Momento 12

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Un día dejé de poder hablar.

- Ahkajsnals jkcliacknldkjcal kjcljkcbslcjknl...

La gente no entendía lo que decía.

- Añlsncas kncjncodsjn vño ancañcnñ cndñvjknñna sñcnadvniuwrv...

Yo sabía lo que quería decir, pero cada vez que abría la boca, no lograba hacer que salieran palabras que tuvieran algún sentido.

- Sncalc knwooqendc ollancalcañlkmmñdsvmñvvniw dsñxzlk mñals...

Durante mucho tiempo hice todo lo posible por explicarme, por practicar y por entender por qué no podía articular palabras que tuvieran sentido. En mi cabeza las ideas eran totalmente claras, pero por alguna razón no podía transmitirlas. Lo peor era que a pesar de que yo quería hacerlo, nadie creía que mis ideas sí eran claras. Quise transmitir lo que pensaba y sentía de muchas formas, pero llegó el punto en el que nadie quiso escuchar lo que tenía para decir. Para cuando me di cuenta de que podía intentar comunicarme de manera escrita, ya nadie quería saber de mí.

Comencé a vivir como alguien cuya inteligencia era cuestionada a cada instante. Mi familia intentó ayudarme al principio, pero después de muchos exámenes comenzaron a pensar que probablemente había perdido la cordura y pensaron en dejarme en un psiquiátrico. Me negué rotundamente, pero al no poder comunicarme, la única opción que tuve fue irme de mi casa antes de que eso sucediera. Además, ya no quería causarles más problemas, ni mucho menos terminar internada como una loca.

Demás está decir que perdí mi trabajo cuando esto me sucedió. Intenté conseguir trabajo, pero nadie me contrataba. Entonces, decidí dejar de hablar. Opté por decirles que era mudo y aprendí a comunicarme con señas. Le pedí a un médico que me diera un certificado que avalara mi condición, ya que ni él podía hacer nada por mí. Así fue como entré en una oficina haciendo labores menores y algunos mandados. Por suerte logré adaptarme con rapidez. No aprendí el lenguaje de sordos, porque podía entender perfectamente lo que me decían, solo que yo no podía responderles de igual manera. Con cada día que pasaba, las personas de la oficina y los alrededores se acostumbraron a lidiar conmigo sin problemas, y poco a poco renuncié a usar mi voz al punto en el que me olvidé como sonaba. Así viví durante varios años.

Un día, conocí en el trabajo a un hombre que hacía que mi corazón latiera muy rápido. Era algo raro, jamás me había sentido así. Cada vez que lo veía, no me bastaba con saludarlo; quería conocerlo, saber cuáles eran sus intereses, hablarle... pero jamás podría hablarle. No había forma. Yo no podía hablar... ¿O sí?

Intenté pensar qué formas tenía para conocerlo y comunicarme con él, por lo que cada día utilicé la oportunidad que tuve para pasar cerca de él y observarlo, aunque más no fuera de lejos. Sin embargo, no pude hacerlo muy seguido puesto que muchas veces nuestros horarios no coincidían o estábamos en oficinas demasiado distantes la una de la otra y no tenía una excusa para acercarme.

No obstante, no me di por vencido. Continué ideando planes, y más planes, y aunque todos fracasaron, no me di por vencido. Debía encontrar la forma de conocerlo. Afortunadamente, gracias a todos esos fracasos sí tuve la oportunidad de saber algunas cosas de él, como que se llamaba Leonardo, trabajaba en la oficina de contaduría y era una de las personas más confiables de su sector. Todos querían y admiraban a Leonardo, y decían que era muy fácil entenderse con él, pues era muy accesible y amable.

Entonces me dije que una aproximación directa sería lo mejor, y debería hablarle cara a cara, hasta que abrí la boca y, acto seguido, la cerré de nuevo. Me di cuenta que habían pasado muchos años sin hablar. No sabía si podría mantener una conversación con él. Probablemente solo pasaría vergüenza. Pero, tal vez, en ese momento si podría hablar y tal vez si podría hacer que mi boca produjera los sonidos correctos y las palabras simplemente fluyeran...

Entonces, junté valor (durante varios días) y en un moemento me lo encontré de frente.

Primero lo saludé con una leve reverencia. Él me saludó con una sonrisa.

- Esta es mi oportunidad – me dije a mí mismo.

Y abrí mi boca.

- Hcoask cmalcnikasck...

Él se me quedó mirando. Yo estaba en shock. Nada había cambiado. Quise salir corriendo, pero me había costado muchísimo llegar hasta aquí, así que intenté de nuevo:

- Coanco ancoeinfa...

Nada. Los ojos se me llenaron de lágrimas y sentí un nudo en mi garganta.

- Garganta estúpida... - pensé - ¿Cómo puedes anudarte si ni siquiera eres capaz de producir un sonido decente?

Miré al hombre de mis sueños y su rostro lo decía todo. Yo era un bicho raro y asqueroso. Jamás intentaría hablar de nuevo. Entonces, me di media vuelta para irme pero él me detuvo tomando mi mano.

- Mucho gusto. No estaba seguro de que era eso lo que querías decirme, por eso esperé a que terminaras. Te cuesta hablar, ¿no?

Di vuelta la cabeza de golpe para mirarlo, mientras sentía la calidez de mis lágrimas rodar por mis mejillas, y asentí con mi cabeza.

- No te preocupes. Todos tenemos algo en lo que no somos buenos. Aun así, entendí lo que me querías decir, no te preocupes.

Entonces abrí mi bocota y dije:

- Ascnasncljncldncñaolskcnñaslcnañsc añskjc añsjkc ñasjcknasñkcjnasñcnñsak jskaj ñj ñs ñsadj ñasj ñsdvnñsoklncañsodnc ñaos ñj kjvueiveiurviurevber e eornvowievnwoeivbwoñev on owincwoinc'pc'oc'P C'Peonweovwv wliewiweweinowec ewiubweiuvvnx ndoinñldkvmádpváívnóvnóvnórvnádskvnaspina'win'iwin oi n n'pin'pvn'wpn wa'vnwoavnóaeinváovinaéovinéoivnqoeiveq'rovb qerób oeirhbévlnóinéinewoifhwefweñkvodisnvsnvdsoidqvwvqweinvqwe'kvn'sdivnq'wvinwaínvqa'svnqa'sinváwevinqwae'vinqáivnq qqq...

Y él, con los ojos abiertos como platos me regaló estas dulces palabras:

- Yo también te estuve observando desde hace mucho. No sabía si estabas saliendo con alguien y por eso nunca dije nada. A veces es raro saber que te están observando a lo lejos – dijo mientras se rascaba la cabeza y sonreía algo avergonzado -. Quería conocerte más, porque parecías una persona muy interesante y apasionada por tu trabajo. A pesar de que nunca habías dicho nada, tu carisma se transmite de otra manera. Y si soy sincero, me encanta ser la persona con la que elegiste hablar de nuevo – y sonrió ampliamente - ¿Te gustaría que nos tomáramos un café?

Y asentí.

Tal vez todavía no puedo articular las palabras, pero este fue el primer paso y sé que algún día lo voy a lograr.

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