-Capítulo 4-

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-Algunas cosas siempre salen a la luz-

Abro los ojos que de entre la oscura pesadez se encontraban envueltos, la luz artificial hace de las suyas para encandelillar mis ojos y obligarlos a cerrarse por segundos hasta acostumbrarme y familiarizarme con los rayos de la lámpara que reposa en el techo; la sensación de haber estado aquí antes, retumba en las profundidades de mi mente.

Impulso mi cuerpo hacia arriba en un intento desesperado por sentarme, miro a mi alrededor con cautela, el familiar color de las paredes, el mueble y la maquina me confirma una vez más que mis sospechas sobre haber merodeado el lugar antes. Tomo una respiración profunda y algunas escandalosas y mórbidas escenas de lo sucedido la noche anterior, me inundan la mente sin piedad alguna, una punzada de dolor martilla mi cabeza, más recuerdos y sensaciones se arremolinan como un huracán, preparándose para llevarse y acabar todo a su paso; hago muecas de dolor y respiro profundamente intentando contenerlo. 

Un ruido irritante se hace escuchar desde un costado, pasos azotando el suelo vienen en mi dirección, mientras que las dolorosas punzadas comienzan a bajar en maneras inconcebibles, los recuerdos claros e intactos se comienzan a guardar en mi memoria como un archivo.

El rostro arrugado y pasmado de kale aparece en mi campo de visión, me observa de arriba abajo y toma un portafolio que descansa sobre una de las maquinas, mira página por página hasta llegar a la de su elección, saca una pluma y comienza a rayar sobre el inestable papel.

Debe ser mi registro, debe estar agregando el incidente de anoche con exageración y dramatismo, haciendo verme una vez más como un monstruo y un peligro para la sociedad, haciéndolo así, más improbable que un día pueda salir.

—¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?— El sonido de su voz resuena por todo el lugar, cerrando el portafolio para sentarse a un costado de la camilla.

—Igual que siempre— Respondo seca y cortante sin ganas de dar detalles.

—Esta vez no puedes sentirte igual, intentaste quitarte la vida—Habla con horror.

—¿Qué? Eso no es posible— Frunzo el ceño en confusión, sé que no me creerán pues, no puedo explicar a alguien a quien no podía ver ni tocar, a alguien que con indescriptible fuerza apretaba mi garganta. No he intentado quitarme la vida durante todo el tiempo que llevo aquí, ¿Por qué habría de hacerlo ahora?

—¡No mientas!—Exclama —No tienes por qué avergonzarte, estamos aquí para ayudar— sube las comisuras de sus labios, formando una sonrisa cariñosa y extrañamente familiar.

—¡No era yo!— Suplico.

—Claro, ya me vas a decir que un fantasma te dejó esos rasguños— Insiste sarcásticamente, mirando mi cuello.

—Me creas o no, no fui yo— Toco mi cuello percatándome de las pequeñas cortadas.

—¡Ah! cada día que pasa estás peor, sé que algo me ocultas, sé que no me quieres decir, así que no te atrevas a pasarte de lista conmigo —Estalla, acercándose un poco más hasta asegurarse que la mayor parte de su rostro invada mi campo de visión.

Las desgastadas servilletas se toman mis pensamientos para confundirme ¿y si ya lo sabe todo? ¿y si solo quiere escucharlo de mí? ¿y si ya las leyó? No, no... debí guardarlas mejor, debí asegurarme que no las encontrara ¡NADIE!

«Ya lo debe saber, habla o te irá peor »Habla mi vocecita interior.

—La letra— balbuceo antes que pueda meditarlo un poco más.

—¿Disculpa?— El desentendimiento se apodera de las facciones de kale, cambia de una postura desgarbada a una de alerta para ahora, mirarme fijamente.

los sueños perdidos de Ashen LegasovDonde viven las historias. Descúbrelo ahora