Capitulo 3. Inseparables

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Solo pasaron un par de semanas para volvernos inseparables, incluso existían comentarios como "parecen más novios que amigos", gran error, simplemente éramos nosotros, no habíamos cambiado en absoluto, solo que ahora se añadía una compañía a la lista, alguien bonito quien me escuchaba cada noche antes de dormir, usando esa frase tan peculiar "estoy cansado, pero quiero leerte ¿qué tal tu día?" dándole toques diferentes a diario, nunca dejando de ser tierno, dándome consejos siempre de cómo llevar mi agobiante y dramática vida, una personita que me invitaba constantemente a salir fuera de la universidad y el mundo virtual... para septiembre acepté ir por un café después de clases.

Era viernes y en realidad no fue después de clases, sino al terminar mí salida de copas, cuando iba saliendo del bar donde siempre bebíamos, recibí una llamada de él preguntándome donde me encontraba, resulta que solo unas calles nos separaban, mismas que caminé para tener nuestro encuentro e ir a una cafetería cercana., al llegar saludó a un chico y a unos señores (los cuales eran los dueños, lo supe en cuanto me presentó con ellos como una amiga), nos sentamos en una mesa alejada de la puerta y pedimos café de olla con piloncillo, créanme, estaba delicioso, era un placer infinito, ya que el café, el pan relleno de piña, la plática y la compañía era increíble.

Willis recién había tenido una ruptura complicada, honestamente estaba más entrada en el sabor de café, supongo que todo eso mezclado con la cerveza que había bebido antes de llegar con él, al igual que la hora, estaban haciendo su parte, mis sentimientos se estaban aflorando, yo escuchaba con atención, a lo único que pude decir fue "no puedes rescatar a nadie", al momento, se me quedó viendo, sus pupilas se dilataron y su rostro enrojeció, nunca supe si se sonrojo o estaba a punto de llorar, solo lo admiré, dentro de ese silencio vi las líneas de su cara, su tono blanco de piel con mejillas rosadas, sus gafas de marco verde, iban muy bien con los ademanes que hacia cuando hablaba y sus outfits extraños de suéter o chamarra a pesar de los 30°, aquella noche terminó con un "si no puedo salvar a nadie me quedaré contigo, tal y como lo habíamos prometido, siendo esposos".
No me propuso matrimonio, solo cambió mi contacto en su teléfono a "esposa" y yo el suyo a "esposo", era un juego, bastante entretenido por parte de los dos, incluso muchos pensarán que es despecho, igual yo lo pensé, pero era su constancia, ternura, dulzura y olor bonito que me convenció de lo contrario, mis amigos hacían suposiciones acerca de nosotros, ninguno atinaba a la correcta, nadie entendía lo que teníamos, porque era complicado, no éramos pero éramos, los sentimientos iban creciendo asumiendo compromisos que aún no existían, ni siquiera gran contacto físico.

Por ahí escuché la frase "déjate llevar" y así fue, uno de los días más memorables salía de una caótica clase de medicina forense, me sentía un poco mal, por mi pobre alimentación del día y la gran cantidad de cadáveres de la asignatura, pero no existe mal que un chocolate no arregle, así que en mi camino de vuelta al aula por la aventura de compra del chocolate lo encontré en el monumento de la universidad, fui a saludarlo, estaba jugando con una piedrita, rayando invisiblemente el piso, fui benévola, solo robé su piedrita y en cuanto di vuelta me detuvo para recuperarla, ofreciendo un sinfín de cosas a cambio, yo pedí un beso, por un momento creí que había entendido que era juego... solo diré que fue uno de los besos más extraños de mi vida, sentí como si estuviera besando a mi mejor amigo, incluso no había química, pero estaba completamente segura que fue especial, lleno de magia, al parecer ambos sentimos lo mismo, solo reímos y fuimos de vuelta a nuestros salones, olvidando la piedrita por completo, que ahora estaba en la bolsa donde se guardan monedas de mi cartera, al lado de un boleto del metro, presumiendo ser un tesoro más en mi vida.
Ahora los viernes de copas eran interrumpidas por llamadas de él diciendo que estaba en un parque cerca del bar, frente a una iglesia, lo cual a mí me parecía repulsivo desde la primera vez que me senté ahí, no por la iglesia o la religión, sino porque pasaba una o varias ratas alrededor de cada 6 minutos, considerando mi temor a los roedores, estar ahí era horrible, como una tortura, el miedo me paralizaba, ponía nerviosa cuando veía una cola, hasta que él empezó a bromear sobre ello, juraba que aquellos pequeños eran amigos de Remi (el protagonista de Ratatouille), haciéndome sentir más segura y tranquila, además que solo estábamos ahí un par de minutos, para después ir a tomar café de piloncillo acompañado con pan relleno.




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