La tumultuosa muchedumbre que la rodea no desaparece por más que lo desee. Permanece ahí, parada entre aquella aglomeración que casualmente no la hace sentir acompañada sino diminuta. Después de un rato de espera el autobús se detiene en su lugar y mucho antes de que se abran las puertas la gente frente a ella ya sale disparada hacia el interior del vehículo.
Prici observa desde su lugar cómo la multitud llena uno a uno los asientos y se acomoda de pie entre los espacios del autobús. Sólo un pequeño lugar queda disponible entre la última persona que entró y la puerta. Con su resignación rutinaria y un semblante relajado la chica se acomoda en aquel pequeño rincón y espera a que las puertas se cierren frente a ella, pero aquel momento parece no llegar. Las personas que esperaban detrás de ella deciden aguardar por el siguiente transporte y nadie más parece querer subir, pero aún así las puertas continúan abiertas.
Para su desgracia parece que entre aquel tumulto de gente que espera en la parada sí hay alguien a quién le interesa tomar ese transporte, pues un muchacho bastante distraído y vivaz se abre paso entre la gente. Prici lo reconoce de inmediato y lo único que puede pensar o desear es que este no logre alcanzar a subir. Pero como sus súplicas y deseos son siempre irrealizables la chica lo ve entrar apresuradamente en el autobús justo antes de que las puertas finalmente se cierren. Aitor se acomoda ligeramente en aquel rincón quedando frente a ella y el vehículo se pone en marcha.
Desear internamente que este no la notara también fue inútil pero ella lo hizo una y otra vez de todas formas hasta el instante en que Aitor levantó la vista. La distancia es poca y el espacio es escaso por lo que al muchacho le resulta sencillo reconocer, acurrucada frente él, a la extraña chica de su clase que jamás pronuncia palabra en su presencia y que no hace más que actuar extraño. Ve cómo Prici se mantiene muy quieta en aquel rincón junto a las puertas y cómo evita monumentalmente su mirada.
A Aitor le resulta adorable y gracioso, y se le hace apropiado sacar algo de provecho de la situación que desde entonces ya había provocado en él una sonrisa. Influenciado por la idea de fastidiarla y también un tanto obligado por los movimientos del vehículo apoya lentamente su mano en el soporte de la puerta que se encuentra detrás de ella acortando la distancia, acorralándola y haciéndola mirarlo.
Las miradas finalmente se encuentran en medio de aquel limitado espacio. Todo tiembla en el interior de la chica y algo se enciende en los adentros del muchacho. Todo parece estar en silencio a su alrededor pero al menos uno de ellos está gritando fervientemente una tardía y profunda confesión. Mucho es dicho durante el tiempo en que esos pares de ojos cafés se encuentran entrelazados pero ninguna voz emerge de eso.
Finalmente, es el destino que los amorosos callen.
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Microcosmos; fts
Short StoryNo es más que la epítome de los amores no correspondidos. No es más que un ideal que se transfigura en totalidad y mueve a los soñadores. (Capítulos unitarios)