Agua (2)

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-Despierta, pequeñín.

Eh?

Me siento adolorido y cansado, parece que acabara de recibir un golpe; intento levantarme sin abrir los ojos, como si hubiera sido un sueño, pero me siento húmedo y pegajoso.

-Es de mala educación no contestar.

Un chorro de agua tibia cae en mi rostro con fuerza.

Al fin abro los ojos y ella está literalmente sobre mí, con los brazos extendidos a mí al rededor, sosteniéndose con ellos.
Hilos brillantes que salen de sus labios me envuelven.
Ella acaba de escupirme.

-¡AHHH!

Aterrado, me alejo de ella hacia atrás, arrastrándome, huyendo de su sonrisa, de esos aterradores labios azules.

-Tranquilízate.

Logro levantarme solo para quedarme quieto y atónito.

-no...

Estoy en una porción de arena del tamaño de una habitación, eso es todo, una isla minúscula a la mitad de un eterno océano calmado, con tonos púrpuras y rojizos propios del amanecer en sus aguas.

Honestamente es muy hermoso.

¿Espera, en que estaba?

Me giro, y ella sigue ahí, mirándome para sorpresa mía con unos ojos serenos y curiosos.

No puedo moverme, ni articular palabra, debe medir en este momento unos 5 metros, es enorme, pero no tanto como la colosal sirena que era cuando hundió el barco.

Ella solo me mira, como si fuera una de los acróbatas de las ferias del puerto.

-E..er...eres...una sirena?

Lanza una leve risita y se me acerca, el miedo regresa a mí y me cubro con las manos, presa del pánico.

-Tranquilo, tranquilo, solo me estoy acomodando, no voy a hacerte daño.

Eso me hace salir de mi bolita de seguridad.

Se sienta frente a mí, y me doy cuenta que ahora tiene piernas, eso me termina de destrozar mentalmente y tienta a mi lado más humano: la curiosidad.
Ignorando mi sentido común (supongo que mi cerebro aceptó que no se puede huir) me acerco a ella completamente sorprendido, cómo niño en feria.

-¿Piernas? ¿Tienes piernas? ¡Vaya!
¿Puedes cambiar tu forma? ¿Cómo cambias de tamaño? ¿De verdad hundiste ese buque de guerra hace 20 años?

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Lo admito, soy un aficionado.
Siempre me ha gustado el mar, desde pequeño, al ver a mi padre salir del puerto, escuchar sus historias y las de sus amigos marineros.
Al estar en casa ayudando a mi madre, decidí aprender todo lo posible del océano, para luego al tener la edad suficiente zarpar rumbo al horizonte.

Me interesé en barcos desaparecidos, leyendas del océano, monstruos que acechaban bajo la superficie y misterios de las aguas.

Cuando tenía 15 años, conocí al capitán, su barco llegó una tarde de mayo al puerto, y, como es costumbre, fui de curioso, los barcos nuevos significan cuentos lejanos sobre tierras distantes, lo que me volvía loco.

Su barco no era especialmente enorme, pero tampoco pequeño.
De él descendieron el capitán y Frank, que se veía como un tipo con el que no quieres meterte, pero resulta ser agradable.

Recuerdo que senté en el bar del pueblo a oír sus historias toda la tarde, algo habitual por aquí.
Ahí escuché por primera vez acerca de la dama del océano.

Los escuché decir que era un monstruo marino que tomaba distintas formas, pero eso no estaba confirmado totalmente.
También se cuenta que controla a los distintos monstruos de las aguas.

Mientras ayudaba en el puerto, Frank se acercó y así logré agradarle, cosa que luego me llevaría a ir por primera vez a alta mar, en un viaje corto.

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Y ahora me encuentro aquí, frente a la enorme dama del océano.

-No eres como los otros marineros, ¿verdad?- dice, con un ligero aire de ternura.
Acerca su mano a mí, una enorme mano de dedos delgados, muy bonitos, en realidad.
Pero es aterrador, no olvidemos que se comió a Frank.

Vuelvo a la cordura y me invade el pánico.
Pero antes de poder hacer cualquier cosa, como correr o algo por el estilo, ya estoy en su puño.

Su textura es extraña, más gelatinosa de lo normal en la piel, aunque no como un anfibio; no emana tanto calor ni es fría.

Me agito en su puño frenéticamente, sin resultados, es aterradora la fuerza que tiene.

Ella repliega sus piernas hasta que quedan juntas y cerca de su cuerpo; me coloca sobre sus rodillas y abraza sus piernas, quedando yo frente a su rostro.

- Siéntate.

Su voz suena más aterradora de cerca, aunque no por su tono, es melodioso, me resulta familiar, pero no recuerdo a qué.
En fin, la obedezco.

Me siento, y ella comienza el interrogatorio.

- Ahora estás aquí, porque necesito información.

-Est... Está b-bien.

Sus ojos brillan y su mirada se relaja, también su respiración.

Me preguntó sobre todo acerca de los humanos y nuestras industrias.
Le expliqué acerca de la pesca, las rutas migratorias dentro de tierra, los nuevos barcos, las nuevas tecnologías, los hábitos de la gente, incluso sobre arte y filosofía.
Hablé durante un buen tiempo, dejando salir mis horas en la biblioteca y temiendo decir algo que la pudiera ofender.

Ella se limitó a mirarme y a lanzar preguntas para orientar el tema de vez en cuándo.

- Vaya, si que eres todo un caso.

Dejo de hablar y la noto sonriente, mirándome con unos ojos azules oscuro que producen escalofríos.

- Por favor, no me coma.

-Haré algo mejor.

Mi corazón se acelera, trato de correr pero es inútil, me toma por la pierna y cuelgo sobre su rostro.

-No tengas miedo.

Y lo que más temo, sus labios se abren, lentamente y una brisa cálida emerge de su interior.

-¡NOOOO!

No dice nada, solo me suelta sobre su boca abierta; tras un golpe contra sus dientes, me aferro a su lengua, aterrorizado, y veo sus labios cerrarse mientras la luz se extingue.
El movimiento me indica que está entrando al agua.
Su lengua se levanta, lentamente, haciéndome resbalar hacia su interior, hacia su garganta.
Me aferro con todas mis fuerzas a su lengua, pero sigo lentamente deslizándome, y cuando estoy cerca del borde, hago un movimiento desesperado: salto a su úvula, intentando inútilmente salvar mi vida. Hay cosas curiosas de las úvulas: una de ellas es que son resbaladizas.

Es el fin, desciendo a su interior por su esófago. Tras un momento de caída, llego a su estómago, una oscura piscina donde mis gritos se extinguen.

Solo hay oscuridad y ruido.

Oscuridad...

¿Y ruido?


Rupturas del Páramo (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora