3 años después
No solo las calles de Buenos Aires estaban llenas de mujeres con un pañuelo verde en el puño o en el cuello, si no las de toda Argentina. El país teñido de color verde y blanco, el mundo entero desde Estados Unidos hasta el más remoto lugar en Asia, mirándonos a nosotras. A las mujeres, siendo protagonistas, levantar el puño y reclamando nuestros derechos y los de los cuerpos gestantes. 8 de Agosto de 2019 el día que el senado falló para todas y cada una, en el que el egoísmo, la falta de conciencia social y la carencia de empatía ganaron en cada uno de los senadores que votó en contra de la sanción de la ley del aborto legal, seguro y gratuito. Los bombos, los platillos, las canciones y el abrazo colectivo de las mujeres de todas las edades, desde nenas que iban con sus abuelas o mamás, hasta mujeres ancianas, que veían algo que jamás había sucedido. Veían su revolución como mujeres. La angustia, la impotencia y la bronca estaba en todas nosotras, que sin conocernos nos abrazábamos y nos sosteníamos en la lucha.
Yo había ido junto con mis amigas de Argentina a marchar fuera del Congreso, a ellas no las veía desde el día que el noticiero me rompió el corazón, informando que Andrés de Fonollosa había sido cruelmente ejecutado en el atraco a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre hacía tres años. Esos meses, la pena me pesaba toneladas, la ausencia de Andrés se sentía en todo ámbito, Marsella ya no viajaba a Argentina ni me traía cartas, la última que recibí fue el mismo día en el que se metió en esa ratonera.
Pero si a mí, me pesaba, a mi papá lo consumía la depresión por lo que viví esos tres años con él en Italia, Palermo y volví a dejar a mamá por fuerzas mayores, porque sin mí, Martín se hubiera derrumbado el triple. Así que las fuerzas que tenía eran para reconfortarlo y no dejar que se quebrase del todo.
Él había mejorado considerablemente, a su departamento lo renovábamos cada seis meses, y yo trabajaba virtualmente con la junta de médicos latinoamericanos y rusos que buscaban la cura a la miopatía de Hemler, la promesa que le había hecho a Andrés pero que de poco servía para él. Pero aún así, yo dedicaba noches y días enteros a la investigación, porque no quería que nadie más sufriese el perder lentamente a un padre, a un hermano, a un hijo por esa enfermedad mortal. Al perder a Andrés, podría jurar que sentí tanta tristeza como si se hubiera muerto Martín, mi papá. Los años y la convivencia en el monasterio, cada capricho que me cumplía, cada charla de horas lo habían convertido en una figura tan importante como una figura paterna. Cada semilla que Andrés había dejado en mí, crecía y florecía en mi vida y era algo hermoso.Lo que se había ido eran las utopías que juntos planéabamos todos los sábados de cada mes a la noche durante mi adolescencia a escondidas de papá claramente, y consistían en robar la reserva de oro del Banco de España. A veces las cosas no se dan tal y como las deseamos, pero sin embargo suceden inimaginablemente. Yo jamás me imaginé robar el oro sin Andrés a mi lado, hasta el día 9 de agosto.
2016
Alemania, yo Berlín en Toledo
CARTA N°20
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BERROTGEN | La Casa de Papel
Fanfiction❝𝐐𝐮𝐞𝐫𝐢𝐝𝐚 𝐅𝐥𝐨𝐫𝐢𝐚𝐧, 𝐚𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐦𝐞 𝐞𝐧𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐫𝐨 𝐛𝐞𝐛𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐥 𝘧𝘦𝘳𝘯𝘦𝘵 𝘤𝘰𝘯 𝘊𝘰𝘤𝘢-𝘊𝘰𝘭𝘢 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐥𝐥𝐞𝐠ó 𝐚 𝐭𝐫𝐚𝐯é𝐬 𝐝𝐞 𝐌𝐚𝐫𝐬𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐣𝐮𝐧𝐭𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐭𝐮 𝐫𝐞𝐬𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐚. 𝐂𝐨𝐦𝐨...