16 - Su abdomen 🌊

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𝓗abía llegado ese momento del año en el que se respiraba un ambiente diferente en el instituto, y no me refería al hedor en condensación en los calurosos días de verano, sino a San Valentín

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𝓗abía llegado ese momento del año en el que se respiraba un ambiente diferente en el instituto, y no me refería al hedor en condensación en los calurosos días de verano, sino a San Valentín. Corazones acelerados, suspiros continuos y constantes muestras de afecto eran el pan de cada día en los pasillos que, por cierto, se habían vuelto a vestir de gala. Cada pared y tablón de información estaban adornados de pequeños cupidos, flechas y labios carnosos, anunciando que la fecha más romántica del año estaba por llegar: el día de los enamorados, un acontecimiento odiado por muchos y codiciado por otros tantos.

En lo que a mí respecta, siempre fui consciente de que era un tema que levantaba ampollas en quienes no tenían pareja, por eso, intentaba solidarizarme con mis amigos y no mencionarlo en su presencia. Pero qué difícil me estaba resultando contenerme, sobre todo después de haber visto por internet el obsequio perfecto para Simon.

Dios, cómo amaba ese día. Bastaba con mirarme para saber lo muy emocionada que estaba con el tema, incluso si no hablaba de ello. Más alegre de lo normal, caminaba aferrada a las asas frontales de mi mochila, dando saltos con cada paso mientras tarareaba una canción pegadiza. Cualquiera diría que solo me faltaba vomitar arcoíris.

Fue precisamente en aquella nube de color rosa que muchos llamarían amor, que me planté delante de mi taquilla, haciendo un alto en el camino al observar una extraña nota rosada que colgaba de la puerta aguardando a ser leída.

<<A la luz del atardecer o a la del alba,

solo tú consigues llenar el vacío en mi alma.

No seré el mejor haciendo versos,

pero lo compensaré con mis mejores besos.

Gracias por vencer a la sombra del cisne negro.

De S. para O.>>

Mi sonrisa bobalicona me delataba. El poema escrito por Simon me había llegado al alma y provocaba que mi corazón diera saltos de alegría. No había firma alguna, tampoco la necesitaba. Nuestras iniciales y la alusión al relato de los cisnes eran más que suficientes para saber que se trataba de él.

Sus adictivas palabras hacían que una rápida lectura me pareciera insuficiente, por lo que, regodeándome en el hormigueo que sentía en mi estómago y la inmensa felicidad que desbordaba mi corazón, volví a leer la nota. La ansiedad por saber de qué se trataba no me había dejado disfrutar del contenido, pero en esa segunda y sucesivas lecturas saboreé cada palabra, letra a letra, sílaba a sílaba, hasta memorizar el poema al completo. Mientras lo hacía, deslizaba las yemas de mis dedos sobre el papel rosado, imaginando a Simon escribiéndola de su puño y letra.

Estaba segura de que nadie me observaba, todos se veían demasiado ocupados leyendo sus propias cartas o fingiendo hacerlo, pero la sombra de mi padre siempre acechaba. Era, por esa razón, por lo que necesité asegurarme de que no estaba por ninguna parte y descolgué la nota con celeridad, guardándola después en mi mochila.

Anatomía del chico perfecto [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora