Capítulo 4: La pelea de los Weasley

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Mientras emprendían el camino del Caldero Chorreante. Encontraron al señor Weasley sentado en el bar leyendo El Profeta.

—¡Harry! ¡Sofía! —dijo levantando la vista y sonriendo—, ¿cómo están?

—Bien, gracias —dijo Sofía en el momento en que ella, Harry, Ron y Hermione llegaban con todas sus compras.

El señor Weasley dejó el periódico, y Sofía vio la fotografía del prisionero de Azkaban.

—¿Todavía no lo han atrapado? —preguntó Harry.

—No —dijo el señor Weasley con el semblante preocupado—. En el Ministerio nos han puesto a todos a trabajar en su busca, pero hasta ahora no se ha conseguido nada.

—¿Tendríamos una recompensa si lo atrapáramos? —preguntó Ron—. Estaría bien conseguir algo más de dinero...

—No seas absurdo, Ron —dijo el señor Weasley, que, visto más de cerca, parecía muy tenso—. Un brujo de trece años no va a atrapar a Black. Lo agarrarán los guardianes de Azkaban. Ya lo verás.

En ese momento entró en el bar la señora Weasley cargada con compras y seguida por los gemelos Fred y George, que iban a empezar quinto curso en Hogwarts, Percy, último Premio Anual, y Ginny, la menor de los Weasley.

Ginny, que siempre se había sentido un poco cohibida en presencia de Harry, parecía aún más tímida de lo normal. Tal vez porque él le había salvado la vida en Hogwarts durante el último curso. Se puso colorada y murmuró «hola» sin mirarlo.

En cambio a Sofía le dio un pequeño abrazo, que la morena aceptó enseguida.

Percy, sin embargo, le tendió la mano de manera solemne, como si él y Sofía no se hubieran visto nunca, y le dijo:

—Es un placer verte, Sofía.

—Hola, Percy —contestó Sofía, tratando de contener la risa.

—Espero que estés bien —dijo Percy ceremoniosamente, estrechándole la mano.

Era como ser presentado al alcalde.

—Muy bien, gracias...

—¡Sofía! —dijo Fred, quitando a Percy de en medio de un codazo, y haciendo
ante ella una profunda reverencia—. Es estupendo verte, chica...

—Maravilloso —dijo George, haciendo a un lado a Fred y agarrándole la mano a
Sofía—. Sencillamente increíble.

Percy frunció el entrecejo.

—Ya basta —dijo la señora Weasley.

—¡Mamá! —dijo Fred, como si acabara de verla, y también le estrechó la mano —. Esto es fabuloso...

—He dicho que ya basta —dijo la señora Weasley, depositando sus compras sobre una silla vacía—. Hola, Sofía, cariño. Hola Harry. Supongo que han oído ya todas nuestras emocionantes noticias. —Señaló la insignia de plata recién estrenada que brillaba en el pecho de Percy—. El segundo Premio Anual de la familia —dijo rebosante de orgullo.

—Y último —dijo Fred en un susurro.

—De eso no me cabe ninguna duda —dijo la señora Weasley, frunciendo de repente el entrecejo—. Ya me he dado cuenta de que no los han hecho prefectos.

—¿Para qué queremos ser prefectos? —dijo George, a quien la sola idea parecía repugnarle—. Le quitaría a la vida su lado divertido.

Ginny se rió.

—¿Quieres hacer el favor de darle a tu hermana un mejor ejemplo? —dijo cortante la señora Weasley.

—Ginny tiene otros hermanos para que le den un buen ejemplo —respondió Percy con altivez—. Voy a cambiarme para la cena...

Sofía y el prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora