Y comenzaron a pasar los días.
La caja medio llena de pastelitos Twinky con relleno de vainilla yacía abierta sobre la alfombra al centro de la habitación que Tom tenía destinada como "sala de juegos" porque él era un amante de los juegos de video.El músico alargó la mano derecha hacia la vulnerada caja, tomó un pastelito y ayudándose con los dientes, destrozó el envoltorio plástico, lo escupió por ahí y se metió toda la golosina a la boca, comenzando a masticarla como un experto, todo sin despegar la vista de la enorme pantalla de ochenta pulgadas y sin soltar el mando de la consola Xbox. A su lado, Bill estaba dentro del mismo trance hipnótico, dándole con todos los dedos al mando de la consola.
Una gota de sudor espeso y transparente descendía perezosamente por la sien de Tom, mientras en su frustración se tragaba entero el pastelillo, sin masticar. Hizo una mueca cuando la bola de pan y crema se atoró por un doloroso momento en su garganta.
Bill estaba dándole una verdadera paliza en Halo Reach y no lograba vencer al mocoso..."Y llegué a considerarme experto" pensó irónico.
Ambos estaban sentados de piernas cruzadas sobre la alfombra. Habían comenzado a jugar un par de horas atrás, después de la cena.
Todo muy decente, ambos sentados sobre el mullido sofá de piel que estaba al fondo de la habitación, pero por la excitación del mismo juego, los dos habían ido acercándose hasta tener las narices a tan solo un metro de la pantalla. Bill estaba incluso más cerca de la televisión, con media docena de envolturas de pastelitos a su alrededor y el pelo alborotado.
— ¡Jaaaaaaaa!— el grito de triunfo de Bill reverberó por cada habitación de la casa, dejando ecos que taladraron el derrotado cerebro de Tom, quien bizqueaba, en shock.
Bill le había ganado, y le había ganado con todas las letras, lo había hecho polvo.
El chiquillo soltó el mando y se levantó de un salto, cayendo hacia atrás al sentir las piernas entumidas por haber estado tanto tiempo en la misma posición. Tom ni se inmutó.—Serás bobo.
—Bien Tom...— el tono de superioridad en la voz de Bill hizo que Tom quisiera realmente ahogarlo, pero se contuvo— perdiste y tienes que pagar.
— ¿Pagar? ¿Pagar qué?—preguntó el músico, fingiendo demencia.
—Ya sabes qué.
— ¿Ah sí? Tengo lagunas Bill, ¿y si me lo recuerdas por favor ?— pidió el músico, con un tono de inocencia tan fingida, que hizo dudar seriamente al niño. Sabía que estaba mal que hiciera eso, pero no podía contenerse. Amaba confundir y hacer enrabietar a Bill. El músico se estiró, recostado sobre la alfombra y sus huesos crujieron.
—Pues... debe ser la edad...— murmuró Bill muy bajo, tanto que Tom ni lo escuchó.
—Que murmuras... ¿también tienes lagunas?— picó, enderezándose y tomando un sorbo de la botella de cerveza que estaba a unos centímetros de él. Le dolía un poco la garganta después de haberse tragado semejante esfera de pastel y el frescor de la cerveza le aliviaba.
—No, yo estoy sano.
Tom se atragantó con la cerveza y por segunda vez quiso tomar a Bill y definitivamente ahogarlo.
— ¿Me estas llamando enfermo?
—Sí — dijo Bill, quien sabiamente puso distancia de inmediato, siendo más rápido que Tom por una fracción de segundo. El músico había intentado pillarlo, pero se le había escurrido de entre las manos— ya Tom... cumple tu palabra.
—Deberías agradecer que sigues vivo melón. Si te pillo de mato.
—No cumplirás... no tienes palabra...— desvió el avispado chiquillo, haciendo que la expresión de Tom se nublara.
Desde luego que tenía palabra, era únicamente que jamás pensó que Bill fuera a ganarle, porque de haberlo sabido, de ninguna manera habría aceptado la descabellada apuesta de Bill. Y había perdido. Aquello significaba que debía dejarse tocar por Bill, quien había impuesto que si el músico perdía, le haría un par de coletas de colegiala en las rastas, por un minuto.
Tom en verdad estaba aturdido, ofuscado y rabioso. Le supuso cinco minutos de autocontrol mental para simplemente permitirle a Bill acercarse.
—Mira, mocoso, sé lo que dije y yo soy un hombre de honor y cumplo mi palabra. Pero te daré un límite de tiempo.
—No dijiste nada de límite de tiempo— refunfuñó Bill.
—No me lo preguntaste. Ahora, debes buscar en mi habitación un par de gomas para el cabello, regresar, y hacer esa ridiculez que quieres, todo en dos minutos... y contando— terminó Tom, dirigiendo la mirada a su reloj.
Bill entonces salió disparado como relámpago hacia la puerta, se derrapó en las maderas pulidas del piso del pasillo y corrió a la habitación de Tom, pero se detuvo en seco al entrar. ¿Dónde demonios se supone que debía buscar? Aquella habitación estaba tan ordenada como un maldito museo, y no se atrevía a abrir ninguna gaveta o cajón, a pesar de llevar en casa de Tom casi diez días.
Se decidió por el baño simplemente por pura desesperación. Había perdido por lo menos treinta segundos, y en el baño encontró las gomas para el cabello en el segundo cajón de una cajonera transparente.
Regresó corriendo a toda velocidad y se encontró con Tom, quien seguía en la misma posición, sentado en el piso con las piernas cruzadas y la vista clavada en su enorme reloj de pulsera.
—Eres rápido— murmuró— minuto y medio, y si me das un solo tirón, te juro que no podrás moverte en tres días.
Bill asintió con nerviosismo. No pasó por alto la advertencia de Tom, sabía que el músico la cumpliría al pie de la letra, así que con dos movimientos rápidos y certeros separó las rastas en dos partes iguales, las sujetó con las gomas, y después se alejó para contemplar el resultado: Tom con coletas.
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Pequeña Súper Estrella
Fiksi PenggemarTom Trümper, un apuesto joven de 24 años, famoso por su increíble musica y su aparente soledad, acepta ser parte del jurado del reality DSDS sólo por cortesía, y mientras siente que su vida se arruina de momento, en el trayecto conocerá a un pequeño...