Son un sin fin de palabras no pronunciadas las que inmovilizan internamente todo tipo de temblor o instinto de articular cualquier conjunto indivisible de grafemas. Es el silencio mismo el que es profesado por su boca en el instante en que sus labios se dividen y es silencio lo que lleva dentro y de lo que está hecha. Era muda, no importaba si él la percibía como una melodía palpitante o un poema clamado, había estado enmudecida desde la creación de todos los tiempos y así, sin marca, iría en la muerte como en la vida.
En aquel mismo mutismo rutinario Jena recorre los pasillos hasta que todo el ruido del mundo la frena en seco y la hace aterrizar fuertemente a la realidad. El ruido de su presencia cala hondo cuando lo ve acercarse y aún cuando no es el oído lo que le falta parece también percibir las vibraciones que se propagan cuando la distancia se acorta. Sin detener su paso ve a Aitor frente a ella e instintivamente esconde la mirada ansiando que sus caminos de nuevo se dividan. Aunque los instantes se hacen eternos cuando lo tiene en frente se da cuenta que el fin de ese encuentro nunca llega y que no es por el efecto que este inevitablemente provoca.
El tiempo realmente se detiene cuando Aitor interrumpe su camino al tomarla suave pero decididamente por el brazo y al hacerla retroceder hasta dejarla acorralada en medio del pasillo. Jena de inmediato lo mira con temor y se congela en su lugar.
—Por favor ya dime algo —suplica Aitor acomodándose frente a ella y sosteniendo fielmente su brazo—, no puedo decir todo lo que quisiera si tú no lo dices primero, ya es tiempo de que me enfrentes y me digas a la cara lo que sientes. —La chica aprieta los labios mientras su mirada nublada por el llanto lucha por seguir enfrentándolo, y justo cuando cree que tal vez puede resistir aquella batalla Aitor vuelve atacarla—. ¿Te gusto? ¿Me quieres? ¿O es... algo más fuerte que eso? —cuestiona desconociendo totalmente su incapacidad para pronunciar palabra y acercándose más a ella. Esta no puede evitar encoger sus hombros aún más e intentar hacerse pequeña recurriendo a su hereditaria habilidad—. Te lo preguntaré de nuevo, ¿qué sientes por mi? —El silencio nuevamente los rodea a modo de muerte fría y dolorosa, pero aún así el muchacho hace un último intento—. Ya dime algo, ¿sí? Lo que sea, cualquier cosa, cualquier cosa a la que yo pueda responder un "siento lo mismo". —El peli negro sigue esperando pero sabe que la respuesta está lejos de llegar. Ella entreabre los labios intentando decir algo pero sabe que es inútil y de nuevo calla, deja caer la mirada hacia el suelo y lo siente desprenderse lentamente de su agarre.
Aitor la suelta y retrocede. Niega con la cabeza resignado y suelta un suspiro. La mira de nuevo y ella a él también. Con la mirada le grita hasta el cansancio que lo ama aún sabiendo que el brillo de sus ojos no es un lenguaje que él domine ni un mensaje que pueda descodificar. El chico se aleja y sigue con su camino. Cuando la distancia de nuevo los sitúa a cada uno en el extremo de su realidad Aitor vuelve hacia ella por última vez.
Se gira hacia atrás en busca de ella pero nada encuentra, sólo un ser alado de oscuro plumaje yace en el lugar que Jena ocupaba segundos antes. Un vencejo de tez negra lo observa silenciosamente desde el piso antes de salir disparado hacia los cielos de cemento de la edificación.
No es otra cosa que el lenguaje lo que mantiene a los sujetos, sin él nada son. Sin la palabra se puede chillar, graznar, voznar, gruñir, crascitar, rugir, crocitar, grujir, rezongar o rechinar que nada audible emergerá de eso. Dos palabras, cinco letras, es todo lo que necesita ser dicho.
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Microcosmos; fts
Short StoryNo es más que la epítome de los amores no correspondidos. No es más que un ideal que se transfigura en totalidad y mueve a los soñadores. (Capítulos unitarios)