—¡Eh Bill! No te atrases —gritó Tom, al ver que el chico se detenía, todo ojos brillantes, ante el escaparate de una tienda de mascotas de las galerías Lafayette.
—Ya dale un respiro, pesado — dijo Georg sonriendo —pobre de Bill, tener que aguantar tus paranoias.
—Bah, cállate — desechó Tom, caminando al lado de su amigo pero sin perder de vista a Bill, no le gustaba que estuviera lejos de él.
—Oye, entonces tú y él... ya sabes
Tom frunció el ceño y lo miró, intrigado.
—¿El y yo que?
—Pues ya...
—¿Ya que? — espetó Tom, sonriendo al saber por donde iba Georg. Parecía una vieja chismosa. Claro que no iba a revelarle los detalles de sus intimidades con Bill, así como tampoco le diría que desde aquella primera vez hacia una semana escasa, apenas podían estar separados sin comerse a besos.
—No te hagas el ingenuo conmigo, Trümper—acusó el psicólogo.
—Pues no seas tan entrometido, Listing.Siguieron caminando en círculos, silenciosos, mirando sin ver sendos escaparates llenos de artículos de todo tipo. A Tom le gustaban en especial las tiendas que ofrecían artículos de deportes.
—Me dan ganas de molerte a golpes —dijo Georg, serio de repente, y Tom sintió un escalofrío. Se detuvieron.
—¿Y yo que te hice?
—Ya sabes, es normal supongo, por el cariño que le tengo a Bill y saber que ya le pusiste las manotas encima... siento coraje y admiración —Tom no respondió, solo enarcó una ceja, esperando a que su amigo continuara —Ya se que desde que Bill era un niño te tentaba tremendamente y admiro tu fortaleza al esperar y no acercarte a él de esa forma, hasta ahora claro, que él pudo decidir... pero a la vez, me siento como el tío protector que quiere romperle la boca al novio de su sobrino.
—Quien lo diría —dijo Tom, sonriendo — quien es el papito ahora ¿eh?—rió, pero acto seguido volvió a su serenidad habitual — te entiendo Geo, pero te diría si fuese de ese modo, que no te preocupes, porque Bill es lo que más amo en este mundo.
—Lo se — suspiró Georg — nadie hace lo que tú hiciste, a menos que no sea movido por un amor intenso y desenfrenado, un amor verdadero y desinteresado, y el que hayas esperado, respetándolo hasta que fue mayor de edad, es la mayor prueba de lo que digo.
—Solo quería que él me eligiera.
—Y lo hizo...
—Ahora si es totalmente mío...
—En realidad no quiero los detalles o sí te voy a romper la cara, mejor dime qué hacemos aquí, se supone que iríamos a comer.
—Claro pero Bill quiere una canasta para Ogo
—¿Para quien? — trinó Georg.
—El día de su cumpleaños le regalé un gato, por aquel gatito que huyó de él cuando Bill era Niño.
Georg sonrió al escucharlo.
—¿Y le gustó?
—No sabes cuánto, ahora el bicho peludo ese duerme en la cama y me clava las garras cuando me acerco a Bill.
Georg se carcajeó, se detuvieron junto a una enorme palmera clavada en una gran jardinera de mármol y al ver un establecimiento de abogados, muy elegante y pulcro, algo le vino a la memoria.
—Tom, ¿ya le dijiste a Bill lo del fideicomiso que dejó su padre para el?
—Si — los ojos de Tom se ensombrecieron de repente — vio los documentos y me los devolvió. Creo que cualquier cosa que tenga que ver con su padre lo asusta todavía.
—¿Sigue teniendo pesadillas?
—Si, ya no tan seguido pero si.
—No me lo ha comentado en las sesiones...
—Creo que no quiere mostrarse débil.
—Aún así, Bill debe soltar cada cosa de su pasado, y está a punto de liberarse pero aún le falta un poco.
—Se que tú lo lograrás — dijo Tom, y siguieron caminando y platicando, mientras Bill miraba los escaparates, casi decidido por una cama de microfibra azul en forma de iglú para su gatito. Y cuando estaba a punto de entrar a la tienda, un leve escalofrío le recorrió la espina dorsal, como una anticipación de algo que vivía en su pasado, era como ver la sombra de una víbora agazapada, camuflada con la penumbra pero lista para atacar, y tras dos segundos, la amenaza se volvió realidad.
—Hola Bill —saludó una voz, grave, acompasada..., y en ruso.
El chico se volvió lentamente, con el terror enganchado en la columna vertebral, el corazón agitándose alocado y la boca seca.
Frente a él estaba una figura un tanto más baja, robusta y conocida, con el rubio cabello de oro un poco más largo, anudado con una goma negra. No llevaba traje, como Bill bien sabía, sino un pantalón deportivo algo suelto, con una chaqueta a conjunto en color negro.
—Gustav... - susurró Bill.
El rubio sonrió, con una sonrisa tranquila y al parecer, sincera.
—Pero como has crecido... — dijo, mirando la imponente estampa del hijo de su ex jefe — tienes la estatura de tu padre — continuó, admirando la forma de sus fuertes y largas piernas, lo cuadrado de su pecho, las manos que sobresalían de la chaqueta negra, delgadas y delicadamente nudosas, pero tan fuertes como para machacar huesos a puñetazos, y por último, la excepcional belleza de su rostro marfileño, idéntico al de su madre —si tu padre pudiera verte ahora... —dijo, sin terminar su oración.
—Seguramente me volvería a disparar — dijo Bill, torvo de repente. Se irguió en su impresionante estatura, se cruzó de brazos y cuadró los hombros, y la amenaza se irradiaba de cada uno de sus poros, ni siquiera se había dado cuenta de que estaban hablando en ruso, y de repente, su sangre asesina se hizo presente en el, y Gustav sonrió.
—Aunque ahora quieras esconderte tras el apellido de tu protector, sabes que la sangre rusa corre en cada una de tus venas, y sabes que eres igual de letal que tu padre, incluso a mi, logras sorprenderme, de quererlo, podrías erigir un imperio incluso más grande que el suyo.
—No creo que estés aquí para hablar sobre mis raíces, mi futuro y mi ascendencia.
—En eso tienes razón, en realidad solo quería contemplarte, porque creo no lo sabes, pero le solicité muchas veces a Trümper la oportunidad de verte, al menos en fotografías pero el me mandó al infierno en cada ocasión, así que, aquí me tienes.
—Bueno, ya me viste —dijo, aún con los brazos cruzados y pensando en Tom.
Los ojos de Gustav se tiñeron de melancolía.
—Debo reconocer que Trümper hizo un muy buen trabajo, eres exactamente lo que imaginaba. Se que tu padre estaba convencido de que el músico iba a echarte a perder, pero déjame decirte que era a él a quien necesitabas. Tu padre si hubiera terminado por mancillar esa delicada pureza que heredaste de tu madre, y que neutraliza la malevolencia rusa que tienes implícita en cada una de tus células.
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Pequeña Súper Estrella
FanficTom Trümper, un apuesto joven de 24 años, famoso por su increíble musica y su aparente soledad, acepta ser parte del jurado del reality DSDS sólo por cortesía, y mientras siente que su vida se arruina de momento, en el trayecto conocerá a un pequeño...