¿Sabes cuándo sientes que te estás rompiendo en un abrazo de una persona que ya no te reconoce? Ese alguien que vivió contigo tu pasado y ahora no te encuentra. "¿Qué te ha ocurrido?" "¿Qué te han hecho?" y tú te limitas a encogerte de hombros, no sabes ni entiendes, ni quieres, quizá. Te pide que vuelvas a ser la persona que eras, que la persona que eres hoy no le agrada. Tú le dices que cuando algo se rompe jamás queda igual y que, después de todo, eres más cicatriz que vida. Que el espejo te engaña. Que el cielo se nubla y el futuro ya no existe, ya no lo ves. Que qué importa lo que te haya pasado, que las personas cambian y a ti ya no te dan fuerzas ni ganas de seguir fingiendo. Ni avanzando. Ni queriendo. Que ya se acabó. Que no llore, que tú estás bien, y sientes un pequeño pinchacito en el pecho tras decir eso: "Ups, dijiste que no mentirías más", "bueno, no importa, llegado a éste punto..." que estoy bien, vuelves a decir, sonríes con la esperanza de que no busque en tu mirada porque entonces sólo encontraría fuego y dolor. Que lo sientes, sientes mucho no ser lo que quería que fueras. Sientes mucho que ya no sientes más que desesperanza. Sientes no saber querer, porque si lo supieras le amarías con el puto corazón en la mano. Pero supongo que hay personas que se quedan a medias en el camino y no avanzan, que la gasolina las deja tiradas. Y ya está. Tú veté y vive la vida que aún te quiere. Que yo me quedo aquí viendo cómo te marchas y rehaces tu vida, consumiéndome cuando ella te bese y tú le arropes con ese pecho que tantas noches le dio calor a mi cuerpo entre abrazos. Veté y vive. Que un ángel grisáceo de alas caídas y rotas jamás podrá hacer feliz a un ángel de alas blancas y desplegadas. Vuela. Vuelva tú que yo no puedo. Ni quiero. Que el ángel grisáceo se niega ser libre.
