— Te he dicho que no iba con ustedes, pedazo de pelotudo. Que vine a buscar a la nena al trabajo— gritaba papá mandando un audio de WhatsApp mientras yo subía a su camioneta.
Aquel día había sido el último de mi vida normal, como la de cualquier ciudadana. El último en el que estaría limpia frente a la justicia de España y de todo el mundo.
Me despedí de mis compañeros de trabajo y de algunos de mis pacientes y antes de salir, me cambié de ropa porque no podía caer vestida de médica al monasterio, frente a una banda profesional de criminales que Sergio había reclutado tiempo atrás de los cuales yo sabía cosas que quizá eran demasiado y todo por las cartas de alguien que había convivido con ellos durante cinco meses en Toledo.
Los condimentos del carácter de papá eran los más puros pero irritables sentimientos y más aún si su única hija estaba a punto de ser parte de la banda criminal más famosa de todos los tiempos.
Yo saqué el mate de la mochila y el termo con el agua hirviendo y me preparé uno mientras Martín escuchaba atentamente al pelotudo de Sergio, rodando los ojos y murmurando puteadas pero me sobresalté cuando gritó y eso que ya estaba acostumbrada a su alto tono de voz. Pero siempre que me tomaba por desprevenida, me hacía saltar.
— Sí al trabajo, Sergio. Escuchaste bien. Es su último día como cirujana profesional por tu culpa y la del pendejo de mierda que tienen detenido que ejecutemos el plan y por culpa de Andrés, mi hija está en el puto medio de toda ésta locura. Me acabas de arruinar la vida, hermano así que no tengas pretenciones. Pueden esperarnos unos minutos— gritó haciendo que yo dejase el mate a un lado para tomarle el hombro con enojo mientras cortaba la llamada— Chau, llegó la nena— fue lo último que le dijo al español y poniéndole play al stereo, de él salía a todo volumen "Who can it be now?" de Men At Work. Uno de nuestros temas favoritos, pero en ese momento, odié esa canción porque se reproducía reventándonos los tímpanos a ambos, tapando todas mis palabras de quejas.— Hablá más fuerte que no te escucho, Florian— decía Martín doblando la muñeca como un idiota y con una sonrisa burlona, negándome la voz en un profundo enojo. El gasto de saliva mío fue tremendo hasta que le di una patada al stereo, sacando a la mierda la cinta de adentro. Él ni siquiera se molestó, no tenía derecho a hacerlo porque ambos cargábamos con las mismas actitudes en su mayoría y jamás se había comportado frente a mí.
— ¿Vos sos estúpido? ¿Pensás negarme la palabra hasta cuando? ¿Hasta que...?— le preguntaba yo mientras nos dirigíamos al monasterio. Al lugar que no pisábamos desde la despedida de Andrés cuando se fue a Toledo, la última vez que lo vimos vivo. Porque como decía él, hasta muerto lo veríamos en todos lados, porque claro, sabía muy bien que era una persona icónica y que tanto en el corazón de papá como en el mío, había dejado una marca imborrable.
Lo veíamos en cada disco de vinilo, en cada rincón de España, en cada fernet y hasta en Sergio. Su presencia permanecía con toda su escencia, en el viento que nos chocaba la cara, en los domingos y en absolutamente todo el plan.— ¿Hasta que te revienten a tiros como lo hicieron con Andrés?— gritó con todas sus fuerzas, con la yugular queriendo escapar de su cuello y todas las lágrimas que no derramó el día anterior, se le cayeron en ese instante. La camioneta se desvió de la calle por un momento llevándose varios bocinazos a los que Martín respondió con las mejores de sus puteadas.
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BERROTGEN | La Casa de Papel
Fanfiction❝𝐐𝐮𝐞𝐫𝐢𝐝𝐚 𝐅𝐥𝐨𝐫𝐢𝐚𝐧, 𝐚𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐦𝐞 𝐞𝐧𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐫𝐨 𝐛𝐞𝐛𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐥 𝘧𝘦𝘳𝘯𝘦𝘵 𝘤𝘰𝘯 𝘊𝘰𝘤𝘢-𝘊𝘰𝘭𝘢 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐥𝐥𝐞𝐠ó 𝐚 𝐭𝐫𝐚𝐯é𝐬 𝐝𝐞 𝐌𝐚𝐫𝐬𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐣𝐮𝐧𝐭𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐭𝐮 𝐫𝐞𝐬𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐚. 𝐂𝐨𝐦𝐨...