Prólogo

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La oscuridad de la noche entra avasalladoramente e inunda toda la habitación. No es posible distinguir nada de lo que hay en ella, ni siquiera las pequeñas estampas de animales fosforescentes que mamá pegó en el armario para que iluminaran la habitación e hicieran desaparecer los miedos.

Arriba de una cama que suele tener sábanas decoradas con princesas, se encuentra una niña que le teme a la oscuridad. Su edad no pasa los 8 años. Su largo cabello rojizo termina en dos trenzas al costado de su cabeza, que ahora se encuentran despeinadas.

Se escucha el crujir de los árboles, el viento mueve las ramas provocando sonidos extraños. La niña mira hacia la ventana intentando visualizar algo, pero otra vez los árboles crujen asustándola. Ella cubre su rostro con sus pequeñas manos. No sabe si esconderse debajo de las sábanas de algodón o salir corriendo en busca de ayuda.

Un sudor frío recorre su cuerpo. Se encuentra asustada. Descubre su rostro pero aún mantiene los ojos cerrados. Siente una presencia parada en la punta de la cama, siente que alguien la está observando. Ese alguien tiene sus ojos puestos en ella, y eso le molesta. Su pulso se acelera cada vez. Muere de miedo, pero no planea hacer nada; si se mueve corre el riesgo que lo que sea que se encuentra en su habitación la ataque.

La niña abre los ojos, ni siquiera el celeste de sus ojos se logra distinguir en esta noche. Recuerda los cuentos de heroínas valientes que salvan el día, que cada noche le lee su madre. Ella quiere ser como ellas. Pero para ser como ellas tiene que ser valiente. Y ser valiente, en esta circunstancia implica no tenerle miedo a la oscuridad o a lo que sea que se encuentre en su habitación en este momento. Así que está decidida. Está decidida a levantarse de su cama, su lugar seguro, y encender la luz para que las sombras que la perturban desaparezcan.

Toma impulso. Se abraza a su oso marrón diciendo en un susurro "Tranquilo, Fred. Yo salvaré el día". Empuja las sábanas destapándose y en tres segundos sus dos pies tocan el suelo. El suelo está frío, helado. Con miedo, da el primer paso. Ese alguien todavía se encuentra en la habitación, mirándola fijamente. Ella tiene miedo, pero está decidida. Avanza y avanza. Cada vez se encuentra más cerca del interruptor para poder encender la luz.

Sus dedos están a punto de presionar el interruptor pero algo se estrella contra su ventana, provocando un fuerte ruido. La niña se olvida de la luz, la oscuridad, de la presencia en su habitación, y sale corriendo, muerta de miedo, al grito de "¡Mamá!".

La mañana siguiente, poco mencionado es el tema de la horrible noche que paso la niña. Su madre piensa que sólo fue una pesadilla, así que la consuela con abrazos, besos y dulces.

Luego del desayuno siempre es bueno salir a jugar. Mientras mamá arregla el jardín de la casa. La niña de las trenzas pelirrojas y despeinadas corre persiguiendo mariposas. Corre y corre mariposas con alas naranjas, pero una en particular llama su atención. Esta mariposa no era como las demás que había visto en toda su vida. Esta poseía alas color verde esmeralda.

Curiosa, la persigue intentando atraparla. La mariposa vuela y se posa en un arbusto cercano, espera quieta que la niña se acerque. Y cuando ésta lo hace, sus alas se encuentran moviéndose nuevamente. Sin darse cuenta ya habían rodeado ¼ de la casa. La mariposa reposa en el árbol que se encuentra frente a la casa de la niña. La pequeña intenta atraparla, pero el insecto se vuelve a escapar, provocando una risita en su seguidora.

La niña baja la vista para ver dónde se había posado esta vez su amiga la mariposa, y ver si de una vez por todas podía atraparla. Pero lo que vio la hizo largar un pequeño grito ahogado. Su amiga de alas verdes se encontraba arriba de lo que parecía ser el cuerpo de un pájaro, pero esté no se movía o emitía algún sonido. Se acercó temerosa al ave que se encontraba justo debajo de la ventana de su habitación, y lo tomó en sus pequeñas manos, acercando su oreja para escuchar los latidos de su corazón. Pero nada. Sus latidos no estaban.

Su madre había escuchado su grito y se acercó preocupada. Vio a la niña de espaldas a ella, arrodillada en el suelo, llorando. Se agachó para poder estar a su altura y abrazarla. Mientras la cubría con sus brazos, vio que su hija tenía en sus manos el cuerpo, al parecer, sin vida, de un pequeño pájaro.

Las lágrimas de la pequeña comenzaron a descender por sus mejillas. Le dolía ver que su pequeño amiguito ya no formaba parte del mundo de los vivos. Le dolía que cualquier ser vivo ya no fuese un ser vivo. Le dolía la muerte. Su madre intentaba consolarla jurándole que todo iba a estar bien, que si ella lo deseaba, podían darle digna sepultura al ave.

Llorando, la niña asiente, e intenta levantarse del suelo con su amiguito todavía en sus manos. En el movimiento, una de sus lágrimas cae sobre el animal. Y lo que ocurre es sorprendente. El pajarito abre sus ojos lentamente y comienza a revolotear sus alas dentro de las manos de la niña. Ella y su madre no pueden creer lo que ven. Su madre piensa que tal vez el pájaro sólo se encontraba desmayado, pero la pequeña sabe que no es así, ella sabe que él ya no respiraba por culpa del golpe que había sufrido anoche contra la ventana de su habitación. También sabe que fue ella quién le devolvió la vida, fueron sus lágrimas cargadas de sentimientos las que hicieron latir nuevamente su corazón, el cual se encontraba paralizado para -casi- siempre.

Así comenzó todo.


EL OCASO DE LOS DIOSES [Loki - Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora