Nada sabrán de ella ni en cuestionamientos inquietantes ni en dudas devoradoras, simplemente, como la enormidad de la selva y las curiosidades del azar, la devoró la vida.
Mali cayó profundamente en la bastedad de los lugares vacíos y de grandes barreras, de muros de arbustos, de señas sonoras y muy poco precisas. Se halló perdida en un hoyo profundo, de área diminuta y asfixiante, carente de la biodiversidad de otras especies. Se extravió en la barbaridad de la más frondosa cárcel mental, de barreras invisibles pero verdes, sin agua para la sed ni alimento para la lividez. Sin sol, pero con infalibles propiedades para hacerla desvariar.
Con eterna sombra, la suya, la de Aitor. A lo largo y ancho del campo se proyectaba, su enorme silueta, de anchos hombros, infladas piernas y gruesos cabellos. El gigante nunca se iba, en ocasiones se movía, dejaba rastro, profundas huellas en la tierra en las que Mali se acurrucaba para dormir.
La devoró. Entre las arboleadas amarillas en las que intentó ocultarse sin éxito la atrapó junto con restos del boscaje verdoso y primaveral. La levantó por los aires antes de arrojarla directamente hacia su boca. Se deslizó por la enorme cavidad de Aitor como los dioses por la del gran titán. En una eterna caída se resistió hasta la muerte, gritando hasta desgarrarse el pecho, llorando hasta secar de su cuerpo su última lágrima. La masticó y luego la tragó.
Ignoró que lo buscaba, que lo veneró incluso cuando la aplastaba, cuando tapaba cualquier esbozo de luz que iluminara su paso, hasta cuando la masticó como a un residuo humano de insignificancia y reducida validez.
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Microcosmos; fts
NouvellesNo es más que la epítome de los amores no correspondidos. No es más que un ideal que se transfigura en totalidad y mueve a los soñadores. (Capítulos unitarios)
