Capítulo IV. La clase de la señorita Potts

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Todas las mañanas el colegio entero se reunía para rezar. Las chicas formaban grupos según los cursos, y así las alumnas de primer curso de las torres Norte, Sur, Este y Oeste se ponían juntas, al igual que las de los demás.
   Darrell lanzó una mirada nerviosa a sus compañeras de curso. ¡Qué clase más numerosa parecía! Sin duda constaba de unas veinticinco o treinta chicas. La señorita Potts, encargada de su residencia, era también la profesora del primer curso. Se hallaba también presente Mademoiselle Dupont, cantando animadamente. Seguramente la maestra que estaba a su lado era la otra profesora de francés. Sin embargo, ¡qué diferentes eran ambas! Esta última era flaca, alta y huesuda. Llevaba también un moño pequeño, pero no en la coronilla, sino en la nuca. Darrell llegó a la conclusión de que tenía cara de mal genio.
   Alicia le dijo quiénes eran las otras profesoras.
   -Aquélla es la profesora de historia, la señorita Carton. Me refiero a la que lleva un cuello alto y quevedos. Es inteligentísima, pero terriblemente sarcástica con las chicas a las que no les gusta la historia. Y aquélla es la profesora de dibujo, la señorita Linnie, muy simpática y condescendiente.
   Darrell se dijo que, sin duda, se llevaría muy bien con la señorita Linnie si de veras era tan condescendiente. Parecía amable. Era joven y llevaba la cabellera pelirroja peinada con pequeños bucles.
  -Aquél es el profesor de música, el señor Young. ¿Lo ves? Siempre está o de muy buen humor o de muy malo. Nosotras procuramos averiguar su estado de ánimo cuando nos da clase de música o de canto.
   Las amas de llaves de las cuatro residencias estaban también presentes en la sala para los rezos. Darrell vio a la suya y observó que tenía un aire un poco severo, como siempre que se concentraba en algo. Alicia empezó a cuchichear otra vez.
   -Y aquélla es...
   Los ojos de la señorita Potts se volvieron hacia ella, y Alicia interrumpió inmediatamente su cuchicheo y concentró la atención en su libro de rezos. La señorita Potts no veía con buenos ojos a la gente que cuchicheaba en las reuniones, y menos durante los rezos.
   Una vez terminadas las oraciones, las chicas desfilaron a sus respectivas clases, situadas a lo largo de la parte occidental de Torres de Malory, y, poco después, aquel edificio se llenó de rumores de pasos, risas y conversaciones. El reglamento no imponía silencio en los pasillos pertenecientes a la parte del edificio donde se hallaban las aulas.
   Las alumnas de primer curso entraron en su clase, una habitación con hermosas vistas al mar. Era una clase espaciosa, con la mesa de la profesora en un extremo y unos armarios en el otro. Sillas y pupitres formaban ordenadas hileras.
   -¡Yo me quedo con uno junto a la ventana! -exclamó una chica gruesa, acomodándose en uno de ellos.
   -¡Y yo también! -saltó Gwendoline.
   Pero la chica gorda la miró, sorprendida:
   -Tú eres nueva, ¿verdad? Pues en este caso, no puedes elegir asiento. Las nuevas tienen que conformarse con los pupitres que quedan cuando las antiguas han escogido los que les gustan.
   Gwendoline se ruborizó y, sacudiendo su melena rubia, adoptó una expresión huraña.
   Con todo, permaneció junto al pupitre elegido, sin atreverse a ocuparlo, pero, por otra parte, resistiéndose a dejarlo, hasta que una niña bajita y delgada la empujó y dijo:
   -¡Me quedo con éste! ¡Hola, Rita! ¿Cómo te han ido las vacaciones? Qué horrible tener que volver con la vieja Potty, ¿verdad?
   Darrell aguardó a que todas las chicas, excepto ella, Sally, Gwendoline y una o dos más, tuvieran pupitres. Luego, ocupó uno junto a Alicia, satisfecha de su buena suerte. Alicia cambiaba impresiones con una chica instalada a su otro lado. Al parecer, la unía a ella una buena amistad.
   -Darrell -dijo Alicia, volviéndose a ella-. Te presento a mi amiga, Betty Hill. Siempre nos sentamos una al lado de la otra. Lo malo es que Betty se aloja en la Torre Oeste.
   Darrell sonrió a Betty, una chica vivaracha, de picarescos ojos castaños y cabellos sobre la frente. Darrell simpatizó enseguida con ella, pero sentía saber que Alicia ya tenía una amiga, porque se había hecho ilusiones de poder serlo ella. En cambio, Sally y Gwendoline no le atraían particularmente.
   -¡Chist! -exclamó la chica sentada junto a la puerta-. ¡Ahí viene Potty!
   Enseguida se hizo el silencio. Las chicas se levantaron con la mirada fija, atentas a los rápidos y ágiles pasos de su profesora por el pasillo. Por último, la señorita Potts irrumpió en el aula y, dirigiendo una leve inclinación de cabeza a sus alumnas, ordenó:
   -¡Podéis sentaros!
   Las chicas obedecieron y aguardaron en silencio. La señorita Potts sacó la lista de nombres y comprobó asistencias, prestando especial atención a otras pocas alumnas nuevas alojadas en las otras residencias. Después, volviéndose a los expectantes rostros que la observaba, profirió:
   -¡Bien! El trimestre de verano es siempre el mejor de todos, ya que durante él podéis practicar la natación y el tenis, ir de excursión y dar bellos paseos. Pero, por favor, no cometáis el error de creer que el trimestre estival se reduce a un mero pasatiempo, porque no es así. Además, requiere mucho estudio. Algunas de vosotras tenéis que examinaros el próximo trimestre. Si trabajáis durante éste, todo os resultará más fácil. Pero, si perdéis el tiempo, apuesto a que oiré muchas lamentaciones y quejas el próximo trimestre.
   La profesora hizo una pausa. Luego, mirando fijamente a dos o tres chicas, prosiguió:
   -El trimestre pasado hubo una o dos alumnas que parecían complacerse en ser las últimas de clase cada semana. ¡A ésas les pido por favor que dejen esos puestos a las alumnas nuevas y procuren ascender unos pocos! Nunca espero gran cosa de las nuevas en su primer trimestre, pero sí espero mucho de vosotras.
   Varias chicas se pusieron coloradas. La señorita Potts continuó diciendo:
   -En realidad, no creo tener ninguna alumna torpe este trimestre, aunque, naturalmente, apenas conozca a las nuevas. Si sois torpes y vais a la cola, no os lo reprocharemos, claro está, pero si sois inteligentes y, aun así, ocupáis los últimos puestos, tendré mucho que decir. Y todas sabéis lo que eso significa, ¿no?
   -Sí -respondieron la mayoría de las chicas con vehemencia.
   La señorita Potts sonrió, y su sagaz semblante se iluminó unos instantes.
   -Bien, ahora, después de todas estas amenazas, pasemos a otra cosa. Aquí hay una lista de lo que debe tener cada alumna. Si a alguna le falta algo, debe dirigirse a Katherine, la encargada de curso, y pedírselo al final de la lección. Os daré diez minutos para eso.
   Poco después, la lección estaba en su apogeo. Era de matemáticas, y la señorita Potts sometió a una rápida prueba a las alumnas nuevas con objeto de comprobar si estaban a la altura de las demás y podían trabajar juntas o no. A Darrell le pareció sencillo el problema, pero Gwendoline no cesó de murmurar y gruñir en todo el tiempo, con su dorada cabellera esparcida sobre todo el pupitre.
   -¿Qué ocurre, Gwendoline? -inquirió la señorita Potts en tono poco benevolente.
   -Que mi institutriz, la señorita Winter, nunca me enseñó a hacer sumas así -gimió Gwendoline-. Las ponía de otro modo muy distinto.
   -Pues ahora tendrás que aprender a hacerlas a mi manera -repuso la señorita Potts-. A propósito, Gwendoline, ¿por qué no te has peinado esta mañana?
   -Sí me he peinado -masculló Gwendoline, levantando sus grandes ojos azules-. Me lo cepillé a fondo. Le di cuarenta...
   -Está bien, no necesito detalles -interrumpió la señorita Potts-. Pero el caso es que no puedes venir a clase así. Trénzatelo después del recreo.
   -¿Que me lo trence? -balbució la pobre Gwendoline, mientras sus compañeras empezaban a reír-. Pero si nunca...
   -Ya basta -atajó la señorita Potts-. Si no sabes trenzártelo ni puedes llevarlo como es debido, tal vez tu madre acceda a cortártelo las próximas vacaciones.
   Gwendoline se quedó tan horrorizada que Darrell tuvo que hacer un esfuerzo para no echarse a reír a carcajadas.
   -¡Ya te lo advertí! -cuchicheó Alicia en cuanto la señorita Potts se volvió a escribir algo en la pizarra.
   Gwendoline la miró con expresión incendiaria y le hizo una mueca. ¡Como si su madre abrigase la menor intención de cortarle su hermosa melena! ¡Y pensar que ahora tendría que trenzársela! ¡Lo malo era que ni siquiera sabía cómo hacerlo! Gwendoline estaba tan ensimismada en sus mohínos pensamientos que apenas contestó a ninguna de las preguntas de matemáticas.
   Pasó parte de la mañana. A la hora del recreo las chicas salieron a jugar a sus rincones favoritos. Unas fueron a jugar una rápida partida de tenis a una de las numerosas pistas de que disponía el colegio. Otras optaron por dar un paseo por el jardín. Otras permanecieron en el patio conversando. Darrell hubiera deseado ir con Alicia, pero estaba con Betty, y Darrell tenía la certeza de que ambas amigas no deseaban la intromisión de una tercera persona. La chica observó a las otras alumnas nuevas. Dos de ellas, a quienes no conocía, ya se habían hecho amigas. Otra, que tenía una prima en el mismo curso, se fue con ella. Gwendoline había desaparecido. ¡A lo mejor había ido a trenzarse el pelo!
   Sally Hope estaba sola, sentada en el césped, con su grave semblante completamente exento de expresión. Darrell se acercó a ella y le preguntó:
   -¿Qué te parece Torres de Malory? A mí me gusta mucho.
   Sally levantó la vista con aire arrogante.
   -No está mal -masculló.
   -¿Sentiste dejar tu otra escuela? -preguntó Darrell-. Yo deseaba venir a Malory, desde luego, pero me molestó tener que dejar a todas mis amigas. ¿A ti no te pasó lo mismo?
   -En realidad, creo que no tengo amigas -respondió Sally, reflexionando.
   Darrell consideró muy rara aquella falta de amistades. Era difícil sonsacarle algo a Sally. Era cortés y contestaba a las preguntas que se le hacían, pero no formulaba ninguna a su vez.
   "En fin -pensó Darrell-. ¡Supongo que no tendré que trabar amistad con ella! ¡Cielos! ¡Aquí está Gwendoline! ¡Si a eso le llama trenzarse el pelo! ¡Ya se le ha deshecho todo!"
   -¿Llevo bien el pelo? -preguntó Gwendoline con voz lastimera-. He intentado trenzármelo una y otra vez. Me parece muy mal que la señorita Potts no me lo deje llevar a mi modo. Es una antipática.
   -Si quieres, te lo trenzaré yo -se ofreció Darrell, dispuesta a poner manos a la obra-. ¡Salta a la vista que tú no sabes hacer trenzas, Gwendoline!
   Y trenzando hábil y rápidamente el dorado cabello de su compañera en dos largas trenzas, ató los extremos con sendas cintitas estrechas.
   -¡Ya está! -exclamó, obligando a Gwendoline a dar una vuelta para ver su aspecto-. ¡Estás mucho más bonita!
   Gwendoline se enfurruñó y se olvidó de dar las gracias a Darrell por su ayuda. Realmente, estaba mucho más bonita ahora.
   "¡Qué mimada está! -pensó Darrell-. En fin, si me interesa poco tener a Sally por amiga, aún me interesa menos la amistad de Gwendoline. ¡De buena gana la abofetearía por los aires que se da y por todas sus estupideces!"
   Sonó la campana y enseguida nutridos grupos de chicas se precipitaron a sus respectivas aulas. Darrell las imitó. Ya sabía dónde estaba su clase y los nombres de muchas de sus compañeras. ¡Pronto se sentirían como en su propia casa en Torres de Malory!

Torres de Malory (todos los cursos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora