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— ¿Qué hacen ustedes hoy a la noche?— preguntaba yo, pasándole el mate a Vladimir, que era el cebador

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— ¿Qué hacen ustedes hoy a la noche?— preguntaba yo, pasándole el mate a Vladimir, que era el cebador. Estábamos en el jardín del monasterio, la ceremonia de los monjes podía escucharse desde ahí. 

— Creí que te avergonzaba salir con viejos— bromeó Carlos, agregándole azúcar al mate.

— ¿Qué le ponés azúcar? Ya la cagaste, boludo— me quejé junto con Vladimir, que al igual que yo, era fanático de los amargos— Esto es lo que me avergüenza de vos.

— No. Lo que te avergüenza es ir a bailar conmigo y con el mudito porque somos viejos— reprochó respirando tabaco y con una leve risa.

— Solo contigo le avergüenza, Carlos. Conmigo no, siempre vamos a la discoteca juntos. Tú eres el viejo— le respondió mi gran amigo moviendo su cabellera al viento, mientras Sofía, su hurón, pasaba caminando por el medio de la mesa hasta llegar a escabullirse en la manga de mi saco. Carlos me miró algo decepcionado mientras volcaba las cenizas del habano en el cenicero.

— ¿Por qué no querés salir con él?— preguntó papá que recién se acercaba a la mesa, tenía los ojos rojos y de solo verlo, podías sentir la amargura con la que cargaba el pobre— Dame un mate, hija.

— Hoy cocinamos guiso de arroz con Vladimir. Está en la heladera, pa—  le respondí desordenando su pelo con cariño cuando mi amigo le pasó el mate. Él no salía de su habitación desde la noche anterior y en todas las veces que me levanté al baño en la madrugada, desde los pasillos lo pude oír llorar. Algo prohibido para él, porque se consideraba un macho y los machos no lloraban.

— Vegano, obviamente— agregó Vladimir sonriéndome. Yo me reí un poquito mientras esperaba la reacción de mi viejo.

— Veganos mis huevos, pelotudo— soltó mi viejo tomando el mate y se lo dejó a Carlos antes de seguir hablando— ¿Está de moda ahora? ¿2015? Pensé que todavía no se habían revolucionado los trolitos que no matan una vaca, ni las mujeres. Que eso pasaría en el 2050, o... Nunca— exclamó con la más grande actitud machista del día. Yo lo tenía basta te controlado en las pelotudeces abismales que decía pero a veces se le salía la cadena.

— Para desgracia tuya, las mujeres estamos despertando, Martín— le dije y de la bronca que tenía, no me percaté que Carlos estaba agarrando el mate— Y con nuestra lucha que le re jode a los machitos como vos, nadie más nos va a pasar por arriba, pelotudo.

— Yo le decía algo así a mi padre y me rompía el culo a cinturonazos— comentó Carlos tomando mate de una manera egoísta pero graciosa, con la bombilla en la boca y la pava llenando de agua caliente el mate una y otra vez, él solo.

— Florian, querida— exclamó papá poniendo una mano en su cintura y comiendo unas galletitas. Yo esperaba a que siguiera hablando pero se tomó todo su tiempo de masticar las galletitas.

— ¿Qué? Hablá, nene. Que mis oídos soporten escuchar a "Martín Berrote" todos los días, no significa que soporten este modo misógino que activaste. No te soportan el modo Martín Machote" Así que hablá— me quejé yo y en un punto, pude llegar a verme parecida a papá enojado, por lo que Carlos, al notar lo mismo habló.

BERROTGEN | La Casa de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora