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Tu presencia junto a mí, en un momento en donde nos sentamos juntos, que íbamos regreso a nuestras casas, fue de las cosas más extrañas que pude experimentar. Eras el chico del apellido de mi personaje que estaba escribiendo. De alguna manera me tenías atrapada, sin ni siquiera haberme dirigido la palabra.

Y justo ese día fue cuando comenzamos hablar. Con un simple: ¿para dónde vas? Fue lo que inicio nuestra conversación que después conllevaría a toda está historia.

Hablamos durante todo el camino, nos dijimos nuestros nombres y de la escuela donde proveníamos antes de llegar a la universidad. Tengo muy en mente ese momento en que me dijiste tu edad y no te creí porque te veías más joven de lo que aparentabas. Y me enseñaste tu credencial para verificar tu edad, y de paso tu identidad.

Entonces, nuestra conversación se desvió a algo sucedido con un vídeo que me ibas a enviar, y es ahí cuando te di mi número de celular.

Quien diría que nuestras conversaciones pasaron de ser tan básicas, a derrochar un poco de genuino interés.

Corazón de MelónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora