Apología de Ginny Weasley

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Habían pasado unas semanas desde la pequeña fiesta y el beso, pero Harry todavía podía sentir el calor de Draco.

Ni siquiera podía dejar de pensar en el rubio.

Si pensaba que ver a Draco en clases y fingir que se odiaban era difícil, claramente no estaba preparado para compartir habitación con él y ser simplemente su amigo.


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Harry iba caminando por el jardín, buscando a Ginny. 

Al final, la encontró sentada a la sombra de un gran árbol, cerca del pozo de agua de pixies.


Harry se sentó junto a ella.


-Hola –saludó con cariño.

-Hola, Harry –la voz de Ginny sonaba triste. Llevaba varios días comportándose de manera distante; Harry no sabía qué hacer.


Harry estiró su mano para tocar su hombro, pero ella se apartó. Ginny abrazó sus piernas con fuerza y apoyó su cabeza en sus rodillas.


-Harry, ¿puedo hacerte una pregunta?

-Sí, claro.


Ginny guardó silencio por unos segundos, tomó una gran bocanada de aire y, cerrando los ojos fuertemente, soltó:

-¿Cuánto tiempo llevas saliendo con Draco?

-¡¿Qué?! –preguntó el chico exaltado. Ginny lo miró con ojos tristes, Harry suspiró –No estamos saliendo.


Ambos guardaron silencio.


-¿No están saliendo?

-No.

-Bien, entonces ¿cuánto tiempo te lleva gustando?


Harry la miró sin saber qué responder. No podía – y no quería – mentirle.

Además, Ginny parecía ya sospechar lo que estaba pasando. Y merecía saber la verdad.


-Desde quinto año, –confesó Harry –Tal vez antes.

-Por Merlín, eso fue hace cuatro... –Ginny calló abruptamente -Ya lo habías besado, ¿verdad?


Harry desvió la mirada.


-Varias veces, –confesó, sintiéndose la basura más grande del planeta –a lo largo de quinto y sexto.


Ginny no preguntó nada más, pero Harry tenía que contarle todo. Ya no podía callar.


-Nos veíamos ocasionalmente, pero no era una relación. La única regla era que no habría sentimientos de por medio. Claro, eso no resultó muy bien, ¿verdad? –Harry soltó una risita que rápidamente se volvió un sollozo.


Ginny asintió. Ambos guardaron silencio y escucharon el rápido aleteó de algunas pixies que aún volaban por ahí.


-¿Entonces por qué estás conmigo?


Esa era la pregunta que Harry había temido por tanto tiempo. Por fin frente a él.


-Porque pensé que, si te rechazaba después de que me besaste, acabaría perdiéndote a ti, a Ron y a los demás.


Para sorpresa del azabache, la pelirroja soltó una risita.


-Harry, no seas idiota. Todos en mi familia te aman –Ginny lo miró con cariño –y yo también. Eres un Weasley y eso no va a cambiar...

-¿Pero? –preguntó Harry consciente de que Ginny no había terminado.

-Pero me hubiera gustado que me dijeras la verdad desde el principio.

-Lo sé. Pero tenía miedo de cómo reaccionarían Ron, Hermione y tú si se enteraban que estaba viéndome con Malfoy, –dijo –o qué pensarían si se enteraban de lo que sentía por él.

-Somos tus amigos, Harry y siempre vamos a apoyarte. Pero no podemos hacerlo si no confías en nosotros.


El chico tenía un nudo en la garganta.


-¿Puedo hacerte una pregunta?

-Supongo que sería lo más justo –respondió Ginny –Claro, dispara.

-¿Cómo te diste cuenta?


Ginny sonrió, pero sus ojos se llenaron de lágrimas.


-Lo supe cuando vi cómo lo besaste.

-¿Eh? ¿A qué te refieres? –Harry se sentía perdido.

-Cuando besaste a Draco, no sé, había cierta familiaridad entre ustedes dos. Se veían a gusto, cómodos.


Harry bajó la mirada; sabía que Ginny tenía razón.


-Tenías la misma cara que cuando vuelvas alrededor del campo de Quidditch y, por un momento, sentí celos de Draco. El beso fue corto, pero bastó para darme cuenta de que yo era quién sobraba ahí.

-Te lastimé a ti y también lastimé a Draco –Harry se cubrió el rostro con sus manos –Soy un idiota.

-Sí, lo eres –dijo Ginny, dándole un golpe afectuoso en el hombro –Eres un idiota por seguir aquí cuando deberías estar buscando a Draco.

-Pero, Ginny...

-Harry, voy a estar bien –Ginny sonrió y Harry supo que decía la verdad –Ve por él.


Harry soltó una bocanada de aire. Se puso de pie, pero, antes de alearse, volvió a girarse hacia su amiga.


-Aprovechando que estamos hablando de esto, –comenzó –tal vez deberías intentar hablar con Lu... –las intenciones de Harry eran buenas: sabía que los sentimientos de Luna eran sinceros y que ella sería mucho mejor pareja que él, pero Ginny lo interrumpió.

-Dije que voy a estar bien, Harry, no que soy masoquista. Necesito tiempo antes de volver a intentar salir con alguien, –la chica hizo señas con su mano –Ahora vete de aquí antes de que te patee.

-Gracias, Ginny –Harry se sacudió el pasto de los pantalones. Miró a su amiga por unos segundos, agradecido, revolvió su cabello con cariño y salió corriendo en busca del rubio.


Ginny suspiró y cerró los ojos, intentando contener las lágrimas que amenazaba con salir de sus ojos.


Harry era un idiota, sí, pero ambos merecían ser felices. 

Y no lo serían juntos.    

Danzando en FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora