Día 2: AU Realeza

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Ochako Uraraka

Como todas las mañanas la práctica parecía animada. Se divertía viendo como el temido escuadrón de Los lobos de sangre sudaba en frío ante los regaños de su líder y futuro rey.

Todas las mañana iba a ver las prácticas del escuadrón, para ver como había avanzado su mejor amigo desde que decidió enlistarse como caballero. No había sido una desicion difícil, después de todo desde pequeño el peliverde tenía delirios de héroe. No era nadie para juzgarlo puesto que siempre tuvo el sueño de ser una princesa o incluso una noble, lastimosamente a diferencia de su amigo dicho sueño jamás se haría realidad. Nació como una simple panadera y de esa manera moriría.

Por lo menos ahora se encontraba trabajando en el castillo puesto que cuando recién Izuku entró a los caballeros le mando un pequeño regalo para animarlo -la primera semana había sido bastante intensa- que terminó siendo probado por el principe quien ordenó que se volviera su panadera personal.

El príncipe...

Otra de sus razones para venir a ver los entrenamientos. El muchacho era alto, con una hermosa caballero rubia ceniza propia de la familia real y unos ojos rojos cual rubi. En la ciudad se murmuraba mucha acerca de él sobre todo sobre su carácter explosivo. Le parecía bastante injusto que dicha razón llevara a la gente a considerar que sería un mal gobernante aún cuando había implementado muchas reformas importantes para la economía del reino.

Dejó escapar un suspiro. El principe era realmente guapo, cuando entrenaba y se quitaba la camisa -lo cual pasaba bastante seguido- dejando a la vista su trabajado cuerpo, Ochako sentía que la baba se salía de su boca. Realmente parecía una pervertida, por lo menos nadie la veía, su hora de descanso coincidía perfectamente con la del entrenamiento mañanero del escuadrón del príncipe además cuando se demoraba más de lo necesario nadie le buscaba por ahí así que tenía suerte.

Sus ojos se encontraron y su corazón empezó a latir más rápido. Tal vez era su loca imaginación descarrilada de nuevo, siempre le ocurría lo mismo, cada vez con más frecuencia.

Alguien como él no recordaría su rostro ¿verdad? Se habían chocado unas cuantas veces en el palacio, él la reprendia con una mirada dulce y luego se separaban.

No, no podía mirarla.

Eran de mundos distintos, demasíado.

Pero podía ser...

¿Le haría daño ilusionarse tan solo un poco?

- ¡Principe! - escucho a lo lejos la voz de Iida, la mano derecha del príncipe y alguien bastante peculear

- ¿Que? - gruño de mala gana como respuesta

- Necesito que...

- Estoy en medio de una práctica, muere - lo corto de tajo mientras volvía al entrenamiento

- Tenemos que ver el asunto de su prometida, pronto ascenderá al trono y tiene que...

- ¡Mierda! ¡Detente!

Sus ojos se volvieron a cruzar. Se dio unas cuantas palmadas en las mejillas para volver a la realidad, se levantó del suelo y se alejo del árbol que la refugiaba con su sombra cada mañana.

No la había mirado, había sido una simple ilusión.

Su pecho dolía.

En el baile del viernes anunciarían a su prometida.

Su pecho dolía.

Ella no pertenecía a su mundo.

Una lágrima se le escapo.

Kacchako Week 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora