Entré al local de comida del sr. Murakami, aún recuerdo el día en que lo conocí. al ser nueva en la ciudad y apenas hablar algo de ingles. Fue complicado. Cabe destacar, que más de una vez me encontraba perdida por la ciudad. En uno de esos días, estaba exhausta. Mis pies me dolían por tanto tiempo caminando en tacones, las calles se encontraban casi desiertas. Y mi estomago rogaba por comida.
Había estado todo ese día buscando trabajo, pero en ninguno había tenido éxito. Cansada, hambrienta y adolorida, tomé mi cartera para ver cuanto dinero me quedaba. No era mucho la verdad, pero me serviría para al menos comer algo. No estaba muy lejos de mi apartamento pero... Tampoco tenia mucha comida en él. Al intentar buscar algún local abierto, pude ver uno de comida china. Aliviada, fuì a él. El rico aroma a comida había hecho rugir mi estomago.
Me sorprendí al notar que el dueño era ciego, pero más me fascinaba ver como no influía ningún problema en su trabajo. La comida era gloriosa y su sabor único. Sinceramente, no encontraba igual. Tiempo después iba más a menudo. Más que nada cuando era de noche y no había nadie.
Eran mis momentos ideales.
Comenzamos a entablar conversación, luego de varios meses de frecuentar el local, nos hicimos amigos. Más bien, es como mi confidente. No hay persona en el mundo que me entienda como él lo hace. Suele contarme algunas historias de cuando era joven y de los clientes que van. Me gusta escucharlo, es divertido, intrigante e interesante todo lo que tiene dentro de él. Tantos años lo volvieron un hombre sabio y astuto.
- Es raro verte por aquí a estas horas Micaela. - Lo miré, dándole la razón.
- Tuve una entrevista hoy, y de los nervios olvidé desayunar. - El Sr. Murakami río al escuchar eso, no era noticia nueva que olvidara la comida más importante del día. Cualquiera que me conozca diría que se me volvió costumbre.
- ¿El pedido de siempre señorita Micaela?
- Ya me conoces. - Dejé el bolso entre mis piernas, tomando asiento.
- Un plato grande de ramen de pollo en camino.
Miré a mi alrededor. No había tanta gente como en otros lugares, tal vez por la hora o porque aquí es más famoso por las noches. Pasadas las seis de la tarde, es cuando cobra vida. Varios de los que estaban aquí se encontraban o con amigos o familias pequeñas de tres a cuatro personas.
- Aquí está tu plato querida. - Le agradecí. Tomé los palillos para dar el primer bocado.
Tal y como lo recordaba. La sopa es perfecta, su delicioso sabor a caldo de pollo, junto a las verduras y fideos caseros, creaba una fiesta a mis papilas gustativas. Di más bocados, gozando del esquisto platillo.
- ¿Qué tal la entrevista?
Tragué el bocado que tenía, comenzando luego a pasar de aquí y allá en el tazón.
- Podría decirse que bien. Para ser sincera, fué algo incomodo. Pero luego de ver lo felíz que se encontraba la reportera al hacerlo... Creo que valió la pena.
- ¿La reportera April O'nel cierto? - Asentí.
- Esa chica si que disfruta de su trabajo.
- Es una gran mujer y muy dedicada.
- Si... - Dije completamente de acuerdo con sus palabras.
Terminé mi platillo y lo pagué. Hoy no pudimos hablar tanto como me hubiera gustado, estaba ocupado atendiendo a la clientela. Pero prometí que esa noche iría nuevamente.
Llegué a casa, colgué mi bolso - en realidad mochila - me quite mis tacones, dejé el abrigo donde pertenecía y luego me dejé caer en el sofá. Estaba cansada, la noche anterior no había dormido bien. En sí, ni siquiera recordaba haber llegado a casa. Miré mi rodilla y brazo izquierdos, notando los vendajes en estas. Mis recuerdos están bastante borrosos, y entre más intento recordar, más me duele. No me sorprende, había tomado demasiado sake en lo de el Sr. Murakami. Tal vez otro de mis días malos. Solo espero no haber dicho algo inapropiado o significante.
Cuando lo vi hoy, no pareciera que se encontrara disgustado. Pero si demostraba tristeza al verme. Como si sintiera pena o lastima hacia mí... Odio esa mirada. Fruncí el ceño, recriminado me a mi misma por haberme dejado caer tan bajo.
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Amigos peculiares
FanficLo distinto a muchos pueden asustar, incomodar o incluso descolocar. A mi no, nunca me gustó la idea de discriminar a alguien sin conocerlo primero. Y cuando te conocí y supe cómo era el mundo contigo y tu familia. Lo odié, lo odié porque no saben l...