Perros Callejeros

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Sirius estaba muerto.

Cada vez que ese pensamiento atravesaba la mente del azabache, parecía que sus pulmones dejaban de funcionar y le faltaba el aire.


Harry había regresado a Hogwarts; todos sus amigos habían regresado. Todos menos Sirius.


Si tan sólo Harry hubiera escuchado a su sentido común en lugar de brincar directo a la acción e ir al Ministerio, tal vez Sirius seguiría...


Harry sabía que no era el único atormentándose con los "tal vez" – había visto los ojos devastados de Lupin; había escuchado su grito de dolor; había sentido su fuerte agarre, intentando detener a Harry, pero también intentando detenerse a sí mismo.


Harry sacudió su cabeza. No podía ahogarse en su dolor.

No cuando Voldemort era cada vez una amenaza mayor.


-¿Así que todos los problemas han terminado ahora que Dumbledore ha vuelto? –preguntó Ginny, sentada en una camilla y abrazando fuertemente sus piernas.

-Sí, –dijo Neville –todo parece haber vuelto a la normalidad.

-Pobre Filch –Ginny sonrió pese a no sentir verdadera alegría –No para de decir que Umbridge fue lo mejor que le ha pasado a Hogwarts en años.


Los seis miraron a la profesora Umbridge, quien estaba tumbada en una camilla alejada de ellos. Dumbledore había ido al Bosque Prohibido para salvarla de los centauros, aunque nadie sabía cómo lo había hecho sin recibir un solo rasguño.


-Hablando de centauros –dijo Hermione –¿Quién va a ser el nuevo profesor de adivinación? ¿Se va a quedar Firenze?

-Tiene que hacerlo, –contestó Harry –los otros centauros no lo admitirán de regreso en la manada, ¿verdad?

-Yo creo que ambos van a enseñar –dijo Ginny.

-La asignatura sigue siendo un desperdicio de tiempo. Firenze no es mucho mejor que Trelawney –agregó Ron.

-¿Cómo puedes decir eso después de que descubrimos que existen profecías reales? –preguntó Hermione.


El corazón de Harry empezó a latir violentamente. Todavía no había hablado con sus amigos sobre lo que decía su profecía y, honestamente, no estaba preparado para decirles que debía asesinar o ser asesinado.

Harry se levantó abruptamente, desesperado por salir corriendo de allí.


-¿A dónde vas, Harry? –preguntó Ginny.

-Voy a ver a Hagrid –mintió el chico –Ya saben, le prometí que iría a contarle cómo estábamos y qué había pasado en el Ministerio –explico mientras caminaba hacia la puerta.

-Oh, vale –dijo Ron, mirando el cielo a través de la ventana del dormitorio –¡Salúdalo de nuestra parte!


Harry levantó una mano para demostrar que había oído y salió de la habitación.



El castillo estaba demasiado silencioso. Todos los alumnos estaban afuera, disfrutando de los últimos días del trimestre sin el estrés de los exámenes y deberes.


Harry anduvo lentamente por el pasillo, mirando por las ventanas a su paso. No se podía decidir si quería estar con gente o no. Su interior era, en pocas palabras, un torbellino de emociones contradictorias.

Danzando en FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora