo creer que lo besaría pero se detuvo.

-No me puedes engañar-. El del parche murmuró al oído del otro y luego lo empujó nuevamente, se puso de pie y salió de la habitación. Alois quedó atónito por la inesperada acción del conde. ~Definitivamente te quiero para mi Ciel Phantomhive ~ Se aseguró el rubio, y abrazaba su estomago evitando que continúe la hemorragia...

Continuará.

Entre Condes. Una Historia De Amor InocenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora