Capítulo 10

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Lo siento, lo siento, lo siento

Bajamos de inmediato y nos dirigimos a través de toda la gente hacia la entrada principal. Solo podía pensar en mis hermanos gritando enfurecidos.

-Escuchen, el viernes iremos con unos amigos a un club en la ciudad ¿Les gustaría ir? - Nos preguntó Tylor

- Lo siento, pero luego de lo de hoy, no se si dejarán que vayamos, mucho menos querrán llevarnos- Les explicó Lía

- Vale, pero si llegaran a poder, podemos pasarlas a buscar, Lía me dijo que están viviendo en los edificios Holand- Se ofreció. Sus amigos Kiam y Zack, quienes habían bajado con nosotras, miraban la situación en silencio.

No pasé desapercibida las miradas de Kiam. Quería intimidarme mirándome de arriba abajo, y sosteniéndome la mirada. Pero no iba a lograrlo. Lo miré sin emoción, tratando de leer su expresión. Segundos después seguíamos sin desviar la mirada, y la cosa se estaba poniendo tensa. Ninguno quitaba la vista.

El sonido de mi celular hizo que desviara mis ojos de los suyos. Era Sebástian.

- ¿Hola? - Atendí

-Estamos afuera, en doble fila- Me respondió cortante y colgó

-Están aquí- Le avisé a Lía

Busqué con la mirada al grupo de chicos con lo que estábamos bailando y charlando antes del apagón. Quería despedirme de la prima de Lía y agradecerles a Jacob y a Alex por traernos, pero no divisé ningún rostro conocido.

Nos despedimos de los chicos y salimos por la entrada. Antes de llegar al coche recordé que la campera que estaba usando no era mía. Me giré y caminé de vuelta a la entrada.

Zack y Tylor ya habían entrado, pero el dueño de la chaqueta estaba apoyado en el marco de la puerta encendiéndose un cigarrillo.

Nunca me gustó el olor a cigarro, me causaba un rechazo enorme.

-Fumas- Dije llamando su atención

-Sigues aquí- Me respondió restándole importancia a mi comentario

Hice el amague de sacarme su campera para devolvérsela, pero me detuvo

-Ya habrá oportunidad para que me la regreses- Me dijo a los ojos- Hace frio

Lo dudé unos segundos, seguramente Nícolas o Sebástian habían venido con abrigo, pero sin saber bien porqué, acepté

-Vale, gracias- le dije volviendome a subir la campera por los hombros.

Unas pequeñas hojas del árbol que cubría toda la entrada, cayeron sobre nosotros gracias a una leve ventisca. Me sacudí el vestido y su chaqueta.

Sin previo aviso sentí sus manos sobre mi pecho, por el cual caían varias ondas de cabello. Una traviesa e inoportuna hoja se había enredado en mis risos, justo arriba del gran escote de mi vestido.

Me quedé helada antes su contacto, inmóvil. Sus dedos rozaron mi piel más de lo que deberían, y sacaron la pequeña hoja.

Lo miré nuevamente. Me cabreaba el hecho de que era incapaz de poder descifrar la expresión en su rostro.

Sus ojos se desviaron a mi boca, y una inexplicable ola de calor me recorrió de arriba abajo.

El bocinazo del Porsche de los chicos me devolvió a la realidad.

-Adiós -Le dije girándome hacia la calle. Me estaban esperando en el coche. Y la situación se había tornado incómodamente rara.

- ¿No vas a despedirte? – Me gritó desde la entrada

Después de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora