Capítulo I

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-      –Una vuelta más. Vamos Leia. –Mi entrenador intentaba darme ánimos mientras por dentro yo quería perecer. Cada bocanada de aire que tomaba quemaba mis pulmones y todo mi interior. Cada paso que daba generaba una puntada en todos los músculos de mis piernas. Y además tenía esa horrible sensación en mi estómago.

-       –Por... favor... Para... -Mis ojos se estaban llenando de lágrimas. Sería capaz de llorar con tal de apelar a su compasión para que pare con esto. –Creo que no puedo más...

-        –Vamos Leia. Así hablan los perdedores. –Retrocedió hasta ponerse a mi altura siempre sin perder su ritmo. Lo contemplé. Su cabello castaño cobrizo se hacía más claro y brillante a la luz del sol. Su rostro, perfectamente simétrico. Sus fuertes rasgos se contrarrestaban con el dulce color miel de sus ojos y a su vez, el color de sus ojos hacia juego con el tono bronceado de su piel. Estaba hipnotizada. ¿Cómo es que lograba mantenerse impecable después de tanto esfuerzo físico? -¿O acaso te convertiste en uno de ellos? –Logró sacarme de mis pensamientos mientras aceleraba cada vez más desafiándome a seguirlo.

-         –Por supuesto que no. –Dije más para mí misma que para él. Exprimí la poca fuerza que le quedaba a mi cansado cuerpo y aceleré todo lo que pude hasta alcanzarlo y dejarlo atrás. Por supuesto que no era una perdedora. Entrené toda mi vida para ganar, y eso era lo que iba a hacer cuando llegara el momento. Ese era mi objetivo.

-         –¡Bien hecho, Leia! –Me gritaba y aplaudía desde unos metros más atrás. Su voz tenía una pizca de orgullo. Y así me sentía yo. Comencé a caminar para normalizar mi ritmo cardíaco y mi respiración.

-       –¡Lo logré, Alex! ¡Lo logré! –Estaba emocionada. Había superado mi propia marca de tiempo y de resistencia en carrera a pie. Todo mi entrenamiento había dado frutos.

Desde los 15 años entreno para competir en triatlones. Cada año ha sido una transición hasta el día de hoy. Con casi 20 años, superé todas mis marcas y, cada vez la chance de clasificar para los próximos Juegos Olímpicos se hace más posible. Mi cuerpo está acostumbrado a un duro entrenamiento tanto físico como mental. Sin embargo, estoy llena de miedos. Tengo miedo a fallar. Tengo miedo de fallarles a todos. A mi madre, a mi entrenador, a mis amigos, a mí misma. A mi padre, si tuviera uno. Curioso que piense en él en un momento así.

Me encontraba en los vestuarios cuando mi teléfono comenzó a sonar con la voz de Sia cantando "I'm gonna swing from the chandelier", así que me contuve de responder por un momento para poder cantar la parte de "I'm gonna live like tomorrow doesn't exist". Hubiera seguido cantando de no haber visto quién llamaba. La pantalla reflejaba la foto de mi madre. Siempre que Jane llamaba y yo no respondía al segundo tono, ella comenzaba a preocuparse y a pensar un montón de exageradas explicaciones de por qué no me fue posible atender su llamada. En su mente yo había quedado en medio de la tercera guerra mundial, o un extraño me había secuestrado para practicar un loco experimento conmigo.  Nunca era la opción más lógica como "el teléfono se encuentra en modo silencioso" o cosas así.

-      –Leia, ¿por qué no... -Apoye el auricular del teléfono sobre mi brazo. Sabía lo que vendría: mi madre pidiendo explicaciones de por qué no había respondido a tiempo. Cuando supuse que ya había dicho esa parte y había pasado a repetir mi nombre varias veces seguido de un "contéstame", comencé a hablar.

-      –¡Superé mi propia marca! ¡Lo hice! –Del otro lado escuché a mi madre emocionada gritándole "Superó su propia marca. Lo logró." a alguien, seguro era a tía Darcy. Se escuchaba feliz.

Luego de recordarme que tenía que comprar el regalo de la tía Darcy colgó. Por mi parte agarré mi bolso de entrenamiento, me despedí cálidamente de Alex y fui hasta el estacionamiento en busca del viejo Jeep descolorido que mi madre me había regalado años atrás.

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Mientras conducía de vuelta a casa por las calles de la ciudad, intentaba encontrar una buena estación de radio donde pasaran buena música, o por lo menos una canción que me gustara. Todo era música contemporánea, instrumental o gente debatiendo sobre política, en otras pasaban el clima, y en otras pasaban canciones que nunca escucharía o cantaría. Afuera, las veredas estaban cubiertas de hojas que iban desde el color marrón al anaranjado. El cielo se encontraba teñido de un rosa anaranjado acompañado por unas perfectas nubes que parecían algodón. El fresco viento movía las bufandas y los cabellos de los transeúntes.

Paré en un semáforo y entonces volví a pensar en mi padre por segunda vez en el día. Tengo 19 años y nunca supe quién fue mi padre. Mi madre nunca habla de él. Dice que fue un gran hombre, que siempre estaba dispuesto ayudar al otro. Dice que fue un héroe. No sé mucho más que eso. A Jane nunca le gustó tocar ese tema, y yo con los años aprendí a no preguntarle o hacer alguna referencia al respecto. Sé que es raro pero creo que uno se acostumbra después de un tiempo. Me acostumbré a no saber nada de él, me acostumbré a que no fuera parte de mi vida.  Al principio es difícil, pero no se puede extrañar algo que nunca se tuvo.

Estaba tan metida en esos pensamientos que no me había dado cuenta que el semáforo había cambiado de color hasta que el vehículo que se encontraba detrás de mí comenzó a tocar bocinazos sin parar. Aceleré y seguí el camino a casa.

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Después del cumpleaños de tía Darcy, lo único que quería hacer era recostar mi cabeza sobre la almohada y dormir profundamente hasta que la luz del sol entrara por la ventana molestándome hasta despertarme. Mi cuerpo se sentía exhausto, también mi mente. Así que eso fue lo que hice. Me acosté y a los pocos minutos recuerdo quedarme dormida. Sin embargo, no fue una buena noche.

Me desperté gritando en mitad de la noche con el corazón latiendo tan fuerte que parecía  que iba a salir corriendo de mi pecho. El grito despertó a mi madre que a los pocos segundos ya se encontraba parada en mi puerta, preocupada, preguntando qué había ocurrido.

-         –Tuve una pesadilla. –Apenas logré decirle. Mi madre se acercó hasta mi cama y se sentó en ella. Me abrazó mientras acariciaba mi rojizo cabello.

La situación me hizo acordar a aquellas noches cuando era niña y sufría de constantes pesadillas. Me despertaba gritando y llorando desconsoladamente, entonces mi madre venía a mi rescate y me abrazaba, quedándose conmigo hasta que me calmaba y volvía a dormir mientras ella me acariciaba el cabello. Siempre eran las mismas pesadillas: me encontraba en un lugar extraño, oscuro y tenebroso, y yo corría con todas mis fuerzas intentando escapar de alguien o algo que me perseguía. No sabía qué o quién era. Lo único que sabía era que tenía que correr lo más rápido posible porque era peligroso. Entonces caía a un precipicio. Luego todo se volvía oscuro completamente y, de repente, me encontraba en mi habitación. Estaba acostada otra vez. Todo se veía exactamente igual. Pero en la punta de la cama había alguien observándome. No lograba verlo pero sabía que estaba ahí, sentía su presencia, sentía sus ojos sobre mí. Y en el momento en el que sentía que se acercaba, despertaba horrorizada.

Lo mismo me ocurrió esta noche. Sin embargo, se sintió diferente.

-        –¿Ya te sientes mejor? –Me preguntó mi madre. Se escuchaba algo preocupada.

-       –Sí. Ya me siento mejor. Gracias. –Le dije, esperando sonar calmada.

En cuanto mi madre dejó la habitación, volví a tenderme en la cama. Necesitaba calmarme. "Inhalar, exhalar." me repetía internamente. Después de tantos años volví a tener este tipo de pesadillas. Había pensado que esto era un capítulo superado en mi vida.

Intenté bloquear todo lo ocurrido hace unos momentos y concentrarme en descansar. Tenía que hacerlo.

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-        –Leia... Tenemos que hablar.  


EL OCASO DE LOS DIOSES [Loki - Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora