Momento 2

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No podía creer lo que escuchaba.

- Perdón... No eres tú, soy yo... Yo... Creo que vas a encontrar a alguien mucho mejor que yo...

- Pero... - pensaba - No quiero a nadie mejor que tú, yo te quiero a ti... Por favor, no te vayas...

Pero a pesar de haberlo pensado, no dije una sola palabra. Simplemente vi cómo se abrió la puerta, él continuó hablando, pero yo no escuché nada. Finalmente, al ver que yo no decía nada, se despidió con la mano, agachó la cabeza y se fue.

El sonido de la puerta hizo reaccionar a mis oídos, pero yo todavía seguía anonadada.

- Mili, - me dije -reacciona, por favor... Llora, grita, al menos habla, algo...

Y entonces grité con todas mis fuerzas para salirme de ese estado y comencé a llorar. Como un recién nacido que por primera vez percibe el aire del mundo, tuve que aprender a respirar de nuevo.

Los días que siguieron fueron iguales o más dolorosos. Todo el tiempo revolvía en mi mente los recuerdos e intentaba descifrar qué demonios había sucedido. Hasta el día de hoy no lo entiendo. Tal vez, simplemente me dejó de amar. Y si me había dejado de amar, estaba bien, debía irse. No iba a retener a nadie que no me amara, pero esa excusa tan... burda y patética... Todo porque no quería aceptar sus verdaderos sentimientos. Eso me dolió mucho más. Pero... probablemente pensó que si me decía la verdad, me heriría más y prefirió echarse la culpa. Aun así, fuese como fuese, el dolor no dejaba mi alma ni mi corazón, mucho menos después de haber perdido al que fue mi primer amor.

Mis amigas me ayudaron un montón. Helado, chocolate, películas, almohadones y muchas mantas calentitas me ayudaron a acompañar las películas que veía hasta dormirme. Siempre había una de ellas conmigo cada noche para no dejarme sola.

Y no me dejaron deprimirme más que una semana. El lunes siguiente me hicieron arreglarme como una diosa para presentarme de nuevo en sociedad. Desde ese día, establecí mi rutina de maquillaje y me arreglé como una modelo. Al principio no fue nada fácil, y aunque me viera linda, mis ojos denotaban una gran tristeza. Pero con el tiempo, las cosas cambiaron, y gracias a lo que sucedió, descubrí cuanto amaba cuidar de mí de esa manera. Y así, poco a poco, el dolor dejó mi cuerpo y me sentí mejor.

Los días pasaron, la secundaria terminó, y no tuve duda alguna de lo que iba a ser. Luego de aprender lo básico para verme y sentirme bien yo, subí un un escalón más y me convertí en estilista y maquilladora profesional. Fundé mi propia empresa y comencé a mostrar mi arte y mi trabajo en las redes sociales. Poco a poco comencé a ser más conocida y disfruté de conocer a más y más personas que me fueron ayudando a cumplir mi sueño de ser una artista del maquillaje.

Un día, fui contratada para maquillar a una novia para un casamiento. Al parecer, había sido todo muy apresurado, ya que la novia estaba embarazada y querían formalizar su relación lo antes posible. La novia era hermosa y se veía realmente muy feliz de estar ahí. Se notaba que lo amaba profundamente, y la dulzura con la que hablaba de él me hacía querer que él realmente la amara a ella de la misma manera.

Me permitieron quedarme a la ceremonia a observar, lo cual agradecí profundamente ya que tengo una debilidad por las bodas.

Al entrar al salón, todo brillante, de blanco impecable y lleno de flores, vi al final de pasillo al novio nervioso que aguardaba a su futura esposa. Mi primer amor se veía realmente muy nervioso. Nunca lo había visto de ese modo. Y, no voy a negar que me sorprendió muchísimo verlo allí, y hasta el día de hoy me pregunto si me contrataron porque sabía que era yo, o si fue por error. Pero eso no importa. Al fin y al cabo, toda la sorpresa del momento me la quitó ver a la novia entrar y mirar a su futuro esposo con los ojos llenos de ternura y amor, como si contemplara ante ella al ser más maravilloso que había visto alguna vez. Jamás voy a olvidar esa mirada. Ella lo amaba. Y probablemente, él también la amaba. Entonces, allí en ese salón, vi como mi ex novio se casaba con el que, imagino yo, era el amor de su vida, y yo solo tenía una cosa para decirle:

- Gracias.

Detrás de mí, una voz grave y muy conocida me preguntó:

- ¿Y nosotros? ¿Para cuándo?

Lucas y yo llevábamos juntos bastante tiempo, pero nunca habíamos hablado de eso. Lo miré sorprendida ante sus palabras.

- ¿Deberíamos? - le pregunté.

- ¿Por qué no? - me respondió tomándome de la cintura y sonriendo de oreja a oreja.

Roja de vergüenza y sin saber dónde meterme, terminé enterrada en su pecho.

- Yo te cubro hasta que se te pase...

Su abrazo era cálido, amable y dulce.

- ¿Lo dices en serio?

- Claro, yo te cubro...

- Lo de casarnos... - le dije abriéndome espacio para mirarlo a los ojos.

- Solo si tú quieres - y me sonrió de la misma forma en la que la novia le había sonreído a su novio hacia solo un momento.

Y no me quedaron dudas. Simplemente asentí y lo abracé.

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