Fueron corriendo a sentarse a la mesa. Sabían que iban a comer algo rico, ya que había llegado su papá; podía sentirse el aroma que salía de la cacerola: guiso con pollo.
Cuando apareció Lilia con su muñeca nueva, la mamá le ordenó que la dejara en el cuarto para que no corriera el riesgo de que se ensuciara y, además, que se lavara las manos antes de venir a comer.
- Ellos tampoco se lavaron- acusó señalando a sus hermanos.
- Sí que nos lavamos- respondieron rápidamente los dos.
- Vení, nenita, olfateá- la prepoteó su hermano.
Lilia dio media vuelta y se fue canturreando; hoy estaba feliz: había vuelto su papá.
Al volver iba a pasar por detrás de la silla de Mario, pero éste la agarró y la abrazó para fastidiarla.
- ¡Qué linda hermanita que tengo! –mientras la zarandeaba de un lado para el otro haciéndola trastabillar.
Cuando pudo deshacerse del abrazo fraterno, siguió hacia su silla, pero se encontró con que no podía seguir avanzando. Alba había tomado el cinto de su vestido y la tenía frenada. Lilia comenzó a tironear para que su hermana soltase el cinto; tiraba con todo su pequeño cuerpo hacia el otro lado. En eso la madre se dio vuelta y le ordenó a Alba:
- Soltá a esa nena.
Alba cumplió la orden al instante y la nena salió despedida. Ya en el suelo comenzó a hacer puchero, pero no quería ponerse a llorar. Veía a Mario revolcarse de la risa y no le iba a dar el gusto. En ese momento llegó su papá.
- ¿Qué hace mi princesa en el suelo?- luego la levantó, la revoleó por el aire y la terminó sentando en la silla.
- ¡Eso una princesa!- acotó su hermano -¡es un monito llorón!
- Ahora te reís; cuando crezca, tus amigos se van a querer llevar tu monito llorón.
Luego se dio vuelta y se dirigió a Lilia: - Vas a poder elegir a cualquier peladrún, pero eso sí, armas a esta casa no. ¡Un novio militar es un deshonor para esta familia!
- Yo me voy a casar con un marino y que se llame Pedro- sentenció Lilia triunfante.
- No, marinero no. Mirá a tu mamá, tiene que hacer todo sola; yo nunca estoy. -Acercándosele al oído agregó en voz baja: Además, los marineros son unos tarambanas.
En eso entró la hermana mayor que había escuchado la última parte de la conversación y participó:
- Cuando tenga un hijo, le voy a poner el nombre de su abuelo, Pedro. También como el primer Papa; por eso va a ser un hombre sumamente religioso.
- Todavía no nació y ya lo estás esclavizando- comentó el papá poniendo cara rara. La respuesta de Mauri fue poner boca de trompa, sentarse en la mesa y cruzarse de brazos.
Así fue. Mauri se casó ya grande y después de años de intentar quedar embarazada, finalmente pudo tener a su primer hijo. Tal como lo había anunciado su nombre fue Pedro y, aunque su madre lo llevaba todos los domingos a misa, jamás tuvo ninguna inclinación piadosa. Aníbal, el hermano mayor, siempre decía que este hijo había sido la obra maestra de Mauri. En tanto Lilia no se casó con ningún Pedro ni tampoco marino; sin embargo, el hombre que eligiría luego se dedicaría a la construcción naval.
Cuando los chicos se fueron a dormir, apareció Aníbal. No se había avivado de que era posible que su padre regresara hoy y lo encontró in fraganti. En general, a esa hora ya estaban todos durmiendo. La única que lo ponía en evidencia era Lilia que durante el desayuno saltaba diciendo: - Pitito, anoche te perdiste el cuento de Alba. Era un perro que se llamaba Pintitas. Vivía en la calle y lo encontró una nenita. Pero una vez (poniendo tono trágico) la nena lo llevó a la plaza y había muchísisisima gente y se perdió y Pintitas se murió de tristeza.