Capítulo 7

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— ¿Geo?
—Que tal, Tom— el desconocido no era otro que el mejor amigo de Tom desde el jardín de infantes, un joven alto, fornido, atractivo, de relucientes ojos color verde, de un verde fundido que brillaba y relucía, y corta cabellera castaña.
—No te reconocí, cambiaste el auto — dijo Tom después de haber estrechado fuertemente la mano de su amigo — ¿Qué paso con tu camioneta?— inquirió el músico admirando el precioso compacto de súper lujo que su amigo conducía.
—Así es, consumía demasiada gasolina y mucho espacio, así que opté por este hermoso Infiniti Etherea*— Georg, que además del mejor amigo de Tom, era también su psicólogo, hablaba con devoción de su auto, que era tan precioso que hasta dolía mirarlo.
—Ya veo — Tom se cruzó de brazos y sonrió, levantando su respingada nariz hacia el cielo tintado en tonos naranjas y dorados, colores característicos que precedían un tranquilo y brillante anochecer, pero usando su vista periférica, no perdía un segundo de vista su camioneta— ¿a qué debo el honor de tu visita?
—Me enteré que terminó la temporada de DSDS y quise verte antes de que te enfrasques en un nuevo disco, cuando haces eso te pierdes por meses enteros...
—Sabes que me entrego mucho a mi trabajo...— repuso Tom mientras comenzaba a sentirse un poco ansioso.
—Tom... ¿Vamos a hablar aquí, en la calle? Anda, moveré mi auto para que puedas guardar tu camioneta— repuso Georg y subió a su auto sin darle tiempo a Tom para responder.

El músico montó en su camioneta dos segundos después y con cuidado la aparcó en su oscuro garaje, pero no se bajó, solo apoyó su espalda en el asiento y suspiró nuevamente. Bill seguía dormido a su lado. Pensó en dejarlo seguir durmiendo para que su amigo no lo viera, pero desechó ese pensamiento tras dos segundos. No se atrevería jamás a dejar a Bill solo, era peligroso porque hacía mucho calor y el chico sudaba y además siempre podría romperle la boca a Georg si decía algo que le molestara.

El músico limpió con una mano las perladas gotitas de sudor de la pálida frente de Bill, despegó algunos mechones de húmedo cabello negro y le habló en voz muy baja.
—Despierta pequeño cuervo, ya hemos llegado — le dijo, con los labios prácticamente pegados a su oído. El músico suspiró después, saturando su nariz con el cargado aroma de Bill, quien removiéndose lentamente, decidió despertar.

Tom se alejó en el acto, bajó y se encontró con Georg, que lo esperaba apoyado de manera indolente en la puerta de entrada de la casa, y tras cinco segundos, Bill se les unió.
El chiquillo, soñoliento y aletargado aun por su reciente siesta se detuvo al lado de Tom y miró al recién llegado con los ojos chiquitos.
Georg y Bill se miraron, y el primero abrió mucho los ojos antes de saludar.

—Hey... Hola— dijo, agachándose un poco y sonriendo a Bill, quien tímido, también le sonrió.
—Bill, Georg, Georg Bill— presentó Tom de manera muy escueta, pasando de largo para abrir la puerta de la casa.
El músico entró, acarició un momento la pantalla inteligente que controlaba su casa y al momento las luces estaban encendidas y la alarma desactivada.
—Después de ti, Bill— dijo Georg, entrando a la casa unos pasos tras Bill.
El chiquillo se sentía un poco cortado y muy sorprendido y no sabía como iba a reaccionar Tom, pero al ver al músico actuando con total normalidad, se permitió relajarse un poco sentándose en el sofá en completo silencio; aún se sentía medio grogui y se le iba la cabeza.
Tom se había metido a la cocina y ya tenía media barra llena de cosas.
— ¿Qué quieres tomar Geo?
—... ¿Escocés?— el joven psicólogo parecía dudar un poco, Tom y él siempre tomaban whisky con hielo, pero ahora todo era tan diferente.
— ¿Con hielo?— Tom ni lo miraba, parecía estar muy ocupado.
—...Eeeh si, ajá con hielo.
Mientras Tom increíblemente se afanaba en la cocina como toda un ama de casa, el timbre sonó estridente e insistente. Georg y Bill se quedaron quietos, y levemente sorprendidos, pero Tom frunció el ceño, extrañado y molesto, ya que él jamás recibía visitas sin haberlas programado antes y nadie se atrevía siquiera a molestarlo por teléfono; los grados de calor en su sangre se elevaron en el acto y fue directo a la puerta, abriéndola de un tirón, y encontrándose nada menos que con el rubio caprichoso con quien solía divertirse antes de conocer a Bill, y quien ya estaba en el total olvido para él.

Pequeña Súper EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora