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Los días pasaban y cada día me acostumbraba más y más a lo que parecía ser mi nueva rutina: Despertar, revisar la herida de Levi y cambiar sus vendajes, hacer el desayuno, tomarlo, intentar bañarme y ocuparme de los deberes lo suficientemente rápido como para no darle tiempo al chico de intentar alguna estupidez como intentar caminar solo hasta la próxima ciudad, cenar, y dormir.

Y luego todo se repetía una y otra vez, dando paso a la primera semana, y luego a la segunda... Y ahora estábamos aquí.

Sí, estaba mejorando, pero tenía la impresión que cuanto más se recuperaba, más insoportable se volvía. O tal vez era que tenía más energías, y empezaba a quejarse de las cosas que yo hacía y no le parecían, o me recordaba los defectos que ya sabía que tenía.

Para ser justos, yo también me empecé a comportar así, y ahora no sabía cómo romper ese ciclo, por lo que ambos estábamos a punto de apuñalar al otro a la primera oportunidad... Bueno, no, pues no era que nos detestáramos tanto, pero probablemente una patada estaría involucrada.

Fuera de aquello, no había mucho que contar acerca del repentino cambio en mi vida, a decir verdad. Sabía que en unas cuantas semanas se iría, y con suerte ahí acabaría todo y no me volvería a encontrar en una situación así nunca más, por lo que realmente intentaba mantenerme lo más indiferente posible ante su presencia. ¡Pero era tan difícil!

Me desperté en la mañana y por alguna razón sentí la necesidad de tomar una ducha, probablemente porque anoche Levi intentó levantarse (y probablemente irse, por alguna razón), y tuve que ir a recogerlo. Era de noche y estaba lloviendo, pero para cuando volví a la casa ya estaba muy cansada por intentar cargar a semejante tipo, así que realmente caí dormida y no tuve tiempo de intentar limpiarme.

Estiré un poco para levantame, y escuché el tronar de mi espalda por la posición tan incómoda en la que había estado durmiendo estos días.

En seguida dirigí mi mirada a mi cama, rezando por que Levi siguiera ahí, porque si había salido de nuevo, eso era todo, dejaría que pasara con él lo que Dios quisiera, ya no sería mi responsabilidad.

Como fuera, parecía que la cantidad aumentada de pastillas para dormir habían hecho su trabajo, pues él dormía plácidamente y parecía no despertar pronto.

Suspiré aliviada. En realidad, me sentiría un tanto culpable y muy molesta si algo le llegara a pasar.

Pero igual aproveché para tomar una ducha rápida, pues el miedo de tener que cargar a Levi de vuelta la casa me aterraba. Simplemente no lo soportaría de nuevo y ambos moriríamos en el bosque. O quizá tomaría una siesta en el suelo y luego volvería a intentarlo, pero la posibilidad seguía ahí.

Una vez había terminado de bañarme, me apresuré a cambiarme y ponerme ropa limpia, pues eso me daba la falsa sensación de tener algo de control sobre esta situación sacada de la manga.

Finalmente, cuando ya me sentía lista para iniciar un nuevo día, tomé la perilla y abrí la puerta, temiendo el encontrar a Levi saliendo por la puerta o algo por el estilo. No quería sudar tan pronto como había terminado de limpiarme.

Contrario a mis pesimistas escenarios imaginarios, tan sólo me encontré con el azabache tranquilamente parado junto a la cama, intentando ordenarla.

Sonreí ante la vista, pues parecía que no había peleado múltiples veces con él porque no quería guardar reposo. Incluso parecía que él estaba cooperando con la situación. ¿Era este acaso el universo recompensándome por haber lidiado con alguien tan terco y no haberlo matado?

Continué observándolo mientras él doblaba las cobijas con las que casi le había atado a la cama en un pésimo intento de no permitirle escapar en medio de la noche. ¿Eso sonaba mal? Yo era la que le estaba ayudando, y por alguna razón parecía que le estaba secuestrando.

Después de un momento, él se quedó viendo la cama y, todavía dándome la espalda, habló luego de soltar un suspiro.

— Debes dejar de darme esas pastillas para dormir. — Reclamó tranquilamente.

Pegué un pequeño saltito por la sorpresa que representaba el que él supiera que estaba ahí parada observándole como una acosadora o algo peor.

Pero, no le iba a dejar saber que me había sorprendido.

— Debes dejar de intentar escapar en la noche. — Le contesté de la misma manera. — Creéme que espero con ansias el día que deje de verte, sin ofender, pero no puedo permitirte hacer eso.

—Una vez vuelva a mi trabajo, te aseguro que no me será posible volverte a ver. — Dijo volteándose para verme. — Deberías dejar que me vaya.

— En ese caso, ayúdame a curarte para que puedas irte lo antes posible. No eres la mejor de las visitas, si te soy sincera.

Él abrió la boca para hablar, pero la cerró en seguida, probablemente dándose cuenta de que yo tenía razón.

Suspiré.

— ¿Sabes qué? Lo siento. — Dije.

— ¿Qué?

— Te estoy tratando como mierda. Aunque sí, estás siendo un problema con el cual tengo que lidiar, pero igual no te debería de tratar así.

Él asintió levemente, y yo le miré fijamente, esperando una respuesta.

Él chasqueó la lengua y suspiró con fuerza.

— Yo también te he tratado como mierda. — Aceptó.

Suficiente disculpa para mi.

— Sí, uno no puede tratar como mierda a alguien que no conoce. — Agregué asintiendo con la cabeza. — Así que ven, tomemos té y hablemos sobre nosotros. Cuando nos conozcamos podremos decidir si tratarnos así o no.

— Comprendes que no llegaremos a conocernos de verdad, ¿cierto?

— Te estás inclinando al lado de la mierda. — Bromeé.

Él, de nuevo, chasqueó la lengua y rodó los ojos, antes de cojear hasta una silla en el comedor, esperando la tan aclamada plática.

Yo sonreí satisfecha, y permití que empezáramos a juzgarnos.

¿Quién hubiera dicho que terminaríamos siendo amigos, en vez de gente que pelea sin razón?

Stay (Levi Y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora