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La actitud de Lisboa había sido digna de aplaudir y de saber a quien debía obedecer

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La actitud de Lisboa había sido digna de aplaudir y de saber a quien debía obedecer. Sin dudas, aquella mujer guardaba adentro de esa poca estatura el potencial que Sergio no tenía.
No sabía de donde mierda había salido, ni cuál era su lugar en la banda pero claramente Sergio quería ocuparse de que ella no lo superase.

- Qué honor, eh- susurró Nairobi volteándose apenas mientras las joyas de sus orejas se movían al mismo sentido que su cabeza entre su pelo negro azabache.

- ¿El qué?- susurré como en la secundaria, acercándome un poco para poder escuchar su respuesta. Sintiendo la mirada de mi papá en la nuca pero claro, ignorándolo.
Nairobi me miró con sus grandes ojos marrones antes de contestar, con una mirada llena de complicidad mientras su perfume me inundaba las fosas nasales. Claramente era una reina en todo sentido, y desde el primer momento me agradó ella y su profunda mirada sobre mí.

- Que si me disparan me achure una doctora así- respondió alzando una ceja en un susurro, tildándome por unos segundos al ver la ligera y directa actitud.

- Nairobi- susurró Estocolmo algo molesta y yo sonreí porque me dio ternura- ¿Puedes dejar de coquetear con la nueva?- se quejó mientras yo imaginaba que se conocían hacía bastante, o por lo menos que la rubia había llegado antes que nosotros al Monasterio.
La morocha rió con la lapicera azul entre los dientes mientras reafirmaba su dicho anterior.

- No soy tan nueva- susurré casi en una queja, mientras papá que ya se percataba de nuestra conversación, carraspeaba intentando interrumpir.
- Y yo no hago achurías, las arreglo - la corregí a Nairobi con una sonrisa antes de que Sergio pidiera silencio para seguir con su discurso, tan aburrido como todo lo suyo, cero dinámico y un fiasco al lado del método de Lisboa quien en mi opinión, debería estar al mando.

- Me gusta- dijo Nairobi sin voltearse, haciendo que Estocolmo le pateara la silla y que yo me aguantase la risa por la escena. Y claro, ignorando completamente el hecho de que me tiraba onda todo el tiempo.
Tenía demasiadas cosas en la cabeza, que debía estar más que fresca, desocupada y disponible para cualquier tipo de situación, para que el plan de Andrés saliera lo mejor posible.

- Deja ya de querer ligarte a mí amiga y has silencio, te he dicho- chistó la rubia y me bastó mirarla para que nos riamos las dos juntas.

- Ay, Estocolmo. Qué mal pensada, cariño- exclamó con su intacta tonada madrileña mientras estiraba la espalda. Claro que ninguna de las tres prestaba atención a las cosas inútiles que decía Sergio, ni a los ruidos que hacía papá intentando interrumpir nuestra charla. Aunque Estocolmo sí quería escucharlo pero le preocupaba más los intentos de levante de Nairobi hacia mí.
- Me refería a que...- ella iba a seguir hablando pero la rubia la interrumpió.

- Claro ¿A que sea doctora? ¿A qué te gustan los disparos de repente y quieres que te agujereen el pecho para estar en sus manos?- preguntó un tanto exaltada haciéndonos reír a las dos.

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⏰ Última actualización: Mar 18 ⏰

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